Zorzal anida en Zaranda

Zaranda era un restaurante de Madrid donde, para muchos, se comía francamente bien. La Guía Michelín lo premió con una estrella a los pocos meses de abrir su puertas y su chef, Fernando Pérez Arellano, gozaba de una gran reputación entre críticos y gourmets. Cuando la alta restauración en la capital todavía no estaba agobiada por la crisis de consumo y a los comensales no les importaba tanto pagar una abultada factura, pudo incluso mudarse justo al lado de la Plaza de Chamberí y destinar su emplazamiento original (un pequeño local en la calle San Bernardino, cerca de Plaza de España) a Zorzal. Un pequeño-gran restaurante bajo la supervisión de Pérez Arellano en el que, nada más llegar, hacían el mejor de los recibimientos con un genial aceite de oliva virgen extra para mojar en pan. Pero, a principios de mayo, el chef cerró Zaranda, dejó la dirección de Zorzal y se trasladó al Hotel Hilton de Mallorca.

Ahora, cual ave fénix, Zorzal ha resurgido de sus cenizas, y de las de Zaranda, y funciona desde hace pocas semanas en el local de Chamberí. Muy luminoso -da gusto comer en un día soleado- y con una decoración que se sigue manteniendo sobria y elegante. Aunque la dirección haya cambiado, siguen recibiendo al comensal de la misma forma: con un trato educado pero cercano, te sirven pan y un aceite de oliva suave pero con un puntito ácido que está de muerte. Y también con nueces de macadamia, aceitunas de la variedad arbequina y una samosa rellena de pepitoria que sorprende para bien.

La carta, como era de esperar, se compone de platos tradicionales, como el cocido en dos vuelcos, a los que se le ha añadido un toque moderno y personal, como el rabo de toro con muselina de patatas y espinacas. También hay pulpo, jamón ibérico, anchoas del Cantábrico (a tres euros la unidad) y un apetecible y acertado pez limón al cilantro y tartar de aguacate.

Según los dueños del establecimiento, el protagonista indiscutible es el producto. Y no les falta razón. En el arroz mantecado, los espárragos verdes acompañados de colmenillas guardan su genial y auténtico sabor. Y las croquetas de jamón ibérico y los buñuelos de bacalao saben como los de las abuelas. Exceptuando la parte del ibérico, porque -si me permiten- la mía se indignaría si se entera de que las croquetas se hacen con un jamón como ése... Entre los postres, destaca la sopa de chocolate con cítricos y helado de jengibre. Muy sabroso, pero lo suficientemente suave para que los detractores del condimento se reconcilien con él.

La Guía Michelín otorgó a Zorzal un Bib Gourmand en 2009. El galardón reconoce la relación calidad-precio de los locales y parece que Zorzal lo merece: 35 euros de media por persona -eso sí, sin vino- van bien, en mi opinión con el servicio y la materia prima del local, lo mejor en mi opinión. Aun así, creo que lo ideal es dejarlo para una ocasión especial (cierra los domingos por la noche y los lunes y los martes durante todo el día) o para una comida de negocios.

Recuerden: si reservan al mediodía, mejor que el tiempo esté soleado.