¿Quiénes son los acreedores de Grecia? Las gestoras internacionales elevan las probabilidades de quita y salida del euro

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Dalibor Tomic, Flickr, Creative Commons

A Grecia le espera un mayo de infarto: afronta dos vencimientos de préstamos del FMI por 970 millones de euros, amortizaciones de letras del Tesoro por 2.800 millones y dos subastas del Tesoro, además del pago de salarios y pensiones y de los cupones de los bonos. Teniendo en cuenta el volumen de estos compromisos financieros y lo tormentoso de las negociaciones con el Eurogrupo, desde J.P.Morgan AM asignan un 50% de probabilidades a una quiebra soberana griega. 

Stephanie Flanders, responsable de estrategia de mercados para Reino Unido y Europa, y la analista Nandini Ramakrishnan, aclaran que Grecia puede tener un pequeño as en la manga, pues se emitió un decreto el pasado 20 de abril que da acceso al Gobierno a las reservas de efectivo de las entidades locales: “De ser aprobado por el parlamento, permitiría que el gobierno pueda cumplir con sus compromisos con el FMI ya que, según las últimas estadísticas, correspondientes al mes de febrero, las entidades públicas locales y estatales contarían con reservas superiores a los 10.000 millones de euros”. La contrapartida es que recurrir a estas reservas “haría a los bancos griegos aún más dependientes de la financiación del BCE”. 

¿Qué ocurriría si Grecia quebrase? 

Incluso aunque Grecia pueda financiarse en mayo, en junio vuelve a afrontar amortizaciones multimillonarias. Sin financiación externa, el riesgo de que incumpla alguno de sus compromisos no para de crecer. El dúo de expertas de J.P.Morgan AM explican cómo podrían desarrollarse los acontecimientos si Grecia finalmente impaga. Para empezar, indican que “un impago al FMI sería considerado una quiebra soberana, y una quiebra soberana acercaría aún más a Grecia a una salida de la eurozona”. No obstante, puntualizan que “la situación no sería tan dramática”, dado que en caso de incumplimiento el país aún dispondría de 30 días para abonar el dinero antes de que el FMI lo considere un impago “y al menos una agencia de calificación crediticia ha declarado que no clasificaría necesariamente un incumplimiento puntual como un impago”. 

Por otra parte, aunque un impago al FMI constituiría automáticamente un impago de los préstamos del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), desde J.P.Morgan AM recuerdan que recientemente el vicepresidente del BCE, Vítor Constâncio, confirmó que los bancos griegos probablemente seguirían teniendo acceso a la línea de liquidez de emergencia (ELA) del banco central, “siempre y cuando fuesen considerados solventes y pudiesen ofrecer las garantías necesarias”. 

Según datos aportados por la gestora, los bancos griegos mantienen cerca del 3% de sus activos en deuda gubernamental. “Estas posiciones, aunque importantes, no son tan amplias como para que un impago los haga insolventes. Sin embargo, en el contexto de un pánico bancario, podría resultar muy difícil distinguir entre liquidez y solvencia”, puntualizan. Su postura es que podrían verse quiebras de bancos griegos si se abandonase el euro, “pero se verían tremendamente presionados antes si los depositantes griegos creyesen que el país se dirige hacia ese escenario”. 

¿Qué papel podría jugar el BCE? Aunque las expertas perciben que el BCE no quiere dar a pie a acciones que puedan ser vistas como una decisión para expulsar a Grecia, constatan que la institución “ya está nerviosa con el volumen de las ayudas concedidas a los bancos griegos por medio de la ELA y está buscando formas de limitar su exposición”. Cabe recordar que la autoridad monetaria no puede prestarle dinero a bancos claramente insolventes y, si el gobierno heleno no pudiera devolverle el préstamo el 20 de julio, tendría que dejar de respaldar al sistema bancario griego. 

De llegar a ese punto, el gobierno griego se vería obligado a aplicar controles de capital y posiblemente otras medidas no convencionales —certificados IOU, una divisa interna— para evitar el colapso del sistema bancario. “Sería una situación sin precedentes que podría permitirle permanecer en la eurozona durante algún tiempo pero que resultaría tremendamente dañina para la economía y para la confianza pública en los bancos. Llegados a ese punto, puede que el primer ministro Tsipras decida que es mejor abandonar la eurozona”, aventuran Flanders y Ramakrishnan. 

Ambas plantean la posibilidad de que Grecia incumpla algún compromiso sin salir de la eurozona, pero para poder hacerlo debería ganarse el apoyo del resto de países miembro. En este contexto, creen que será clave la importancia de la percepción popular: “Si las empresas y los ciudadanos helenos acaban creyendo que Grecia abandonará el euro, las fugas de depósitos de los bancos griegos se intensificarán y será mucho más difícil evitar un ‘Greccidente’”. 

