Recuperación económica en forma de K: ¿en qué consiste?

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markus-spiske (unsplash)

Esta semana se cumplen solo 12 años desde que un 15 de septiembre de 2008 el mundo amaneciera con una noticia que era casi imposible de prever: la quiebra del otrora mayor banco de inversión del mundo, Lehman Brothers. El acontecimiento que, entre otras cosas, cambio de una forma radical el papel que tienen los bancos centrales en las economía al pasar de ser meros vigilantes de la inflación a una de las patas clave para impulsar el crecimiento económico con sus políticas ultraexpansivas.

Esas políticas perseguían precisamente abaratar el dinero para que éste llegara primero al sistema financiero y luego a la economía real. Sin embargo, los datos reflejan que no siempre ha sido así. De hecho, como ya contábamos en este artículo han sido los activos financieros y no los reales los que se han quedado con la gran parte del repunte de precios, generando un aumento de la desigualdad entre la sociedad.  “Si bien la llegada de la expansión cuantitativa (QE) en 2008 contribuyó a la recuperación económica, los gobiernos perdieron la oportunidad de introducir incentivos en el sistema para promover el flujo de capital hacia áreas necesitadas, en lugar de para engrosar los beneficios corporativos, a menudo a expensas de los retos sociales y medioambientales”, afirma Andrew Parry, responsable de inversión sostenible en Newton, parte de BNY Mellon IM.

Esa desigualdad, y la previsión de que se acentúe en estos tiempos de pandemia,  es precisamente la que ha subrayado el candidato a la presidencia de EE.UU. Joe Biden en un reciente discurso “Los economistas están empezando a llamar a esta recesión una recesión en forma de K, que es una frase elegante para todo lo que está mal en la presidencia de Trump", afirmó el candidato demócrata. Pero ¿ en qué consiste exactamente una recuperación en forma de K?

Básicamente, implica una primera fase (el primer palo de la K) en la que todo cae aplomo, como se vio en el mes de marzo, y una segunda en la que hay una parte pequeña de la economía que concentra el crecimiento en detrimento de una más amplia que ahonda en su recesión, generando una desigualdad económica.

Se ve por ejemplo cuando se analiza el distinto comportamiento que han tenido las empresas de distintos sectores en este rally, lo que ha ampliado el diferencial entre los valores growth y los value. “Hay dos razones principales que explican esta divergencia. En primer lugar, en los valores growth se espera que una mayor proporción de sus ingresos se dé en el futuro, por lo que es probable que se beneficien más cuando esos ingresos se descuentan a tasas más bajas. En segundo lugar, la rentabilidad de muchos valores growth deriva de la crisis del Covid, ya que son los que dan soporte a un mundo más centrado en internet como en el que vivimos actualmente”, afirman desde J.P.Morgan AM.

De hecho, mientras que la rentabilidad de los valores growth era del 23,7% en el año al cierre de agosto, los valores value se dejaban el 11,3%. Y de ahí que mientras que índices como el Nasdaq o el S&P500, donde las FANG pesan el 25% del índice, acumulen nuevos máximos históricos, otros más cíclicos como los europeos sigan acumulando cifras negativas en lo que va de año.

Y ese desigual comportamiento que se ve en bolsa se traslada también a la economía. De hecho, el FMI publicó en el mes de mayo un informe en el que alertaba sobre los efectos que trae consigo una pandemia en una sociedad que cada vez está más polarizada. “Nos centramos en cinco eventos —SRAS (2003), H1N1 (2009), MERS (2012), ébola (2014) y Zika (2016)— e hicimos un seguimiento de sus efectos distributivos en los cinco años posteriores a cada evento.  Los resultados muestran que la desigualdad aumenta a pesar de los esfuerzos de los gobiernos por redistribuir las rentas de los ricos a los pobres y mitigar así los efectos de las pandemias”, afirman sus autores.

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En ese informe lo que han analizado es entre otras cosas la variación experimentada por el Coeficiente de Gini , que explicábamos en este artículos y que no ha dejado de crecer desde 2009, con Corea del Sur, Indonesia y España, como los tres países industrializados en los que más se ha elevado según los cálculos de DWS.

No es de extrañar, por tanto, que la riqueza siga estando cada vez más concentrada en menos manos hasta el punto de que según el último Global Wealth Report de Credit Suisse, en 2019 el 1% de los millonarios controlaba el 44% de toda la riqueza mundial.