Redefinición del concepto "riesgo" para mejorar la toma de decisiones de inversión

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Joel Filipe (Unsplash)

El riesgo es la piedra angular sobre la que descansa una adecuada gestión de las decisiones de inversión. En la medida que las fluctuaciones de los precios de los activos financieros dependen de las estimaciones que hacen del futuro, y como es imposible tener la certeza de lo que va a suceder, el riesgo emerge como elemento esencial a la hora de invertir. Por lo tanto, comprender el riesgo, y reconocer cuando es demasiado elevado, nos ayudará a minimizar la probabilidad de cometer graves errores en las decisiones de inversión.

En la Real Academia Española definen riesgo (del ant. riesco “risco”, por el peligro que suponen) como contingencia o proximidad de un daño. Sin embargo, esta percepción de peligro queda reducido al concepto volatilidad (variación, desviación) cuando estudiamos el concepto de riesgo en la teoría financiera. Esta representación académica del riesgo facilita mucho los trabajos de investigación en la medida que reducen un concepto abstracto como es el riesgo a un número objetivo que se puede calcular en base a series de datos históricas y se puede extrapolar al futuro. Y si además trabajas con la hipótesis de una distribución normal en las rentabilidades de los activos financieros, las vías en el campo de investigación se multiplican y, sobre todo, facilitan muchísimo el trabajo.

Pero ¿realmente los inversores, los ahorradores, asocian riesgo con volatilidad? ¿Descartarías una inversión porque sus precios varían mucho o porque puedes perder dinero? No es lo mismo. En el siguiente gráfico hay dos alternativas de inversión. La opción A con una volatilidad del 22,7% y la opción B con una volatilidad del 1,1% ¿Es la variabilidad de las cotizaciones lo que nos debe preocupar para construir una cartera de inversión?

En el post hacemos un breve repaso de la formulación del riesgo en la teoría financiera (volatilidad) y exponemos nuestra idea de riesgo en inversiones (perder dinero). Para finalizar, reflexionamos sobre algunos aspectos que nos ayudan a minimizar las probabilidades de incurrir en riesgos excesivos.    

En 1952 Harry M. Markowitz presentó una solución al problema de Selección de Cartera con la publicación de un documento histórico que se considera el origen de la Teoría Moderna de Cartera. Un método donde se habla de conceptos como rentabilidades esperadas de los activos o riesgo. Para medir este último optó por la desviación estándar, es decir, una medida de dispersión de datos con respecto al valor promedio. Así, un activo será tanto más arriesgado cuánto más alta sea su desviación estándar, ya que será más probable que el resultado real difiera del esperado al tener una mayor variabilidad (más volátil). 

Según el modelo de mercado, el riesgo total de cualquier valor, medido por su varianza, consta de dos partes: (1) el riesgo de mercado o sistémico (no diversificable o beta) y (2) riesgo específico o no sistémico (diversificable). Las carteras bien diversificadas, con activos poco correlacionados, pueden ayudar a reducir sustancialmente el riesgo específico, si bien el riesgo de mercado apenas se reducirá (sistémico) y la beta de la cartera será un promedio de las betas de sus valores.

En los años posteriores a Markowitz y su Teoría Moderna de Carteras se fueron desarrollando una serie de modelos que partían de esta base de rentabilidades esperadas, varianzas y riesgo sistémico. En 1960 fue el Capital Asset Pricing Model (CAPM); en 1976 el Arbitrage Pricing Theory (APT); en 1992 los tres factores de Fama y French (market risk, value, size).

Todo este cuerpo teórico es el responsable de la aparición de términos como beta, desviación estándar y volatilidad cuando buscas definiciones de riesgo en activos financieros. Pero más importante que los términos académicos, útiles para hipótesis e investigaciones, son las definiciones que afectan al ahorrador. Y cuando hablamos de riesgo en inversiones es el de poder perder dinero. Este se puede materializar de dos maneras:

  1. Riesgo de pérdida de poder adquisitivo: es decir, cuando la rentabilidad de tus ahorros a largo plazo se queda por debajo de la tasa de inflación medida. Así, por ejemplo, si ahorras 100.000 euros y obtienes una rentabilidad media del 2% en los próximos 10 años tendrás 121.900 euros al vencimiento. Pero si el nivel de precios, la inflación, ha subido una media del 3% durante esos 10 años habrás perdido 12.490 euros en poder adquisitivo (100.000 x (1+3%)^10 = 134.391 – 121.900 = 12.490).  

