Una concentración llamativa

Rolf_Mueller_CIO_Insignium_
-

Con el inicio del 2020 se termina una década repleta de eventos que han dejado una sensación de aceleración generalizada. Junto a las decisiones de los bancos centrales y el nuevo orden que parece dibujarse en el tablero político global, el auge de la tecnología digital forma parte del legado de una década que está dejando huellas profundas, tanto en nuestra vida diaria como en bolsa. 

Contrariamente a muchos otros asuntos, la proliferación de la tecnología parece duradera y entre las caras más visibles del éxito de todo un sector están los Smartphones: desde el 2009, el porcentaje de la población mundial que se conecta a internet se ha duplicado* y hoy somos unos 4.550 millones de usuarios diarios. Con más de 3.300 millones de teléfonos móviles inteligentes en el mundo, no sorprende que la mayoría de las conexiones digitales se realicen a través de estos terminales.

Durante los últimos diez años, la ola de la conectividad digital fue una de las mega-tendencias más lucrativas para el inversor: muchas de las empresas relacionadas con internet y con la tecnología se han convertido en estrellas y el crecimiento arrollador de sus cotizaciones ha empujado los índices estadounidenses hasta alturas estratosféricas (por ejemplo el Nasdaq Composite, con un +295% de rentabilidad acumulada desde finales del 2009).

Aunque el sector tecnológico no sea el único responsable para el descarado despegue de la bolsa americana frente otros índices internacionales, sí ha sido un factor determinante. En menos de una década, la tecnología se ha convertido en el sector con más peso en el índice S&P500 y su rentabilidad acumulada desde finales del 2009 así lo refleja (+190%). En comparación, el índice FTSE All World Index subió un mero 90% durante el mismo período.

Paradójicamente, el auge de la tecnología en bolsa hace que el índice S&P500 pudiera ser más vulnerable de lo que parece a primera vista: de los 26 billones de dólares de su capitalización bursátil, el 22% está concentrado en tan sólo diez compañías. Las primeras cinco (Apple, Amazon, Alphabet, Microsoft y Facebook) están relacionadas con la tecnología y juntas suman más del 18% de la capitalización del índice; no se ha dado semejante concentración desde la burbuja de las “puntocom”.

Se podría decir que la explosión del uso de los vehículos de inversión pasiva (ETF**) es otro legado de la última década; sin que sean la única causa, es probable que estos instrumentos hayan exacerbado tanto la subida de los índices como la mencionada concentración. Pero los ETF son un arma de doble filo: su inmensa popularidad podría convertirse rápidamente en un lastre para los índices si el liderazgo de las empresas tecnológicas americanas perdiera brillo. Hoy no estamos ahí, aunque los indicios que apuntarían en esta dirección se acumulan.

Con 20 años de crecimiento salvaje a sus espaldas, la conectividad digital llega a cierta madurez: por un lado, algunos de los gigantes de la industria están bajo el escrutinio de las autoridades domésticas (véase el testimonio de M. Zuckerberg ante un comité del Congreso en 2019).  Por otro, respondiendo a las demandas de una sociedad cada vez más informada, los desarrollos legislativos trabajan para romper los cuasi-monopolios y para incrementar la supervisión de las redes sociales. En el contexto internacional, hay un notable aumento de las trabas regulatorias coordinadas y la batalla en torno al estándar 5G apuntaría a más competencia para todo el sector.

El mencionado liderazgo se está cuestionando. Sin subestimar la capacidad de reacción de los gigantes del sector, sería un asunto a tener en cuenta, junto con el hecho de que la suerte de uno de los principales índices bursátiles del mundo, a pesar de incorporar a las 500 compañías americanas más importantes, dependa en buena medida de un puñado de valores estrella.

En este contexto, y sin contemplar otros datos (por ejemplo, la valoración o la posible recuperación de la economía europea), parece que el excepcionalismo de los índices americanos durante los últimos años no va a ser del todo sostenible en la próxima década.