Muchos divorcios, un funeral y un nacimiento

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Funds People

Ya no aguantamos nada. Hay más divorcios que bodas y tenemos muchos menos amigos que lo que nuestro Facebook nos dice. La impaciencia hace que las relaciones duren cada vez menos y que las propias entidades se parezcan cada vez más a equipos de béisbol donde existe un manager general encargado de reforzar la defensa fichando a gente sin nombre basándose en su estadística, muchas veces sin conocer ni siquiera su nombre.

Esta tendencia es realmente frustrante cuando hablamos de gestores de fondos, donde observamos que la rotación es constante, excesiva a ojos de quien quiere mantener siempre una referencia en su inversión. Ya ni las vacas sagradas, los Woodford, los Bolton o los Miller aguantan, se van sin que nadie pueda detenerlos. El porqué de esta constante rotación es cosa de dos, como en los matrimonios. Los gestores están muchas veces desincentivados y las gestoras se parecen cada vez más a grandes corporaciones inmunes al efecto humano.

El hecho es que por una u otra razón los inversores quedamos huérfanos de referencias, perdemos a nuestros ídolos, descapitalizan nuestro universo y muestran la debilidad de un modelo incapaz de retener talento. La huida de estos grandes mitos proyecta la debilidad de las relaciones entre gestores y la propia gestora: Si ni siquiera existe fidelidad dentro de una determinada gestora ¿Cómo esperan las gestoras que el inversor sea fiel? Es normal que el inversor esté inquieto, viendo muchas veces lo que tiene ante sus ojos.

Asistimos al funeral del gestor estrella, una de las grandes ilusiones de esta industria; pero a cambio asistimos al nacimiento de un nuevo concepto, una especie de huida hacia adelante: Las gestoras como fábricas de soluciones de inversión. Las gestoras quitan del escaparate nombres conocidos y se presentan ante el mundo como una navaja suiza con muchas, muchas aplicaciones que nos faciliten la toma de decisiones a los clientes. Toda evolución acarrea una mejora, quedémonos con lo positivo.