Un mini templo de café que no está en cápsulas

Cuando leí el libro que analiza el éxito de Starbucks en Estados Unidos, me llamó la atención uno de los argumentos del autor: dio la campanada por convertir algo tan simple como un café en una experiencia 'gourmet'. Eso me hizo pensar que, también en España, a mucha gente el café ni le va ni le viene. Se toma para desayunar, en el descanso del trabajo, cuando alguien lo ofrece... Sin más. Por eso la cadena se ha hecho ese hueco tan particular. Con Nespresso, en mi opinión, ha pasado algo parecido: la filial de Nestlé ha conseguido que asociemos algo muy exclusivo a cápsulas de colores y una maquinita con ediciones limitadas que llevan cristales de Swarosky incrustados. Bien por la compañía y si estrategia. El caso es que, para los cafeteros, hay mundo más allá de George Clooney.

En la capital, en pleno barrio de Salamanca (Alcántara casi con Ortega y Gasset), hay un pequeño gran ejemplo de ello. Se trata de 'La Colonial de Ultramar', una tiendecita dedicada a las bebidas calientes que me encanta. El cartel del escaparate reza que no sólo tiene café, sino té y chocolate. También cuenta con distintas variedades de rooibos, una infusión sudafricana que nunca se debe confundir con el té rojo, y algunas propuestas de tisana.

Es cierto que el gran protagonista del establecimiento es el té, del que hay una completísima carta: los hay negros, rojos, verdes, blancos, un moruno con hierbabuena de Túnez que está de muerte, japonenes, 'darjeeling' de India, excelentes mezclas británicas... También hay algún juego de teteras y tazas precioso, que siempre me ha parecido una gran opción para regalar junto con un par de paquetitos de té. “Ten cuidado con ése”, me dijeron una vez cuando escogí uno rojo con naranja y cardamomo para una amiga. “El té rojo es 'desengrasante' y, si tu amiga sabe, podría interpretar que crees que tiene un problema de peso...”. Una calidad y un trato que no tienen nada que ver con las franquicias más populares. Y por un precio parecido.

El café ha sido un gran olvidado con la moda de las infusiones. Aquí no. La carta es mucho más escueta. Pero a mí me parece espectacular. Los hay de Jamaica, de Etiopía y de varios lugares del centro y del sur de América. Cada uno de ellos, con unas características especiales y muy particulares. El 'Nicaragua caracolillo', por ejemplo, es dulce y tiene toques achocolatados. El 'Kenya AA' es frutal y muy aromático. Y el 'Malawi mzuzu geisha' es fuerte y ácido. También hay alguna rareza, como el 'Nepal – Mount Everest', un arábiga de la única plantación del Himalaya y de la que sólo se comercializan unos pocos sacos al año. Sólo llegar a casa, abrir el paquete y olerlo ya es maravilloso. También hay, cómo no, un espacio para italia, con tres propuestas de mezclas entre las que se encuentra una fuerte y cremosa. La pena es que sólo haya un descafeinado: es una variedad mexicana a la que se ha llegado de forma totalmente natural.

Todos los cafés de 'La Colonial de Ultramar' se pueden adquirir en grano o recién molidos según el tipo de cafetera. Además, el dueño ofrece sabios consejos de conservación si se le pregunta por ello. “Todos están recién recolectados y tostados, por lo que aguantan muy bien en el mismo paquete en el que te los doy, en un lugar fesco, seco y a salvo de olores, nunca en la nevera”, me dijo el dueño hace poco. “Pero, si los congelas, se retrasará el proceso de oxidación”. Los precios van de los tres a los siete euros por 250 gramos, salvo el nepalí, que cuesta unos 11, uno de Puerto Rico que roza los 15 y la variedad 'Jamaica Blue Mountain', que supera los 36. Parece un buen momento para hacerse con unos paquetitos: es posible, según me comentaron la última vez que fui, que dentro de poco suba de precio, ya que el mercado del café está sujeto a una gran volatilidad.

Parece que a los propietarios de 'La Colonial del Ultramar' no les importa (no sé si incluso lo buscan) que el establecimiento pase desapercibido: no tiene página web y en la página 11870.com sólo cuenta con una breve meción. A mí tampoco mi importa. Así tiene mucho más encanto y seguro que no pierde la sensación de mini templo que da cada vez que una entra.