Un nuevo patrón monetario (I)

Decía Henry Ford, que si la gente entendiese el sistema monetario, habría una revolución antes del día siguiente. Hay muchas cosas que no funcionan bien en el sistema económico internacional. No solemnicemos lo evidente. Pero lo cierto es que la raíz de todas las disfunciones globales actuales ha sido el desmadre del sector de creación de dinero y crédito: el sector financiero.

Una mayoría de sectores productivos necesita un replanteamiento general. Pero el sistema financiero, y la creación de dinero en su más amplio sentido, deberían constituir la reforma paradigmática. Por tres razones. Primero, porque nos ahorraremos un largo calvario a la japonesa, si evitamos “zombificar” el sistema actual. Segundo, porque sin creación desordenada de dinero, evitaremos que la burbuja crediticia actual se vuelva a repetir. Tercero, porque reformar la creación de dinero daría legitimidad a las otras reformas que hay que hacer.

No podemos pedirle a la población que acepte indexar las prestaciones sociales al PIB, o el bono sanitario o el escolar, si no ven que los sacrificios también afectan a la “beautiful people”

El primer economista que entendió en profundidad los efectos de la creación de dinero, fue Richard Cantillon. Era irlandés, aunque vivió finalmente en París. Y se le ocurrió aportar algunas ideas novedosas e inoportunas en un escrito, sin editar durante décadas, catalogado como incunable.

En primer lugar, puso de manifiesto que es un error identificar dinero y riqueza. Una confusión, que aún hoy necesita recordarse. El dinero es la unidad monetaria de valoración de la riqueza, pero no es riqueza. Las cosas valen lo que valen, por razones de reposición, o de valoración actual de flujos prospectivos. Si Bernanke o Dragui imprimen, e imponen intereses muy bajos, parece que valgan más, pero valen lo mismo. Aunque el valor de su casa suba, usted no es más rico. Siempre necesitará una para vivir.

Su contribución más osada, etiquetada como “el efecto Cantillón”: los que más se benefician de un proceso de creación de dinero son los actores económicos que estás más próximos a la misma. Es la versión monetaria del conocido refrán: “quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”.

Murió asesinado en circunstancias misteriosas. Casi tres siglos después,  y tras el mayor desmadre de crédito que uno imaginarse pueda, tras dormir años prácticamente al lado de las máquinas de impresión, Yellen va por la vida, alegando sensibilidad en defensa de los pobres. Uff!

Los adjetivos calificativos van y vienen, pero los hechos son tozudos, y hablan por sí mismos. Solo hay que mirar los cambios en la distribución de la renta en su país, durante sus años de mandato en la Reserva Federal. ¿Quién ha sido el responsable principal de la concentración de la riqueza? Por qué los megayates aumentan sin cesar, y casi cincuenta millones de americanos usan cupones de comidas en comedores sociales?

Algún lector pensará, como fingió Bernanke, que las políticas monetarias expansivas, eran el precio a pagar para salvar al sistema de la bancarrota. Falso. Si el problema era compensar la contracción de la oferta monetaria, y evitar una cadena de quiebras, la expansión cuantitativa podría haberse hecho acercando a todos al dinero.

Sobradamente documentó Keen, que habría producido un efecto económico más estimulatorio, y habría sido más justo, expandir la base monetaria abonando las cuentas bancarias de los titulares finales, en vez de las de las entidades financieras. Era pues posible estabilizar equitativamente el sistema, y puestos a imprimir dinero, me hubiese gustado tener mi parte. ¿A usted no?

Para no repetir el error que nos ha llevado hasta aquí, hay que evitar booms monetario-crediticios como el de los últimos 25 años. E ir desinflando este, con mucha paciencia y dolor social.

Imprimir solo puede tener sentido para limpiar el desastre actual, si se hace equitativamente, y limitando simultáneamente los balances de los bancos centrales y la banca privada. Es absurdo tener un sistema financiero global frágil que imprima y otorgue créditos a destajo. Es inevitable reordenar el sector anclando el dinero base a un nuevo patrón, y limitando los balances de los bancos en todos los campos, desde el ratio de capital, hasta los riesgos “off balance” en mercados de derivados.

Nada de esto sería tan relevante si no fuese porque que luego, cuando el ciclo crediticio expansivo culmina, haya que crear más dinero aun, para salvar lo que se pueda.  Primero, apuntalando la fragilidad del sistema (que funcionen los cajeros). Segundo, intentando mitigar la depresión que causa la caída en picado de la masa monetaria efectiva, y la velocidad de circulación del dinero. Y por último, apuntalando como se puede la sostenibilidad de la carga financiera creada por la ingente deuda pública que los estados generan, aprovechando el ciclo crediticio expansivo.

Controlemos cuánto dinero se crea, y cómo se crea, y evitaremos tener que crear más, para limpiar el indebidamente creado previamente. Y se crea en dos círculos concéntricos, no correlacionados entre sí (no existe un multiplicador bancario desde hace mucho tiempo). Por un lado el banco central emite el dinero base, y luego la banca hace el resto a su albedrío. Hay que vincularlos, y acotar los ciclos expansivos. Con un patrón monetario que sustituya al oro de Bretton Woods, y un control efectivo de la creación de crédito.

Paradojas de la vida. En la mayoría de los países, es la izquierda la abanderada de las políticas monetarias laxas. Necesitan urgentemente, más lectura, Cantillon por ejemplo, y menos pancartas. O al menos, subsidiariamente, apuntarse a los consejos de Confucio: "el verdadero saber, es saber lo que no se sabe".

Este artículo es un resumen del post publicado en www.ricardotejero.net con fecha de ayer.