Vencedores o vencidos: Una indignidad

A bordo del ARGOS 25 Octubre 2013

En ocasiones – si no siempre- tendemos a pensar que hemos “acertado” con nuestra decisión de inversión porque está subiendo. Si además lo hace fuertemente en un periodo de tiempo muy corto tras nuestra compra, daremos hasta palmas con las orejas y nos golpearemos la espalda, las chicas nos admirarán por nuestra sabiduría y los amigos por nuestra agresividad, seremos reverenciados en nuestras fiestas con amigos y todos querrán saber cómo podrían ellos, pobres mortales, ser beneficiados por nuestro glorioso destino. …Bueno, quizás haya exagerado un poco pero la conclusión es que si nuestra acción sube, sabemos que hemos invertido bien.

Lo cierto es que no es exactamente así. Recuerdo hace años- y así lo comentaba en el libro- cómo un cliente me decía que habíamos comprado muy bien unas acciones de Repsol, porque un mes más tarde estábamos ganando un 28%. Mi respuesta fue que no, que habíamos invertido bien porque habíamos comprado baratas las acciones de esa empresa, no porque el mercado nos estuviera dando la razón un mes más tarde.

Asumir que nuestra inversión ha sido correcta porque los demás nos dan la razón tiene más que ver con la especulación que con la inversión en sí, o más en concreto, con lo que desde el value se entiende como inversión tal y como la definía Graham. En esa situación no estamos poniendo nuestro foco en encontrar margen de seguridad, sino en tratar de adivinar la tendencia que seguirá su precio. Como Graham decía: No tienes razón porque los demás te la den, sino porque tus datos y razonamiento sean correctos. Que luego te den la razón en el corto plazo ya es más una cuestión de mera coincidencia.

Poner el foco en encontrar ese margen de seguridad, en estimar un valor razonable de una empresa permite olvidarse hasta cierto punto de la evolución a corto plazo del precio de sus acciones y tener la tranquilidad de saber que, más tarde o más temprano, el mercado reconocerá que el diferencial entre el precio y el valor es excesivo y se ajustará. (Bueno, esto en un mundo ideal, pero por supuesto también los value podemos equivocarnos,…y de hecho lo hacemos pero,….chisss, que no se entere nadie).

Cuando aprendemos que nuestra concentración ha de ir dirigida a tomar decisiones correctas, basadas en unos datos y un razonamiento correcto, las decisiones estarán bien tomadas,…pero unas saldrán bien y otras no. Con suerte, esfuerzo y paciencia, serán más las que nos generen rentabilidad que las que supongan pérdidas.

“Decisiones correctas”. Perdonadme pero la parte de inversión acaba aquí porque creo que, como a todos, la indignidad de esta última semana se merece unas líneas (y se lo prometí a una amiga además). Me refiero naturalmente a la indigna e injusta sentencia del “Tribunal” de Estrasburgo y la infamia de la prisa con que la Audiencia Nacional (y el Gobierno mirando de lado) ha procedido a ejecutarla.

Quizás muchos recordéis la estupenda película (y muy dura, os advierto) de Vencedores o Vencidos: El Juicio de Nüremberg, donde participaba un tremendo elenco de grandes actores, desde Burt Lancaster, Richard Widmark, Marlene Dietrich, Judy Garland, Montgomery Clift,…pero sobre todos resaltan los personajes de Lancaster (como el juez alemán Ernst Janning) y Spencer Tracy como el juez americano Haywood puesto por los Aliados para uno de los “juicios menores”. En ese proceso de Nüremberg, si no recuerdo mal, fue cuando se instauró el delito contra la Humanidad. A lo largo del proceso se ve cómo el abogado alemán de los acusados- todos jueces alemanes que no protestaron las leyes de Hitler- defiende a sus clientes con vehemencia y aplica todos los trucos del derecho y se acoge a la “legalidad”,…hasta que Burt Lancaster- Ernst Janning- se levanta y clama: “¿Es que vamos a empezar de nuevo?”

Sobrecoge. Y aún más cuando se decide a hablar. Al final de la película, Janning habla con el juez Haywood reconociéndole que la sentencia- de culpabilidad- fue la correcta, fue JUSTA (¿se enteran en Estrasburgo y el Gobierno?) y que él la asume sin problemas; …pero quiere justificarse ante el juez Haywood porque necesita que él, que es Justo pese a las presiones que tiene que afrontar y le perjudican, le “perdone”. No judicialmente, claro, sino como persona. Se justifica diciéndole: “Créame que nunca pensamos que las cosas llegarían a tales extremos”. Haywood le mira y con sequedad, pero con tristeza por el que fue un gran jurista, le dice: “Se llegó a tal extremo la primera vez que dictó una sentencia a sabiendas de que era INJUSTA”.

Lo que han decidido en Estrasburgo es una auténtica injusticia. Lo que el Gobierno no ha hecho: mandarles a paseo y decirles que no aplicarán esa sentencia por ser intrínsecamente injusta, es una infamia, una cobardía, es aplicarse cobardemente a la letra de la ley, pero olvidarse por completo de hacer lo que es JUSTO.

La Iglesia que es sabia en las cosas de Dios y de los hombres ya dictó siglos atrás que era lícito moralmente rebelarse contra leyes injustas. Como decía Haywood a Janning, se llegará a tristezas que no contemplan la primera vez que aceptaron- por cobardía y falta de gallardía- una ley injusta. Luego se les llenará la boca de democracia, derechos y luchas por las libertades. Habrá que decirles como Janning: ¿Dónde estabais cuando se llevaban a vuestros vecinos, estabais sordos, estabais ciegos?

En la obra de ¿Quevedo? La Toma de Mastrique había una escena en que un vigía holandés gritaba: ¡Alto, quién vive!, y le contestaban: ¡Un hombre!,…Eso ya lo veo- decía el vigía- ¿pero de qué nacionalidad?. Y contestaba el otro: ¡Español, claro!¿qué otro puede declararse como tal?,…salvando las distancias ¿dónde quedó la gallardía, el hacer las cosas correctas?

Un abrazo a todos y hasta el próximo artículo.