Radiografía de un susto en cartera: cómo se explica el caso Woodford

NeilWoodford
Foto cedida

Han pasado ya dos semanas desde la debacle de Neil Woodford. El buque insignia de su gestora se suspendió al no poder hacer frente al fuerte ritmo de reembolsos sin poner en riesgo la cartera restante. Y es que en el Woodford Equity Income Fund se gestó el coctel perfecto. Una prolongada mala racha actuó de leña para la llama que suponía su exposición a activos ilíquidos. Con la caída en valor de sus grandes apuestas, esa pata menos líquida fue creciendo en peso relativo.

Lo que se sabía

Pero no sólo la gestora ha estado en el centro de las críticas. Hargreaves Lansdown, uno de los mayores supermercados de fondos de Reino Unido, tenía al fondo en su lista de recomendados. ¿Cómo pudo pasar? ¿No vieron los riesgos latentes en la cartera? Son preguntas válidas, pero la realidad muestra los matices en un proceso de selección. La tarea del selector no es tan sencillo como parece. En un artículo en su web, la firma ha explicado qué les llevó a apostar durante años por Woodford.

Mucho se ha señalado lo malos que han sido los últimos tres años de la gestión de Woodford. Pero para entender por qué los inversores se mantuvieron fieles hay que analizar su track record entero. Como recuerdan desde Hargreaves Lansdown, en los primeros dos años y medio desde su lanzamiento el Woodford Equity Income Fund estaba entre los mejores del sector.

No fue hasta 2016 cuando comenzó a quedarse rezagado. Son tres años de underperfomance. ¿Lo suficiente como para borrar las décadas de carrera de Woodford? Pretender que un gestor nunca tenga una mala racha es de ilusos. En 1999 también lo hizo peor hasta que en 2003 rebotó con fuerza. Lo mismo pasó en 2009 para que en 2016 se disparase su fondo. “Creímos que tenía la habilidad para volver a hacerlo”, explica Chris Hill, consejero delegado de Hargreaves Lansdown.

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Como se aprecia en el gráfico anterior, incluso con esta crisis Woodford sigue batiendo a la bolsa británica. “El gestor tiene una historia de éxito invirtiendo en pequeñas y/o no cotizadas que se remonta a al menos 2001”, insiste.

Lo que no se pudo prever

Para comprender el desenlace hay que conocer los pasos intermedios. Y es que en la historia de Woodford directamente hay engaño por omisión. Ya en 2017 Hargreaves Lansdown detectó un incremento preocupante en la proporción de activos pequeños y no cotizados en el fondo. Woodford les aseguró que no haría nuevas inversiones de este tipo a partir de ese punto. También se comprometió a reducir los límites para que salten las alertas en sus inversiones en compañías no cotizadas.

Ellos insistieron en que Woodford se ciñese a los criterios UCITS que no permiten superar el 10% en dichas inversiones. Pidieron que les informasen inmediatamente si esto ocurría. Hasta el miércoles pasado no se enteraron de que Woodford llegó a superarlo dos veces: en febrero y marzo de 2018. Y no, no les avisó.

El diálogo entre los selectores y Woodford fue continuo. En abril les prometió eliminar por completo la pata ilíquida y de no cotizadas. Querían que ese compromiso fuese público, como así fue el pasado mayo. “Creíamos que esto devolvería al fondo a un estado más estable y que el anuncio reduciría la presión de las salidas”, explica Hill. Por eso mantuvieron al fondo en su lista de recomendados.

El problema fue que durante 2018 las salidas se aceleraron. Esto hizo que el gestor vendiese las acciones más líquidas para hacer frente a los reembolsos. Y que no fuese capaz de reducir esa parte ilíquida a la misma velocidad. La gota que colmó el vaso que la salida de 260 millones de libras de Kent County Council.