Una agenda de reformas, algo muy necesario también para los grandes de Latinoamérica

Alejandro_Varela
Imagen cedida

Si hay algo que ha pillado por sorpresa este año a gestores y analistas, es el declive de los mercados emergentes. Una tesis de inversión que se antojaba casi eterna, aquella que promulgaba el imparable ascenso de las clases medias y sus efectos sobre la economía en su conjunto, se ha visto truncada por el pobre resultado del cambio de modelo económico en China (sustituyendo exportaciones por consumo interno) y por el anuncio del fin de la política de estímulos monetarios de la todopoderosa Reserva Federal.

En Latinoamérica, estos dos factores han pesado de un modo importante en las dos economías más importantes del continente, Brasil y México. Pero si hay un elemento clave en el desempeño de muchas economías sudamericanas, ese es el precio de las materias primas. Durante 2013, metales preciosos y materias primas agrícolas se han hundido de media más de dos dígitos con la consecuente pérdida de ingresos para los países más dependientes.

México, quizás, haya podido mostrar la evolución más decepcionante de todas. La pérdida de dinamismo de la economía americana a consecuencia de la política de contención del déficit, unida a la disminución del gasto público por parte del gobierno mejicano han puesto en evidencia todas las previsiones de los analistas. Por esta razón, el Fondo Monetario Internacional proyecta apenas un 1,2% de crecimiento para el país en 2013, si bien deja la puerta abierta a un mayor acercamiento al crecimiento potencial para 2014.

Brasil, sin embargo ha sido capaz de superar las previsiones más pesimistas a pesar de contar sobre el papel con un punto de partida muy desfavorable. Los serios problemas estructurales a los que se enfrenta el país, no han impedido que el crecimiento haya repuntado hacia ritmos del 3,3%, razón por la que el FMI descuenta al menos un 2,5% de crecimiento a final de año. A pesar de lo alentador de estos datos, a nadie se le escapa el cúmulo de retos al que se enfrenta la economía brasileña: su abultado déficit de infraestructuras, un mercado laboral con serias carencias y muy sobrecalentado, la pobre competitividad de su industria, la mayor escasez de financiación y el cansancio del crédito, la dependencia cíclica de China, los elevadísimos niveles de inflación, un menor margen de maniobra en materia de tipos de interés...

Sería injusto, negarle a un país con la riqueza intrínseca que atesora Brasil las posibilidades de recuperación a corto y medio plazo, que sin duda existen. Apenas hace tres años, se erigía como un nuevo El Dorado, y podríamos decir que la falta de continuidad del proyecto político de Lula, absolutamente ensombrecido por la gestión de su sucesora Dilma Roussef, unido a una cierta fatiga cíclica han desembocado en una compleja situación económica para el país.

Ahora más que nunca se impone una agenda reformista muy ambiciosa en Brasil que devuelva cierta confianza a la inversión extranjera. Se hacen necesarios cambios liberalizadores, menor presión impositiva, y en definitiva menor intervencionismo junto a un marco jurídico-legal estable y atractivo para la inversión.

Así lo han entendido ya en México, donde la ejecución de las reformas anunciadas promete excelentes resultados. Esto es lo que se espera de las tres grandes reformas del gobierno de Peña Nieto (educativa, fiscal y sobre todo la energética). Ante las dificultades de un entorno exterior adverso, sólo queda defenderse con aquello que depende de uno mismo. Esto es lo que le queda a España, pero también resulta ineludible para las grandes economías latinoamericanas que quieran jugar un papel destacado en el mundo global.    

Renta 4 Latinoamérica FI, se caracteriza por invertir en las mayores compañías del continente sudamericano. Invertir a la espera de una recuperación competitiva de Brasil, y el repunte esperado de la economía mejicana es posible a través de este fondo de amplia trayectoria, que acumula un 70% de rentabilidad en los últimos 5 años.