Por qué a los suecos les gustan los palillos chinos

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Joel Filipe (Unsplash)

Si uno mira los números macro y tiene la mala suerte de vivir en uno de los países más desarrollados, en estos momentos está ya dando clases de chino (mandarín, por supuesto), de samba y limpiando su chakra con el gurú indio de turno. Pero no debemos dejarnos llevar, las cosas no cambian de la noche a la mañana, ni la cultura Occidental se exterminará porque 1,200 millones de personas se empeñen en ello. O quizá sí…pero desde luego no en este siglo. Tenemos mucho todavía que ofrecer, aunque en el futuro todo será diferente no tiene porqué ser como se nos dicte desde el mundo emergente.

Nuestro verdadero reto es saber adaptarnos a todo ello y beneficiarnos de las oportunidades que nos ofrece el espectacular crecimiento de las nuevas economías focalizándonos en aquello que hacemos mejor que nadie, diversificando nuestros negocios que no tienen porqué estar basados en mano de obra barata, sino en aquello en lo que somos buenos y sabemos hacer mejor que nadie. Tenemos ejemplos más que alentadores entre economías aparentemente “hiper-desarrolladas” pero que en realidad han demostrado ser excelentes vías de exposición a mercados emergentes.

Japón y Suecia son claros ejemplos de que es posible que el mundo corporativo occidental saque beneficio del impulso macro económico que se producirá en los mercados emergentes ante el incremento exponencial de la demanda.

La convivencia y la complementariedad de ambos mundos es lo que realmente ofrece nuevas oportunidades, no los mercados emergentes y su crecimiento por sí solos.