¡Vaya desmemoria!

Adriana Scozzafava, Accenture
Accenture

Leo con estupor una noticia en la prensa económica: "S&P respalda los productos más complejos de la banca como nunca en la historia”. A lo largo del artículo se hace mención a cómo la regulación ha ayudado a mejorar los controles y a que se haga un mejor seguimiento de las empresas. Aceptando que la regulación está ayudando a establecer mayores controles, creo que se sigue dejando a un lado la cuestión de fondo: la naturaleza humana.

Lo que un consumidor quiere, en general, es invertir sin riesgo con una rentabilidad alta y disponer de dinero aportando mínimas garantías a un coste bajo. En este escenario si bien la legislación europea se ha preocupado en considerar a todos los actores -incluidas agencias de calificación-, no es difícil anticipar la dificultad para demostrar una actuación inadecuada, reclamar responsabilidades y anticipar la siguiente grieta o picaresca  que pueda surgir en el ecosistema financiero.

Hay legislaciones como MiFID cuyo espíritu es evitar que se venda a un inversor un producto que no entienda, que llevadas al extremo pueden hasta crear mayor desprotección: un particular que guiado por su naturaleza humana acepte, o se autocalifique, con un determinado nivel de conocimiento financiero tendrá difícil alegar que su EE.FF. ha incurrido en alguna irresponsabilidad.

Se estima que la inversión en cumplimiento normativo de una EE.FF. global esté entorno a los mil millones de dólares al año. En un escenario de retornos bajos y presión por la eficiencia, estas inversiones limitan la dedicación de recursos al desarrollo del negocio y contribución al desarrollo y bienestar de la sociedad, que debería ser el propósito de cualquier EE.FF. que se precie. Viendo que las agencias de calificación empiezan a lanzar campanas al vuelo y que la naturaleza humana, dentro y fuera de las EE.FF. es la que es, no dejo de preguntarme si algún ente superior estará pensando en opciones más sostenibles. 

En mi opinión, si se invirtiera en formación financiera, uso efectivo de la tecnología y simplificación financiera, se implantaría soluciones de verdad estructurales y a la larga más económicas. Formación financiera: ¿para cuándo una asignatura obligatoria desde primaria? Uso efectivo de la tecnología: ¿para cuándo una explotación analítica predictiva de la información disponible en las entidades por parte del supervisor?

Simplificación financiera: ¿para cuándo EE.FF. con foco en simplificar productos, ajustar costes y preparase para aportar valor en un escenario des-intermediado?

El detalle de la información disponible en las EE.FF. y el estado del arte de la tecnología en términos de capacidades y coste permite plantear soluciones al servicio de los ciudadanos, supervisores y EE.FF. Gracias a esta combinación las empresas digitales hacen ofertas personalizadas en base a información disponible y pautas de consumo. Esta misma lógica que han empezado a utilizar las EE.FF. aplicada a la supervisión permitiría anticipar, prevenir y en definitiva actuar antes de que se produzcan prácticas inadecuadas.

Llegado a este punto, y volviendo a “la naturaleza humana”, he decidido recortar el titular sobre la seguridad de los productos financieros complejos y ponerlo en un lugar donde pueda verlo de vez en cuando, ¡no vaya a ser que se me olvide!