Tres riesgos geopolíticos con influencia directa sobre los mercados

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No es ningún secreto que la situación política ha ido ganando peso sobre las decisiones de los inversores desde que estallara la crisis en 2008. El auge del populismo y los partidos con ideologías extremas en Europa, la crisis de los refugiados o la incertidumbre en la carrera presidencial de EE.UU. son algunos de los temas que preocupan a los participantes del mercado. Robert Wescott, asesor de Pioneer Investments y ex asesor de Bill Clinton, analiza los cinco riesgos geopolíticos con mayor impacto directo sobre los mercados en un periodo de 3 a 18 meses.

El avispero de Oriente Medio

A la ya histórica complejidad de la situación política en Oriente Medio se ha sumado en el último año la guerra de precios librada por los países miembros de la OPEP – liderados por Arabia Saudí- para hacer la competencia a EE.UU., antiguo importador y hoy competidor directo en el mercado del crudo. Robert Wescott recuerda que el comienzo de la Guerra Fría marcó una serie de pautas que aportaron una estructura a la región “que todo el mundo entendía y respetaba”, y que han perdurado por 40 años: “Por ejemplo, Irán y Siria eran estados cliente de la Unión Soviética, mientras que Jordania, Arabia Saudí y Kuwait estaban en la esfera de EE.UU.”, recuerda Wescott. Eran tiempos en los que el poderío militar y político de los dirigentes de estos países hacía impensable la insurgencia de una minoría religiosa, o de un grupo integrista.

El asesor considera, sin embargo, que en los últimos años han aparecido tres factores que han dado punto y final a esta era de realpolitik en Oriente Medio. El primero de ellos, que “la ruptura de la Unión Soviética en 1990 causó un ajuste de placas tectónicas y llevo a un mundo unipolar en el que la fuerza militar estadounidense fue totalmente dominante”. El segundo, en su opinión, fue la decisión de EE.UU. de invadir Irak en 2003. “Fue fatídica, y llevó a una reapertura del cisma histórico entre los musulmanes chiítas y sunníes, llevando a mayores conflictos armados”. El tercer cambio clave para la región ha sido “el rápido progreso del fracking en EE.UU., que ha reducido enormemente la dependencia de EE.UU. del petróleo de Oriente Medio”.

En base al incremento de la producción en EE.UU., el asesor de Pioneer Investments considera que “se ha empezado a reducir el interés estratégico de EE.UU. en la región, y se ha reducido el interés público americano por realizar más intervenciones militares en Oriente Medio”, lo que a su vez podría haber propiciado que lo que en principio iban a ser parte de las manifestaciones en el marco de la Primavera Árabe hayan degenerado en conflictos armados en Siria y Yemen y haya dado libertad de actuación al Daesh.  “La decisión de cerca de cinco millones de sirios de abandonar su país y buscar seguridad en Turquía, Europa Oriental y otros países sólo sirve para subrayar estos ajustes y el incremento del nerviosismo global”, concluye Wescott.

¿Qué implicaciones económicas tiene el terrorismo?

Después de los ataques del 11-S, la confianza del consumidor estadounidense cayó en picado y necesitó tres meses para recuperarse, mientras que Wall Street estuvo cerrado los primeros días tras el atentado y sufrió una corrección de la que le costó recuperarse unas seis semanas. La confianza del consumidor británico siguió una pauta similar después de los ataques del 7-J en Londres. “Este tipo de ataques terroristas tiende a tener un impacto temporal sobre los mercados financieros y el consumo, pero el comportamiento se recupera en unos pocos meses si no hay más ataques”, sentencia Wescott.

Para el experto, la clave está en las repercusiones financieras menos evidentes de una acción terrorista, pues conllevan costes indirectos que pueden tener un gran impacto económico durante un largo periodo de tiempo. Por ejemplo, recuerda, la agencia NSA (conocida por sus maniobras de espionaje masivo durante años) fue una consecuencia de los ataques del 11-S, y como reacción al atentado a las Torres Gemelas, EE.UU. decidió intervenir en Irak y Afganistán. Según Wescott, si se tienen en cuenta estos factores, entonces el coste total del 11-S podría superar los 3 billones de dólares. Además, el asesor considera que Francia está atravesando actualmente una situación similar, al aprobar el presidente François Hollande la intervención armada de Francia en Siria después de haber sufrido atentados yihadistas en 2015.

Un último apunte: Wescott considera que, de materializarse el peor escenario posible en materia de terrorismo, otro dato revelador del impacto económico vendrá del presupuesto de defensa. Para él, las referencias clave son el gasto en defensa de EE.UU. (3,7% del PIB) e Israel (15%), frente a la media del 1% de la mayoría de países.

¿Cuánto puede afectar la desaceleración de China a EE.UU.?

Actualmente, un 7,4% de las exportaciones estadounidenses – un 0,9% del PIB- se dirigen a China. Dichas exportaciones se redujeron un 5% en 2015, y Wescott calcula una caída hasta el 10% en 2016, que podría traducirse en un impacto del 0,1% sobre el crecimiento económico en EE.UU. Sin embargo, el asesor insiste en que se deben tener en cuenta los efectos de la desaceleración china sobre el comercio con otros países emergentes. “Aproximadamente, un tercio de las exportaciones de EE.UU. se dirigen a países emergentes que no son China, y representan un 4,2% del PIB. Si las exportaciones de EE.UU. a esos mercados cayera un 5%, se llevaría por delante otro 0,2% del crecimiento estadounidense”, calcula. El experto cree que esta pérdida debería verse compensada por la mejoría de las inversiones en el sector residencial (añadiría un 0,5% al PIB) y por la recuperación del gasto público (otro 0,6%).

El experto también calcula los riesgos indirectos procedentes de China sobre activos estadounidenses. Por ejemplo, calculando un efecto riqueza medio entre el 3% y el 4%, actualmente según cálculos de Wescott la bolsa estadounidense cotiza un billón de dólares por debajo de la tendencia por las preocupaciones en torno a China, lo que podría restar entre el 0,2% y el 0,3% del PIB de EE.UU. Wescott cree que el impacto de la desaceleración china sería superior para Europa, en torno al 0,4%, debido al mayor número de relaciones comerciales entre el continente y el país.