Un mundo bajo cero: los tipos negativos no son una buena noticia

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Foto cedida

Los tipos de interés negativos comienzan a imponerse en todo el mundo. En un intento de estimular el crecimiento económico, los bancos centrales están forzando los límites de su política monetaria, reduciendo sus tipos hasta situarlos en terreno negativo y planteando interrogantes sobre las consecuencias de esta política, que pueden ser peligrosas.

En enero, el Banco de Japón puso en marcha una política de tipos negativos y sorprendió a los mercados con la reducción al -0,10% de los tipos aplicables al exceso de reservas que los bancos depositan en el banco central. Se unía así al Banco Central Europeo (-0,40%), al Banco Nacional Danés (-0,65%), al Banco Nacional Suizo (-0,75%) y al Banco Nacional Sueco (-1,25%), que ya habían situado sus tipos de interés en terreno negativo.

La generalización de esta inusual herramienta política ha provocado que el volumen de deuda pública con rentabilidad negativa haya superado los 7,6 billones de dólares, lo que constituye en torno al 25% del total de la deuda soberana. Dicho volumen era prácticamente cero en verano de 2014. El país que presenta un mayor volumen de deuda pública con rentabilidad negativa es, con diferencia, Japón, con unos 5 billones de dólares. El resto son sobre todo países europeos, como Alemania, Francia, Italia y Países Bajos.

El objetivo de los tipos negativos es bastante simple: evitar que los bancos acumulen grandes cantidades de efectivo. Al implantar lo que en esencia constituye un impuesto sobre los depósitos, los bancos centrales pretenden que los bancos comerciales aumenten sus actividades de crédito e inversión. Este enfoque, en teoría, impulsaría la inflación y el crecimiento económico, ya que serían las empresas y los consumidores quienes, en última instancia, utilizarían el dinero. Sin embargo, en realidad no funciona así. Según algunos de sus detractores, se trata de una medida desesperada para tratar de impulsar unas débiles economías, tras el fracaso del resto de las medidas de estímulo.

El sector bancario europeo ya ha sufrido el impacto inmediato de esta política, ya que el precio de sus acciones ha caído bruscamente tras la introducción de tipos negativos por parte del BCE en junio de 2014. Junto al resto de problemas al que se enfrentan los bancos europeos, desde la severidad de los nuevos requisitos normativos al aumento de la tasa de morosidad, los tipos negativos constituyen una amenaza para la rentabilidad del sector, ya que ejercen una gran presión sobre los márgenes netos de interés. Los beneficios de los bancos llevan años viéndose afectados por unos tipos muy bajos. Pero el coste de los tipos negativos, que la mayoría de bancos se resisten a repercutir sobre sus clientes, está intensificando aún más la presión.

Irónicamente, la política de tipos negativos podría acabar poniendo en peligro el objetivo que persigue, ya que la preocupación de los bancos por su propia estabilidad financiera les llevaría a no ampliar su  actividad crediticia. Por otro lado, las aseguradoras también se enfrentan a un problema importante: un entorno de tipos negativos reduce la rentabilidad de la deuda global, lo que afectaría a su capacidad para hacer coincidir los activos y los pasivos a largo plazo. Nippon Life, una de las mayores aseguradoras japonesas, reconoció el problema en abril, y explicó que los tipos negativos afectarían a las ventas y los beneficios en un futuro próximo.

David Hoag y Fergus MacDonald, gestores de renta fija de Capital Group