¿Qué podemos esperar de Copenhague?

El protocolo de Kyoto vence pronto y antes de final de año debería surgir un nuevo tratado climático ras la importante reunión de Copenhague en el marco de la Convención del Cambio Climático de Naciones Unidad (UNFCCC). Muchos observadores en todo el mundo han comenzado a tener dudas a cerca de si Copenhague puede ser un éxito, si el mundo podrá ponerse de acuerdo para reducir las emisiones en un 80% hasta 2050, y si el tratado final será suficientemente bueno para limitar el calentamiento global a 2 grados Celsius, como han sugerido los científicos.

Si miramos atrás, la negociación de Kyoto no fue fácil. Estuvo a punto de fracasar y necesitó de un ajuste en el último momento para que se alcanzara el acuerdo. Copenhague debería ser más difícil que Kyoto puesto que hay más países involucrados y hay mucho más en juego. El punto más conflictivo de la negociación actual es compartir responsabilidades: ¿qué países deben hacer recortes y de qué tamaño? ¿como pueden los países desarrollados ayudar a los países en vías de desarrollo en su esfuerzo hacia el cambio climático? La distancia entre los países ricos y las economías emergentes con respecto a los objetivos de emisiones de carbono parece aún más insalvable.

Los países emergentes tienen derecho a un crecimiento económico

Por el lado de los países en vías de desarrollo, podemos tomar a China como ejemplo. La economía china recientemente superó a la americana como el mayor emisor mundial. Aunque EEUU haya tenido históricamente mucho mayores emisiones que China, en una base per cápita, las emisiones chinas son más bajas. Los países en desarrollo argumentan que tienen un derecho moral a desarrollar sus economías y a sacar a su población de la pobreza. Esto podría implicar el uso de más energía, que inevitablemente crea más emisiones de CO2. También está el tema de la esternalización de emisiones de países desarrollados hacía países en desarrollo. Volviendo al ejemplo de China podría ser el cemento y el acero que producen para el mercado EEUU. Como resultado de todo esto, los países en desarrollo están pidiendo a los países industrializados que fijen objetivos más ambiciosos y que ayuden a los países emergentes a reducir sus emisiones, mientras que ofrecen un compromiso no firmado para ellos mismos.

Los objetivos de reducción continúan siendo insuficientes

Es cierto que el actual cambio climático puede haberse creado por occidente, pero es impensable que se permita a las economías emergentes su desarrollo utilizando los mismos patrones intensivos en emisiones de CO2 para crecer. Por eso, las grandes economías emergentes como India, Brasil y China deberían comprometerse a ciertas reducciones de las emisiones en el nuevo acuerdo. El Congreso de EEUU, en particular, ha insistido en que no se comprometerá con ningún objetivo a menos que estos países hagan lo mismo. Así que ahora estamos en este punto muerto: los países más ricos tienen grandes objetivos inadecuados, y las economías emergentes, como respuesta, tienen objetivos sin definir no vinculantes. La posibilidad de alcanzar el nuevo tratado es, por tanto, pesimista.

Razones para el optimismo

Sin embargo, si miramos con atención, parece que hay importantes avances. Se ha progresado en el mercado de emisiones, puesto que en un entorno de mercado global de CO2 cada país tiene algo que ganar. Es más, actualmente existe la creencia que la financiación de tecnologías "limpias" a países en desarrollo ayudaría a crear nuevos mercados para los líderes en estos sectores. De hecho, los líderes en energías renovables y tecnologías limpias en Europa están obteniendo importantes contratos en todos los países emergentes.

Así pues al final, como algunos observadores sugieren, por lo que se debería presionar en Copenhague no es sólo para reducir los objetivos específicos de emisión, sino también mecanismos que incentiven al mercado y al sector privado para que se realice rápidamente la transición a menores emisiones de CO2 a través de la innovación y el reparto del coste real de las tecnologías limpias a escala global.

Si para diciembre los gobiernos pueden acordar objetivos sólidos o una cantidad adecuada de dinero para ayudar a los países en desarrollo en su lucha contra el cambio climático, sería un gran éxito. Pero sino, como mínimo, los negociadores deberían ser capaces de diseñar un marco que cree una regulación suficientemente fuerte y un incentivo financiero para las alternativas al CO2, como son las energías renovables, eficiencia energética o la reforestación. Esto podría ser un objetivo de segundo nivel pero al mismo tiempo un objetivo alcanzable.