 

  1. Riesgo de pérdida permanente: este se materializa cuando el valor de tus ahorros está cayendo y se decide realizar una pérdida permanente por alguna razón (emergencia, conductismo, cortoplacismo, etc.)

El riesgo de pérdida permanente es, seguramente, el más doloroso para los inversores. A continuación reflexionamos sobre algunos aspectos que nos pueden ayudar a gestionar el riesgo de una materialización de la pérdida permanente:

  • “El éxito en las inversiones no proviene de comprar algo bueno, sino de comprarlo bien”. Desarrollar la capacidad de diferenciar entre precio (lo determina el mercado) y valor (lo determina cada inversor) y, sobre todo, ser excepcional en lo último (identificando valor) es el primero de los pasos para minimizar el riesgo de pérdida permanente. En última instancia, la inversión no se trata de identificar buenos activos, ya que estos pueden estar cotizando demasiado caros y, por tanto, apenas ofrecer rentabilidad y margen de protección. Se trata de comprar bien, de comprar activos cuyo valor intrínseco está muy por encima del precio o cotización.
  • Metodología y disciplina. Existen diferentes métodos para obtener el valor intrínseco del activo que has decidido comprar. Elige el que quieras, el que más te convenza y el que te ayude a explotar todo tu potencial. No es nada fácil obtener resultados extraordinarios en las inversiones. Para ello deberá ser capaz, en palabras de Howard Marks, de ver cosas que los demás no ven, verlas de distinta forma o analizarlas mejor. Y si eres capaz de hacer las tres a la vez, mejor. Piensa en estos tres puntos cuando te decidas por una metodología de inversión. Y sobre todo se disciplinado, no te dejes llevar por el día a día de las cotizaciones. Dicen que cuando te empiezas a marear sirve de ayuda concentrar la mirada en un punto fijo e inmóvil. Si las cotizaciones diarias te empiezan a marear, fija la concentración en el valor intrínseco que has calculado o en tu metodología de inversión.
  • Dedica todo el tiempo a mejorar factores controlables de las decisiones de inversión. Normalmente los inversores dedican el 90% del tiempo a ver como fluctúan sus inversiones y el 10% restante a celebrar las subidas y preocuparse por las bajadas. En nuestra opinión, el 100% del tiempo del inversor se debería dedicar a aspectos controlables de la gestión de inversiones. Si el mercado está cayendo, no voy a solucionar nada viendo actualizaciones del valor de mis inversiones cada 60 minutos o cada semana. En cambio, si podemos mejorar nuestra cartera si minimizamos costes de gestión, identificamos y eliminamos costes ocultos, optimizamos carga fiscal, implementamos una estrategia clara o dedicamos tiempo a la formación financiera.
  • Las personas sobreestimamos nuestra capacidad para calcular el riesgo y entender mecanismos que nunca antes se han visto. Y es curioso, porque los seres humanos tenemos la capacidad de percibir que una situación presenta determinados riesgos sin tener que haberla vivido. No tenemos que quemarnos para saber que no debemos meter la mano en una cazuela de agua hirviendo. Pero cuando un mercado alcista está en su apogeo las personas no utilizamos esa capacidad. Antes de identificar o reconocer que el agua está hirviendo (precios excesivamente altos), tendemos a sobreestimar nuestra habilidad para comprender y justificar por qué esta vez cuando metamos la mano en el agua hirviendo no nos vamos a quemar.

El control de riesgo tiene un papel protagonista en el éxito de una cartera de inversión a largo plazo. Pero no debemos confundir este control del riesgo con aversión al riesgo. Es necesario estar seguro de que comprende los riesgos de sus inversiones y la exposición. Que se gestionan adecuadamente y comunican de forma transparente. Esto no es aversión al riesgo, es una gestión inteligente del riesgo. Ese que asumes cuando la rentabilidad esperada es realmente atractiva porque la probabilidad de pérdida permanente está dentro de parámetros razonables.