Reflexiones sobre el caso chipriota

Los acontecimientos acaecidos en relación con el fallido –por el momento- rescate a Chipre exigen una reflexión y un análisis profundo sobre su impacto. Chipre, que representa un 0,2% del PIB de la U.E. posee activos bancarios por un valor aproximado de 72.000 Mn €, es decir por unas 7 veces su PIB. La isla mediterránea ofrecía una extraña combinación de país pertenecimiente al euro, altos tipos de interés (próximos al 6%), fiscalidad opaca y laxa, sector bancario sobredimensionado y clase política miope. Ante tal combinación no es extraño que ciudadanos extranjeros –y fundamentalmente rusos- pusieran parte de sus fortunas allí. Uno de cada dos euros depositados en cuentas chipriotas pertenece a un extranjero

El problema surge cuando las deudas del estado chipriota y de sus bancos no se pueden pagar. En este sentido, es notoria la situación de falta de liquidez de sus bancos, y en especial del Laiki Bank. Chipre venía arrastrando una serie de problemas por contagio de la crisis helena. Si a este país se le dejo entrar en el selecto club del euro, lo lógico hubiera sido que se le hubieran exigido reformas fiscales para que no se convirtiera en una especie de centro offshore, amparando depósitos de dinero con un origen , en muchos casos, bastante cuestionable. No se hizo así y el resultado está sobre la mesa.

La exigencia de la Comisión Europea y del Eurogrupo de que colaboren en su propio rescate parece razonable si nos atenemos al monto de su rescate en relación con su PIB, y a que, lo que se quiere evitar es que el rescate sirva para que los oligarcas rusos recuperen su dinero. El problema de fondo surge cuando se analiza la solución inicialmente propuesta, de quitas en los depósitos para asegurar el pago de un impuesto sobre los mismos. Sería la primera vez que esto se produjera en un rescate y rompería la seguridad de la que hasta ahora gozaban los depósitos de menos de 100.000 €. El galimatías posterior y las incertidumbres generadas provocaron un comienzo de semana turbulento en los mercados bursátiles europeos.

Uno de los elementos positivos –dentro de la total excepcionalidad- que podría introducir la solución propuesta rechazada es que podría terminar con cierta dosis de riesgo moral en los países, que como Grecia anteriormente, mintieron en sus estadísticas de entrada al euro, y tuvieron después un pobre manejo macroeconómico que los condujo a la necesidad de ser rescatados. Afortunadamente, ni el tamaño de Chipre ni el monto de su rescate, parecen ser motivos suficientes para poner en duda los fundamentos de fondo del euro como proyecto común.

A mi juicio el país mediterráneo tiene tres posibles soluciones: establecimiento de quitas sobre los depósitos de extranjeros de más de 100.000 €, renegociación de nuevas líneas de crédito con los países de origen de sus principales depositantes, establecimiento de quitas sobre su deuda. La mejor solución podría ser la tercera, aunque habría que analizar los efectos que provocaría sobre otro país rescatado, Grecia, en virtud de los lazos económicos y comerciales que los unen. La implicación del Fondo Monetario Internacional se antoja necesaria para garantizar un compromiso férreo por parte de las autoridades chipriotas.

Las autoridades de la isla bien podrían fijarse en el caso andorrano, una economía con un PIB próximo a los 2.500 Mn €, con unos activos bancarios que significan unas tres veces su PIB, y con una regulación que cumple los estándares europeos de control del blanqueo de capitales y que hizo que el país pirenaico abandonase la condición de paraíso fiscal en 2009. Pero a Chipre se le debe exigir más por su condición de miembro de la U.E. y se le debe dejar claro que o cumple o abandona el euro. Europa se juega en la resolución de esta crisis parte de su credibilidad. Sin embargo, no parece que la crisis chipriota sea motivo suficiente para descarrilar la actual fase alcista de los mercados europeos, poniendo de manifiesto, una vez más, la necesidad de una mayor coordinación jurídica, fiscal y presupuestaria en el seno de la U.E.