Tres razones por las que (esta vez sí) la bolsa europea puede hacerlo mejor que Wall Street

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Foto: cemre, Flickr, Creative Commons

El rally del mercado norteamericano es ya oficialmente el mayor de la historia, al acumular, según los datos de Bank of America, 130 meses, lo que la convierte en la racha alcista más larga de la historia. Ante semejante rally es habitual que cada cierto tiempo surjan expertos de diferente índole que se pregunten hasta cuándo se mantendrá ese rally en un mercado estadounidense en el que mucho ha influido el buen comportamiento desempeñado por el sector tecnológico. Más teniendo en cuenta que, si bien ya no se espera una recesión a corto plazo, parece complicado que los resultados empresariales sigan apoyando a la bolsa como lo han hecho hasta ahora.

De momento, la gran parte de la banca de inversión y de gestoras de fondos coinciden en la idea de augurar para la renta variable americana un buen comportamiento para este año, incluso en un contexto de nuevas tensiones geopolíticas y bajo crecimiento económico. No en vano, la estadística dice que Wall Street también tiende a subir en años electores (desde 1941 solo ha habido dos años en rojo para Wall Street en año electoral) y éste se decide nada menos si Donald Trump prolonga o no su polémico mandato al frente de la primera economía del mundo.

Otra cosa es que EE.UU. vuelva a superar a Europa en lo que a rentabilidad se refiere y, de hecho, empieza a haber una cierta divergencia a la hora de señalar las regiones donde se pueden quedar los mayores beneficios de la renta variable, ya que cada vez son más los expertos que relegan a EE.UU al tercer puesto de su lista de preferencias, tras los mercados emergentes y, ¡sorpresa!, también Europa, las dos regiones favoritas de los gestores de fondos a la hora de invertir. 

Las razones que explican que Europa, y más concretamente la eurozona, se esté ganando otra vez la confianza de los analistas son muchas pero hay tres que destacan por encima de las otras.

1) Valoraciones más atractivas

“A los inversores cada vez les gusta menos pagar en exceso por los títulos más masificados, ya sea desde el punto de vista geográfico o de estilos, y están preparados para el cambio. Solo necesitan un catalizador. Nuestro supuesto principal –en el que no hay Brexit duro y EE.UU. y China llegan a acuerdos comerciales parciales– hace que la renta variable de fuera de Estados Unidos resulte atractiva”, afirma Fabiana Fedli, responsable global de activos fundamentales de RobecoSAM.

Y es que, según explican Álvaro Fernández y Mario González, directores de desarrollo de negocio de Capital Group en Iberia, “comparadas con las estadounidenses, las compañías europeas cuentan con una rentabilidad media por dividendo más elevada y unas valoraciones inferiores, lo que resulta atractivo para aquellos inversores que prefieren mostrarse más defensivos en las últimas etapas del ciclo”. De hecho, según sus cifras en términos de PER a doce meses no hay ningún sector en Europa que cotice con PER más alto que sus homólogos americanos (ver gráfico)

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Fuente: Capital Group

Sin embargo, Philip Dicken, director de renta variable europea de Columbia Threadneedle, advierte del peligro de generalizar cuando se habla de Europa y de sus mercados de valores. “Europa resulta barata en comparación con EE.UU., lo que supone un punto de partida favorable. Sin embargo, este respaldo en términos de valoración tiene que complementarse con una cuidadosa selección de valores para generar las mejores rentabilidades”

2. A la búsqueda del rico dividendo

En un contexto en el que la recomendación por la renta variable no oculta la necesidad de decantarse por sectores más defensivos y generadores de rentas, cobra importancia el criterio de la rentabilidad por dividendo a la hora de componer las carteras ya que, según explica Ann-Katrin Petersen, estrategia de inversión de Allianz Global Investors “en un entorno de rendimientos muy bajos o negativos, las rentabilidades por dividendos siguen resultando atractivas”. Y pese a que cada vez más empresas de EE.UU. se unen al reparto de dividendos como estrategia para mantener contentos a sus accionistas, Europa sigue siendo la gran reina en este tipo de remuneración al accionista.

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De hecho, para Ostrum AM, filial de Natixis IM, “la rentabilidad por dividendo, que se sitúa en el 3,5% en Europa, constituirá la parte del león en el rendimiento esperado para 2020”. Sobre todo tendiendo en cuenta que su gran competidor, el bono alemán, sigue cotizando con rentabilidades negativas y nada apunta a que vaya a dejar de hacerlo a corto plazo mientras se mantenga la política acomodaticia del BCE.

 

 

 

 

3. Menos protagonismo en los riesgos geopolíticos

“Las acciones estadounidenses han liderado la renta variable global en 2019. Creemos que en 2020 este liderazgo podría llegar a regiones como Europa, donde la confianza ha sido especialmente negativa, y mercados asiáticos más allá de China, beneficiarios de la guerra comercial”, afirman Alex Crooke y George Maris, responsables adjuntos de renta variable desde Janus Henderson.

Además, no hay que olvidar que la exposición de Europa al nuevo conflicto entre EE.UU. e Irán no es tan alta como la que tenía a la guerra comercial y que tras las elecciones de Reino Unido, se ha quitado la incertidumbre que suponía un Brexit sin acuerdo. “Eventualmente, los índices de acciones estallaron en octubre a medida que la situación mejoró en el aspecto geopolítico, en términos de las negociaciones arancelarias tanto de Brexit como de EE.UU. y China. Por primera vez desde 2016, las fuerzas geopolíticas y los bancos centrales se han movido en la misma dirección, reavivando el apetito de riesgo de la renta variable europea y favoreciendo el valor frente al crecimiento en la región”, afirman Eric Mijot y Alexandre Drabowicz, responsables de estrategia y renta variable de Amundi, respectivamente.

Además, a diferencia de en el pasado, el riesgo meramente político se encuentra este año en EE.UU donde, según recuerdan desde UBS "un cambio en el liderazgo de EE.UU. hacia un candidato con una agenda política radicalmente diferente podría llevar a una infraponderación de las acciones de EE.UU. en favor de oportunidades en otras partes del mundo”.