Por qué no invertimos en bancos

Las razones son varias, pero podemos empezar por lo más general. Desde un punto de vista europeo, la incertidumbre que rodea a la deuda emitida por los países de la zona y que mantienen los bancos en sus balances, es muy elevada. Tanto por la calificación crediticia de los emisores, como por su consideración en balance, hoy en tela de juicio, hace que sea difícil conseguir ninguna cifra más o menos precisa sobre su valoración. Y así, su atractivo disminuye drásticamente; o mejor dicho, se acrecienta la aversión al sector.

Por otro lado, los mercados internacionales de funding están prácticamente cerrados para los bancos europeos. Quitando algunos casos nórdicos, nadie está teniendo acceso o, quien lo tiene, lo hace a un sobreprecio muy poco rentable, comprometiendo así los márgenes de intereses tanto en porcentaje como en valor absoluto puesto que esto está llevando a que éstos apliquen políticas de desapalancamiento. Pero por otra parte, y echando más leña al fuego, los reguladores a todos los niveles están pidiendo una mejora de los ratios de capital, y para cumplir, los bancos aquí tienen dos opciones: o incrementar capital a precios nada interesantes, o desapalancar más aún sus balances; y así restringir todavía más el crédito, condenar sus ingresos futuros… Es decir, nada atractivo aún.

Si descendemos geográficamente hacia España, la incertidumbre es aún mayor debido a la nebulosa que rodea a las posiciones de todo lo relacionado con Real Estate que tienen estas entidades (créditos a y carteras de construcción, suelos y promociones). Y que, dada la situación actual, tiene difícil solución. La recesión en la que estamos inmersos no parece que vaya a mejorar la mora, sino todo lo contrario, y las necesidades de desapalancamiento van a seguir restringiendo el crédito en general, como mencionábamos anteriormente, y muy en particular en todo aquello relacionado con el sector inmobiliario, lo que va a hacer que los precios de los activos caigan más aún, afectando de nuevo al balance y en algún momento a la cuenta de resultados. Esto significa más presión aún.

Y lo peor es que no existe aún ninguna hoja de ruta de cómo ponerle una solución: un “banco malo”, el reconocimiento de pérdidas y ayudas, compra de las carteras de activos tóxicos a un “buen precio”... En definitiva, desde nuestro punto de vista, y probablemente el de muchos otros gestores, sigue sin resultarnos nada atractivo el sector, porque si metemos todos estos ingredientes en la coctelera, la mezcla resultante parece ser de difícil digestión.