Responsabilidad inversora: las inversiones financieras y el bien común

Kamil Molendys, Unsplash

El concepto de bien común ocupó un lugar relevante en la filosofía social, política y económica clásica, cayó en desuso en la modernidad, y ha vuelto a reaparecer en escena.

El bien común se define como “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten, ya sea a la colectividad como a sus miembros, alcanzar la propia perfección más plena y rápidamente”.
El ser humano busca siempre el bien (Aristóteles), bienes de todo tipo, materiales o no y ésta búsqueda tiene lugar en sociedad. Necesita la sociedad (y por tanto también de los mercados financieros) para satisfacer sus necesidades y para desarrollarse como persona.

La centralidad de la persona exige que el fin de la sociedad incluya el bien de las personas, de todas y cada una. El bien común es el bien de la sociedad y de sus miembros, por ser común no puede ser sólo el bien de algunos, ni siquiera de la mayoría. Tiene que ser de todos y de cada uno. Esto ha de extrapolarse al ámbito de las inversiones financieras, ya que es una actividad que se realiza en sociedad.

La cooperación y participación de cada uno en el bien común, unifica e integra la búsqueda del bien de cada uno. De esta manera el bien común “es el fin de la vida buena con otros y para otros, en el ámbito de unas instituciones justas” (Ricoeur).

La clave para entenderlas relaciones entre bien común y privado es que el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe de ser la persona humana. El bien de la persona forma parte del bien de la sociedad.

La persona tiene el deber de conseguir el bien para sí (el inversor tiene el deber de conseguir su rentabilidad), pero solo puede conseguirlo si consigue también el bien de la sociedad (invertir bien, haciendo el bien).

La sociedad, el mercado financiero, es construido por todos sus miembros, y el bien común también es construido por ellos: surge de la actividad común de todos y es para el disfrute de todos.
Como sugiere Maritain, el bien común no es un bien único, sino que lo forma un entramado de bienes de diverso ámbito y nivel, unos orientados a otros. El bien común no se puede definir por la riqueza de un país o por su nivel de vida, los bienes materiales forman parte de él pero junto a otros muchos como: la verdad, la belleza, la paz, el arte, la cultura, la libertad, la tradición, la rectitud de vida,…

Al Estado corresponde hacer posible y promover el bien común, pero no definirlo. Tampoco es la tarea del mercado a través de sus fuerzas impersonales de la “mano invisible”. Ni siquiera de la combinación del Estado y el mercado, hace falta la inclusión de toda la sociedad.

En el ámbito de la inversión financiera, también es necesario incluir a toda la sociedad, para participar así en la construcción del bien común. Este es el motivo que ha dado lugar a iniciativas de inversión responsable, a iniciativas que incorporan criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno (ESG) en las políticas y decisiones de inversión financiera.

Autor de la imagen: Comunicación EBC Madrid, Flickr, Creative Commons