Una receta post elecciones: parálisis con un toque de estímulo económico

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TRIBUNA de Daniel Morris, estratega de Inversión senior, y Steven Friedman, economista jefe de BNP Paribas Asset Management. Comentario patrocinado por BNP Paribas Asset Management.

Una hipótesis razonable para los dos próximos años es que se produzca una parálisis legislativa, aunque los mercados infravaloran la posibilidad de que se logren incrementos discrecionales adicionales en el gasto. Ni los republicanos ni los demócratas van a querer que el gasto público caiga durante el EF 2020, que es cuando vencerá el acuerdo presupuestario bienal alcanzado este mismo año. Nuestra previsión es que este acuerdo se amplíe dos años más. Los dos partidos están también a favor de que contar con algún programa de infraestructuras. De todos modos, aunque existe la voluntad, tendrán que llegar a algún acuerdo sobre su importe, prioridades y financiación.

Los mercados de renta variable a menudo experimentan un repunte de “Navideño” hacia finales de año, aunque los beneficios suelen ser mayores tras las elecciones de mitad de mandato. No obstante, las perspectivas a medio plazo quizá no sean tan alentadoras: la combinación de un presidente republicano y de un congreso dividido ha dado resultados mediocres en el pasado.

Tal y como se esperaba, los demócratas se han hecho con el control de la Cámara de Representantes en las elecciones de mitad de mandato del martes, al alzarse con una mayoría para el 116.º Congreso, que iniciará su andadura el 3 de enero de 2019. De todos modos, la “Ola azul” de entusiasmo de los votantes demócratas se estrelló contra el espigón de la compleja matemática electoral del Senado: los demócratas tenían que defender 10 escaños de estados en los que el entonces candidato Trump ganó en las elecciones presidenciales de 2016, mientras que solo se presentó un titular republicano para la reelección en un estado en el que ganara Hilary Clinton. Además, los republicanos se han mostrado igual de animados en estas elecciones que los demócratas, y la participación de ambos partidos parece haber sido elevada. Por ello, los republicanos han logrado hacerse con escaños, por lo que han aumentado su mayoría en el Senado.

Históricamente, cuando el Congreso ha estado dividido se ha producido siempre un grado considerable de parálisis en las instituciones: ningún partido puede avanzar con sus prioridades legislativas, a menos que exista algún objetivo común con el otro. Además, es lógico esperar que los demócratas no deseen llevar a cabo acciones legislativas bipartidistas que el presidente Trump pudiera presentar como importantes logros propios durante la campaña de reelección. Los demócratas quizá opten por usar su mayoría para centrarse en nuevas leyes que tengan como fin principalmente fomentar su agenda para las próximas elecciones presidenciales. Es posible que quieran aprobar leyes en la Cámara de Representantes que seguramente sean populares entre su base electoral y los independientes, incluso si existen pocas posibilidades de que se aprueben en el Senado o de evitar el veto presidencial en el caso remoto de que lo hagan. Por último, la labor legislativa del Congreso pudiera detenerse por completo si los demócratas de la Cámara deciden centrar sus energías en investigar las políticas y al personal de la administración, lo que pudiera incluir preparar la acusación para un posible impeachment.

Todo lo anterior ha contribuido a que exista consenso en el mercado sobre que durante los dos próximos años no se conseguirá demasiado a nivel legislativo. De todos modos, una ventaja de que el Congreso esté dividido es que será más probable que se aprueben ciertas leyes polémicas, pues no podrá culparse a uno solo de los partidos si la legislación resulta impopular entre parte del electorado. Un área controvertida en la que pudiera llegarse a un acuerdo tiene que ver con una reforma integral de la inmigración (recordemos que el último intento serio de reforma se produjo también con un Congreso dividido). En cualquier caso, no será nada fácil: el núcleo duro de la base republicana seguramente rechace cualquier posibilidad de que se dé la ciudadanía a inmigrantes indocumentados, mientras que los demócratas seguramente se opondrán a que se dediquen demasiados fondos a la construcción de un muro en su frontera sur.

También existen áreas en las que ambos partidos comparten objetivos. Por ejemplo, los dos querrán al menos mantener los niveles de gasto en programas discrecionales que cuadren con sus prioridades políticas. Así pues, es bastante probable que amplíen el acuerdo presupuestario de este año a los ejercicios de 2020 y 2021.

El gasto en infraestructuras es otra área en la que pudieran llegar a un acuerdo, aunque no será nada fácil. Los republicanos han expresado un tímido apoyo a la demanda de gasto en infraestructuras del presidente Trump, aunque la administración no ha detallado prioridades concretas al respecto. Por su parte, los líderes demócratas actuales ya han propuesto un programa significativo de gasto en infraestructuras, con la esperanza de presentarles a los votantes en 2020 logros tangibles que demuestren su capacidad de liderazgo. No obstante, no será nada fácil llegar a un acuerdo: los republicanos se resistirán a aprobar el presupuesto demócrata por valor de 1 billón USD. Algunos demócratas han propuesto un impuesto al carbono para financiar este programa, pero los republicanos tampoco están por la labor. Finalmente, la administración, al igual que muchos republicanos en el Congreso, prefieren proyectos de infraestructuras que cuenten con financiación del sector privado.

Nuestras expectativas en lo que respecta a la política comercial son independientes de los resultados de las elecciones, dado que este es un aspecto que queda en gran medida fuera del control del presidente. A pesar de ello, si el presiente Trump se sintiera frustrado por que el Congreso esté dividido, existe la posibilidad de que use la política comercial como un área en la que pudiera conseguir avances, lo que probablemente supondría una escalada en los enfrentamientos. Es incluso posible que el hecho de que la Cámara sea demócrata le favorezca, pues este partido se ha mostrado a menudo más receptivo a adoptar medidas proteccionistas para defender su industria nacional que el republicano, que tradicionalmente se ha mostrado más a favor del libre comercio.

Implicaciones para el mercado

Como los resultados de las elecciones han sido básicamente los esperados, la reacción inmediata de los mercados debería ser escasa. Sin embargo, a medio plazo el recorrido quizá sea diferente de lo que habría sido si los republicanos hubieran mantenido el control. De hecho, la historia parece indicar que las rentabilidades, al menos en el caso de la renta variable estadounidense, pudieran ser ahora bastante peores. Históricamente, la combinación de un presidente republicano con un Congreso dividido ha resultado en la media de rentabilidad anualizada real más baja desde 1952, con un -4,3 %. Por el contrario, con un presidente republicano y un Congreso controlado por el mismo partido la rentabilidad media ha sido del 12,9%, la tercera mejor de todas las permutaciones posibles.