¡No hay dinero, no hay payasos!

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Joel Filipe (Unsplash)

El importante papel que hoy en día siguen jugando las agencias de medición de riesgos es evidente. Y las consecuencias que tienen sus informes y calificaciones también. Sólo basta comprobar cómo la degradación de la deuda lusa a ‘bono basura’ ha provocado una venta masiva de bonos portugueses en el mercado. Esto, sin embargo, ya no sorprende a nadie, como tampoco sorprende ver los tipos italianos y españoles rentando en torno al 7% o la prima de riesgo de Francia y Bélgica subiendo con fuerza ante una previsible rebaja de su calidad crediticia. No obstante, lo que sí sorprende es que el mercado continúe haciéndose las mismas preguntas sobre los mismos hechos, siempre con la expectativa de encontrar una solución milagrosa.

A medida que la crisis se ha venido desarrollando, se han ido produciendo cambios políticos. Primero en Irlanda, después en Inglaterra, Portugal, Grecia, Italia y, ahora, en España. Sea cual sea el color político del Ejecutivo entrante, los gobiernos no pueden decir la verdad sobre los sacrificios que será necesario realizar para frenar este proceso de declive. Si lo hicieran, el resultado sería su suicidio político. Ese proceso de declive es ahora mucho más intenso: eso es lo que dicen los ratings.

A medida que la crisis se desarrolla, vamos constatando cambios en nuestro modo de vida; algunos sutiles, otros menos. En Lisboa, por ejemplo, la ciudad tendrá un día a la semana en el que el servicio de recolección de basura no funcionará; en el transporte, los trenes circularán con una menor frecuencia; las carreteras tendrán más baches; la seguridad será cada vez menor; la vigilancia cada vez será más escasa; la salud más precaria y cara… La situación se reduce al famoso dicho popular, "¡No hay dinero, no hay payasos!".

Por desgracia, este retroceso también se dejará sentir en el resto de países que se encuentran en una situación similar. Lo que actualmente está en juego es la calidad de vida, las pensiones, el futuro de las familias y, en definitiva, el nivel de vida a la que nos hemos acostumbrado como ciudadanos de la Comunidad Europea, un estado del bienestar que ha sido construido a partir de dinero prestado y tipos de interés muy bajos.

Lo importante ya no es el rating. Lo verdaderamente importante, en mi opinión, es recordar qué se ha hecho desde el inicio de la crisis. La mayoría de la gente no ha prestado atención a la precisión con la que los políticos han encontrado soluciones a los problemas. La mayoría ha seguido más de cerca las sucesivas reuniones del G-20, del G-8, de los ministros de finanzas, de los primeros ministros, de cualquier multi-reunión oficial en la que todo está hecho para no hacer nada. La realidad es que desde la política no se brindan soluciones, porque no hay soluciones en este modelo económico.

Cuando estalló la crisis de las ‘subprime’ nos dijeron que era un problema controlado y limitado en el coste y en el tiempo; cuando el problema saltó a Grecia, decían que el país no necesitaría ayuda. Más tarde sí la precisaron. Poco después la ayuda tuvo que aumentarse. Después se resolvió el problema con una quita del 21% de su deuda, más tarde con una quita del 50%. Y después ... Todavía no se sabe. Lo que sí sabemos es que, al final, habrá incumplimiento.

Con Fannie Mae, el Banco de la Vivienda de EE.UU. que posee el 60% de los créditos inmobiliarios del país, también los políticos dijeron que no era precisa ninguna intervención especial; poco después el banco fue nacionalizado al 80%.

Portugal, al igual que Irlanda, tampoco necesitaba ayuda. Incluso el presidente permantente del Consejo de la UE, Van Rompuy, llegó a decir en 2010 que la situación de Portugal era muy diferente al caso irlandés. Después, se dio cuenta que era la misma. Del mismo modo, Italia tampoco necesita ayuda pero, por si acaso, se pone al FMI como observador. Para resolver la crisis de deuda soberana, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) se tuvo que ir aumentando regularmente. Primero fue suficiente con 250.000 millones; luego con 400.000, después con 600.000, después con 750.000… Pero no se ha encontrado la solución.

Seguro que recuerdan las pruebas de estrés hechas a los bancos, por las que se pretendía eliminar definitivamente el riesgo sistémico e identificar a las entidades más vulnerables. Si la respuesta es sí, recordarán que no fueron identificados como tal los bancos irlandeses que en 2010 necesitaron apoyo especial por parte de la troika. En 2011, y tras haber realizado una segunda ronda de pruebas de estrés en la que sólo seis bancos fueron suspendidos, parece que se necesitan más de 100.000 millones para recapitalizar el sistema financiero. Y, paradójicamente, son las entidades que habían pasado las pruebas las que necesitan el capital.

Deuda, deuda y más deuda. Ese es el problema. El otro inconveniente es que los gobiernos ya no pueden inyectar más dinero a la economía, es más, se ven forzados a retirar el dinero aplicando recortes sustanciales en el presupuesto. Con las economías en recesión, los ingresos serán cada vez menores. Sin programas de estímulo por parte de los gobiernos, los consumidores se muestran paralizados. Y la economía también.