Un nuevo patrón monetario (II)

 

"Es injusto que una generación sea comprometida por la precedente. Hay que encontrar un modo de preservar a las venideras de la avaricia o inhabilidad de las presentes."

Napoleón Bonaparte

 

No podemos proteger a nuestros hijos de nuestra inhabilidad. Y, lo de protegerles de nuestra avaricia, tiene matices. Transferimos a las generaciones venideras un balance. En el lado del activo podemos dejar un aparato productivo mejor o peor,  y un uso de los recursos naturales  más o menos mesurado. Pero es difícil blindar su calidad, solo con una macro bien enfocada. El pasivo del balance a transmitir, es otra cosa. Aquí sí que podemos impedir que las generaciones anteriores se endeuden para anticipar el consumo de las venideras. No individualmente, pero sí de manera agregada. Impedir que ello suceda equivale a impedir el llamado llamado superciclo crediticio (por su larga duración de hasta sesenta años).

¿Y cómo se evita el ciclo crediticio? Controlando la creación del bien de intercambio del sistema: el dinero. El exceso de dinero, empuja a la sobrevaloración de los activos con un efecto burbuja evidente, y además, permite a las generaciones actuales anticipar el consumo de las futuras, con el crédito al consumo. Si el dinero se crea cuidadosamente en cantidad, y tiene un coste de oportunidad tangible, minimizamos esos daños. Hay que evitar que volvamos a un nivel de endeudamiento global que se sitúa en el 435%  para los países de la OCDE y China.

¿Definimos “cuidadosamente”? Fácil: Justo al contrario de cómo lo venimos creando en los últimos veinticinco años. Lo siento, pero creo que hay que despedir a los politburós de los bancos centrales, íntegros. Solo dejaría a los secretarios del consejo que redactan las actas. Y alguna secretaria. No es personal.

En primer lugar, hemos de recuperar un patrón para las divisas fiduciarias(lamentablemente todas lo son hoy). En contra de la opinión de la mayoría de compañeros de la escuela austríaca, mucho más talibanes en materia de dinero que yo, creo que abandonar el patrón oro fue una buena idea. No son tan buenos los motivos por los que se hizo. Se abandonó en 1971, para posibilitar una huida económica hacia adelante; y lo hizo Nixon, y eso ya es indicativo de algo turbio.

Pero el patrón oro tenía que acabarse un día u otro.  Coincido plenamente con Warren Buffet. Lo del oro es de locos: nos gastamos un dinero en excavarlo del subsuelo y fundirlo a lingotes, para luego volverlo a guardar en una cámara acorazada excavada también en el subsuelo (Fort Knox). No he visto actividad más inútil. ¡Y sin embargo suma al PIB!

Quitar el oro no fue el problema, lo terrible fue que no se organizase un patrón alternativo. Darle el poder absoluto de imprimir a destajo la divisa de reserva del sistema, al presidente de turno, fue como darle una pistola a un niño. Mejor dicho,  en la propia terminología inglesa de los politburós: un “bazooka”.

Poco despues del Smithsonian Agreement, la inflación, previsiblemente, se descontroló. Llegó Paul Volker, todo integridad, y no le gustó lo que veía: embridó la maquinaria monetaria y, con mucho sacrificio, metió en cintura la inflación de dos dígitos en la divisa de reserva. Pero la vida siguió. Y llegó Greenspan, su sucesor, que era adicto al saxo, y al “monopoly”. De hecho imprimir y jugar con los tipos de interés le salvó los muebles, nada más aterrizar en el cargo, en el crack del 87. Quedó muy agradecido a la portentosa eficacia de su maletín de herramientas. ¡Olé! Podía imprimir y manipular tipos a mansalva.

Una década después, cuando aburrido ya, se planteó por primera vez moderar el ciclo crediticio y el boom bursátil, se le echaron encima todos los medios de comunicación. Soy viejo, y recuerdo con exactitud sus famosas palabras: “irrational exhuberance”. Con ellas se le ocurrió manifestar su preocupación por el aún desconocida “inflación de activos” que se iniciaba, y se desarrollaría a continuación. Casi le cuesta el cargo. Nunca más lo hizo. Ni él, ni sus sucesores, igual de adictos al dinero fácil, pero, lamentablemente, mucho menos diestros con el clarinete o el saxo.

Ahora, casi veinte años después, navegamos en deuda y billetes, pero la sociedad vive del subsidio, no llega a fin de mes, y tiene a sus hijos en paro, en un subempleo, o con un sueldo de miseria. No deberíamos sorprendernos de estas consecuencias. Sin patrón monetario, hemos animado a todo el mundo a usar billetes de “monopoly” como bien de intercambio. Tenemos mucho billete pero poca riqueza; tanto humana (acervo espiritual y cultural) como económica (un aparato productivo ecológico y bien orientado al valor futuro).

Hay que volver a someter la creación de dinero a un patrón. El dinero no puede ser chicle. Para encontrarlo, debemos recordar su rol: es un bien de intercambio. Es el embrague imprescindible para pasar de una economía de trueque a una economía con un medio de pago. Hay que usar el embrague con mesura, o se quema.

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