Regreso a 2012

J. Brooks Ritchey, director sénior de K2 Advisors (parte de Franklin Templeton Investments), establece un paralelismo entre la situación de parálisis política que devino en un segundo rescate para Grecia en 2012 y la actualidad: “Mientras que algunos de los jugadores políticos han cambiado (Syriza), en general las circunstancias no lo han hecho en lo relacionado con la deuda griega”, salvo porque ha mejorado la salud de los bancos europeos de mayor tamaño. 
En opinión del experto, se ha regresado al punto de partida porque las soluciones que se establecieron en 2012 “hicieron poco en términos de sostenibilidad en el largo plazo”: la tasa de desempleo helena sigue por encima del 25% y la deuda supera el 170% del PIB. 

Para Brooks, el escenario político está en una situación de bloqueo, con una fuerte oposición entre la postura defendida por Alemania y la defendida por Syriza con el respaldo de la mayoría en el parlamento griego. En medio se encuentran Alexis Tsipras, el primer ministro griego, y el ministro de finanzas Yannis Varoufakis, que deben nadar entre dos aguas: mantener contento al electorado con sus tácticas de negociación, pero respetar su deseo de  seguir en el euro. 

Posibles escenarios

El responsable de K2 se plantea varios escenarios: impago y salida del euro o impago sin salida. Si se produjera una Grexit repentina, cree que el sistema bancario griego y/o la economía acabarían en bancarrota y el dracma carecería de valor en el corto plazo. El sistema financiero se quedaría prácticamente sin liquidez, los tipos de interés se dispararían y las empresas se declararían en bancarrota, mientras que la recaudación de impuestos caería en picado y el gobierno no tendría capacidad para financiarse en el extranjero. En este contexto catastrófico, de materializarse, el experto declara que “Grecia no sería capaz de recaudar dinero durante años”. 

La otra posibilidad es un impago y permanencia en el euro. Brooks cree que aun así el sistema bancario quebraría y las instituciones financieras no podrían captar fondos de la eurozona con los que recapitalizarlos. “La única alternativa que vemos sería un bail in de los depositantes, que ofrecieran acciones en los bancos como colateral de los depósitos”, lo que probablemente traería consigo controles de capital. 

En cuanto a las repercusiones de una Grexit sobre los países europeos, el experto recuerda para empezar que entre el fondo de rescate y el FMI se han inyectado 300.000 millones de euros a Grecia en los últimos años. Adicionalmente, Alemania garantiza directa o indirectamente cerca de 65.000 millones en deuda. “Si Grecia se va, una gran parte de este dinero probablemente se evaporará con su salida”. Teniendo en cuenta que la zona euro lleva cinco años trabajando intensamente para mantener a Grecia en la esfera de la moneda única, si al final se fuera “sería un riesgo económico casi incalculable, pero uno que podría generar dividendos políticos”, mientras que “sería un fracaso desdichado para Europa”.

¿Riesgo de contagio?

Desde Schroders, los economistas Keith Wade y Azad Zangana han elevado la probabilidad de Grexit al 40%, y analizan las probabilidades de contagio a otros países periféricos en esta ocasión. “No vemos un gran riesgo de contagio serio debido a la reducción de la exposición financiera a Grecia en comparación con hace sólo 2 ó 3 años, mientras que Grecia en sí misma es una economía pequeña”, adelantan para a continuación matizar que, en este entorno, el mayor riesgo sería “una pérdida de la confianza de los inversores, que podría incrementar los costes de financiación otra vez a los gobiernos periféricos, causándoles dificultades”. Dicho esto, creen que esta segunda posibilidad se ha reducido gracias a la introducción del QE del BCE. 

Un vistazo a la evolución de la renta fija de la zona euro a lo largo de este año refuta la teoría de los economistas: “Está claro que el contagio ha sido mucho menos obvio que si se compara con 2010 y 2011, cuando la rentabilidad de otros bonos periféricos repuntó por las malas noticias de Grecia. Ha habido algunos incrementos de la rentabilidad de la deuda soberana, pero ni de cerca de las que se produjeron durante la crisis de la deuda soberana”. 

El escenario central con el que trabajan en Schroders es que Grecia permanecerá en la zona euro “incluso a pesar de un cambio de gobierno o una capitulación final a las demandas de la Troika”. En este último punto, consideran notable que se decidiera apartar a Yanis Varoufakis de las negociaciones y que se nombrara como nuevo portavoz al ministro de Relaciones Financieras Euclid Tsakalotos “en un signo de que Tsipras está preparando un cambio en sus políticas”. También tienen en cuenta que el primer ministro griego ha comentado que podría consultarse en referéndum a la ciudadanía sobre la dirección de las políticas, “lo que podría dar a Tsipras un mandato para alcanzar un acuerdo”. La próxima reunión del Eurogrupo se celebra el 11 de mayo, y el tiempo corre en contra para Grecia.