Raiffeisen vislumbra tres posibles situaciones para el próximo año

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Joel Filipe (Unsplash)

"O dentro de unos pocos años sufrimos una segunda crisis financiera de grandes dimensiones, o se resuelve la crisis de endeudamiento estatal de una forma más o menos duradera, lo cual solo será posible con más intervenciones poderosas de los bancos emisores. Sin embargo, considero que lo más probable es que sigamos adelante, no sin dificultades, en un contexto parecido al actual", afirma Kurt Kotzegger, director de Inversiones del área de Acciones y Distribución de Activos en Raiffeisen Capital Management.

 

Y es que, al parecer de este experto, no es realista pensar que existan soluciones rápidas, sencillas y definitivas a los problemas de endeudamiento que surgieron primero en los estados periféricos de la zona euro y después se han ido extendiendo también a otros países. El asunto es aún más grave, nos dice, si tenemos en cuenta que la línea que separa los problemas de liquidez y la insolvencia de los Estados es delgada. Kotzegger no considera que la causa principal de las actuales turbulencias sea la crisis financiera de 2008: "Basta con estudiar la evolución del endeudamiento estatal durante las últimas décadas para entender que el problema se remonta a mucho tiempo atrás".

 

Así las cosas, pronostica en cualquier caso que durante los próximos años unas políticas presupuestarias muy restrictivas y el empeoramiento de las perspectivas de crecimiento económico a medio y largo plazo serán la tónica en gran parte de Occidente. "En vista de los drásticos planes de austeridad y de los esfuerzos emprendidos por cancelar las deudas, todo apunta a que la zona euro sufrirá una recesión, aunque también EE.UU. crecerá algo menos de lo acostumbrado: según nuestras estimaciones, el crecimiento será del 0,2% en la zona euro y del 1,2% en EE.UU.", afirma Kotzegger. Ahora bien, advierte que en las previsiones económicas, en conjunto contenidas, ya está descontada una alta dosis de pesimismo.

 

Sin presión inflacionista a un año vista

En estos momentos la tendencia de la inflación es a la baja. Este alivio se debe, según el mismo analista, al retroceso que están mostrando los precios de las materias primas sobre todo en los mercados emergentes y en EE.UU. En gran parte de la zona euro se atisba una reducción de los costes salariales. A un año vista seguramente no haya presión inflacionaria, si bien a medio plazo existen riesgos más que considerables en este sentido. Kotzegger cuenta con que en 2012 se reduzcan los tipos de interés rectores y en la zona euro lleguen a situarse claramente por debajo del uno por ciento. En los mercados emergentes es de prever que retrocedan a los niveles de la crisis de 2008/2009.

 

En lo que respecta a la renta variable, las previsiones de beneficios para 2012 resultan exageradas, por lo que podrían registrar una corrección. Las valoraciones son, en cambio, atractivas, lo cual, sumado al nivel persistentemente bajo de los tipos y a la escasez de inversiones alternativas interesantes, es un argumento a favor de los activos riesgosos. Las materias primas se benefician de la demanda de los mercados emergentes, de la elevada liquidez y de la carrera de devaluaciones que protagonizan numerosas monedas fiduciarias. "En general esperamos que el año que viene sea positivo para las acciones, las materias primas y los activos de renta fija que entrañan riesgo", señala Kotzegger a modo de resumen. En este contexto, para los próximos meses recomienda fondos de acciones de los mercados emergentes, fondos de acciones europeas y carteras diversificadas de inversión en materias primas. Dentro del ámbito de la renta fija, aconseja a los inversores en fondos que se inclinen sobre todo por la deuda corporativa y los fondos de mercados emergentes denominados en las respectivas monedas locales. Asimismo considera recomendables productos de renta fija innovadores, como el fondo Raiffeisen-Global-Fundamental-Rent, que pone el acento en los títulos de deuda de mercados emergentes fuertes a escala mundial y de emisores del G-10 y, por tanto, no entraña el riesgo característico de los países periféricos.