Reversión a la media

A la hora de entender dónde nos encontramos y a dónde vamos, la comunidad de economistas y analistas financieros ha encontrado un gran apoyo en el principio de la reversión a la media. Este principio se ha aplicado incesantemente a grandes agregados macroeconómicos, como el porcentaje del PIB que representan los beneficios empresariales o el porcentaje de la renta disponible destinada al pago de hipotecas. También se ha aplicado a valoraciones fundamentales, de equilibrio, de activos financieros o reales, como los ratios Price-to-Book, PER, o rentabilidad por dividendo o alquiler.

En base al principio de reversión, nos hemos ido encontrando cómo estas variables fluctuaban a lo largo de ciclos económicos y cómo, gracias a un maravilloso proceso gravitacional, revertían inexorablemente a su media histórica a largo plazo. Este proceso de convergencia facilitaba enormemente la estimación de valores futuros ya que, antes o después, las series acababan convergiendo a sus valores medios de equilibrio. Cualquier análisis de estrategia que se preciase contenía extensos gráficos ilustrando ampliamente el proceso de convergencia.

Este fenómeno es fascinante, por dos motivos. Uno de ellos es que la reversión a la media es una propiedad matemática intrínseca a la definición de la misma media de tal forma que incluso series aleatorias tienen una media a la que aparentemente converger. Además, esta media no se conoce hasta que se haya generado toda una serie histórica de valores de tal forma que todas las observaciones iniciales de la serie desconocían a que media tenían que converger hasta transcurrido el periodo bajo observación. Así pues, sin saber ex ante cual era la media a la que converger, ¿como es posible justificar ex post la inevitabilidad de la convergencia? El otro motivo también es sorprendente. La reversión presupone un mundo de equilibrio al que revertir, un mundo poblado por paradigmas y relaciones estables. Presupone una relación estable, por ejemplo, en las primas de riesgo con las que el mercado remunera actividades destinadas a financiar proyectos empresariales, en la demanda de materias primas y los costes de extracción, o en el valor añadido por el factor trabajo.

Este principio, sin embargo, no es coherente con las descripciones mas recientes de los mercados en base a comportamientos adaptativos, como si se tratasen de ecosistemas biológicos complejos que reaccionan a cambios en el entorno y en los tamaños, incentivos y diversidad de sus poblaciones. Así pues, el proceso de reversión a la media no es más que un espejismo en el que procurar buscar respuestas a un mundo incierto.

No hay razón fundamental para que, por ejemplo, la prima de riesgo por invertir en bolsa sea constante y revierta a la media del 6,8% que Jeremy Siegel ha encontrado para los 200 últimos años. Como señala Peter Bernstein, “el largo plazo es un misterio impenetrable. Siempre lo ha sido. Hoy por hoy, no tenemos ni idea de dónde pueden empezar o acabar las grandes tendencias”. No hay ni habrá, pues, reversión a la media. No nos queda otra que invertir tal y como conducimos, mirando al futuro a partir de la situación en la que ahora nos encontramos, no mirando al pasado y a los espejismos que genera.

¿Dónde, pues, nos encontramos hoy por hoy? Empezando a entender las consecuencias de haber vivido una burbuja de dimensiones colosales. Es posible que tardemos 15 años en alcanzar los niveles de riqueza de los que disfrutamos hace dos años. El futuro actual es particularmente incierto. Dominan los “unknown unknowns”. El coste de limpiar el sistema financiero de productos tóxicos sigue siendo desconocido, particularmente en Europa. Las consecuencias en el medio plazo de las políticas fiscales y monetarias tan expansivas como las actuales son preocupantes. Muy probablemente, los activos con riesgo ofrecen elevadas rentabilidades futuras. Las primas de riesgo, sin embargo, pueden seguir subiendo –y el valor de los activos bajando. Así, nos encontramos ante la necesidad de estructurar una estrategia de inversión basada en la diversificación, en la prudencia, y en la paciencia.

No sabemos realmente con que nos vamos a encontrar en los próximos años. Aunque los mercados no sean estrictamente aleatorios, su dinámica es compleja. No se puede jugar. Tampoco podemos limitarnos a prestar nuestro patrimonio a corto plazo al Estado a través de compras de Letras. Por último, recuerde, todos podemos equivocarnos. Sea prudente y no peque de ingenuo. No se deje llevar ni por la avaricia ni por el miedo.