Responsabilidad inversora: la responsabilidad personal y familiar a la hora de invertir

En el momento de tomar una decisión de inversión, nos encontramos con un capital que disponemos y que queremos rentabilizar. Disponemos de él, porque o bien hemos guardado el fruto de nuestros trabajos, o bien porque lo hemos heredado o recibido gratuitamente de otros (recibimos el fruto del trabajo y esfuerzo de otros).

En ambos casos, tenemos una responsabilidad personal de invertir adecuadamente ese capital, de invertir bien ese dinero, buscando nuestro bien y el bien de los demás. Invertir bien, haciendo el bien.

Considerar que venimos de otros que nos han amado, nos hace ser eficaces, nos hace ser conscientes de que tenemos que hacer fructificar los dones que de ellos hemos recibido; y a la vez,  considerar/respetar a estos otros que nos han precedido, nos hace ser eficientes, ya que nos lleva a utilizar de manera óptima, digna y prudente, lo que de ellos hemos recibido, enfocándonos al bien de todos y de cada uno (Bien Común).

Si conseguimos ser eficaces y eficientes, conseguiremos ser responsables. Responsables con lo que recibimos y responsables con lo que hacemos (en este caso una inversión financiera).

En todo esto también tenemos una responsabilidad familiar, ya que participamos de una historia concreta, de un legado concreto, que debemos dignificar y engrandecer. Hacer crecer y mejorar lo que llamamos: reputación familiar. Ésta es un activo intangible valiosísimo, ya que nos hace merecedores de algo tan importante en el ámbito inversor como es la confianza. Nos hace merecedores, receptores de la confianza de otros; que nos depositan/nos ofrecen interesantes oportunidades de inversión para rentabilizar nuestro capital, para hacer fructificar nuestro patrimonio.

Por ello, a la hora de invertir, otro de los bienes que ponemos en juego, es la reputación familiar. De qué manera sabemos y somos capaces de recibir, valorar y ejecutar las oportunidades que nos ofrecen y de qué manera las integramos/dirigimos hacia nuestro bien y el bien de las personas que nos rodean.

Esta responsabilidad personal y familiar, nos hace ser selectivos a la hora de elegir nuestro asset allocation, tanto en su porcentaje de distribución como en su temática inversora. Nos hace ser conscientes de que no todo vale, de que las inversiones financieras o te enriquecen o te empobrecen (en el sentido amplio del término), pero que lo que nunca hacen es dejarte neutro o indiferente.

Autor de la imagen: RG&B, Flickr, Creative Commons