Mobius versus Hasenstab: dos visiones de Franklin Templeton sobre los programas de QE

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Foto cedida

Durante los meses de octubre y noviembre se han producido dos hechos relevantes en la historia de los bancos centrales: mientras que la Reserva Federal puso punto y final a su programa de estímulo cuantitativo QE3, el Banco de Japón anunciaba nuevas medidas cuantitativas para reanimar la economía japonesa, de vuelta a la recesión técnica. Ahora, desde Franklin Templeton Investments ofrecen dos visiones complementarias de los efectos de los bancos centrales sobre la economía mundial: la de Mark Mobius, presidente ejecutivo de Templeton Emerging Markets, frente a la de Michael Hasenstab, director de inversiones de renta fija de Franklin Templeton. 

La visión de Mobius: el punto de vista de los ahorradores

“Alivio cuantitativo (Quantitative Easing) en realidad no es una descripción precisa. En la actualidad, se trata más de expandir que de estimular”, comienza el gurú de los emergentes su análisis sobre la política seguida por los bancos centrales. Este compara los más de 4 billones de dólares que se han inyectado en total a la economía estadounidense (sumando los tres programas QE) con el tamaño de las reservas de divisa extranjera de China, y recuerda que esta cantidad ha resultado ser seis veces superior a lo calculado en el plan original. 

Sin embargo, considera que lo más importante de esta clase de política acomodaticia es que “EE.UU. no fue el único país en lanzar un programa como ese durante estos años”. Ahí está el programa análogo lanzado por el Banco de Inglaterra en 2009, que inicialmente iba a estar dotado de 120 millones de dólares y terminó creciendo hasta los 600 millones, de tal manera que el balance del BoE se cuadruplicó. El BCE también se vio obligado por aquella época a comprar deuda soberana, expandiendo su balance hasta 2012, movimiento que también fue imitado por el Banco de Japón y el Banco Popular de China. En opinión de Mobius, que se muestra inusualmente crítico, estos programas fueron creados “para permitir a los bancos en muchos sentidos refugiarse de tener que tomar decisiones duras en relación con sus malas inversiones”. Además, constata que “mucho de ese dinero ha permanecido en los balances de los bancos, a disgusto de los banqueros centrales, que querían que empezaran a prestar para que las economías reviviesen”.  

Los bajos tipos de interés que vemos globalmente en tantos mercados ponen en desventaja a los ahorradores en depósitos bancarios y a los pensionistas, mientras que los accionistas en general se han beneficiado al haber crecido los bancos supervivientes, y quizá ahora éstos se encuentren dentro de los que son demasiado grandes para caer”, denuncia el famoso gestor. Para él, éste es el quid de la gestión: “Los ahorradores que han sufrido con los bajos tipos de interés podrían ser golpeados por la llegada de otro problema, de alta inflación. Aunque en general la inflación ha permanecido baja en los mercados donde los bancos centrales se han comprometido con medidas cuantitativas, muchos –incluso yo- creemos que una vez que los bancos tengan confianza para empezar a prestar de forma agresiva otra vez, probablemente la inflación suba”. 

El gurú insiste en que se podría producir una situación de doble filo: mientras que países en terreno deflacionario como Japón darían la bienvenida al repunte del coste de la vida, cree que “la inflación puede entrar rápidamente en una espiral fuera de control, dañando en particular a las economías emergentes, al ir una proporción más elevada de los presupuestos de sus consumidores a bienes básicos como alimentos o gasolina”. Su conclusión final es ambivalente: “Los recientes esfuerzos de estímulo de Japón y el BCE deberían compensar las preocupaciones por el final del programa QE de la Fed, y esos esfuerzos continuarán proveyendo de liquidez a los mercados. Pero estamos vigilando cualquier shock no bienvenido”. 

La visión de Hasenstab: el caso nipón

Michael Hasenstab pone el acento sobre la dicotomía entre EE.UU. y Europa: mientras que en el primero la Fed ha puesto fin de forma anunciada al QE3, en el Viejo Continente han surgido dinámicas conflictivas entre el norte y el sur de Europa y, especialmente, entre Alemania y otras partes de Europa. “Nos parece claro que la opinión general es que el BCE adoptará una política más laxa, aunque no hemos visto todavía que alcance la misma magnitud que los esfuerzos del Banco de Japón”, explica. Esta afirmación es la excusa que necesita Hasenstab para recordar los últimos cambios en el programa de estímulo cuantitativo y cualitativo del BoJ, que anunció recientemente que incrementará sus compras de activos en 30 billones de yenes al año, hasta los 80 billones.

Para él, “es una magnitud similar a lo que la Fed estaba haciendo”, al haberse incluido en las compras ETF, REITS y bonos nipones de mayor duración. En su opinión, las acciones del BoJ son indicativas de lo importante que es el QE tanto para la política de Abenomics como para la legitimidad política de Shinzo Abe, así como un motor de la economía doméstica de Japón al facilitar dos dinámicas. Por un lado, sirve para financiar el gran endeudamiento del gobierno nipón. Por el otro, debería atajar dos problemas galopantes en la economía nipona, la caída de ingresos del sector privado por el déficit por cuenta corriente y el envejecimiento de la población, para lo cual Hasenstab afirma que “se necesita otra fuente de financiación”. Explica que “la motivación de las políticas de Japón es muy diferente de la motivación para el QE en EE.UU. o la motivación para el QE en Europa, que en realidad no se refieren a la financiación explícita de deuda”, algo que sí sucede con las dinámicas de deuda niponas. 

El gestor detecta otro componente del programa de estímulo que considera crucial para reavivar la economía japonesa, que permite facilitar la reforma de los fondos de pensiones, que va a permitir cambiar a su vez el esquema de asignación de activos del fondo soberano de pensiones japonés para incluir más renta variable doméstica en detrimento de la renta fija. “Es importante para compensar la mayor inflación que probablemente vayan a afrontar los jubilados”, apostilla, un factor que es muy impopular entre los más mayores. “Para poder compensar en alguna medida los efectos negativos de la inflación, un impulso a los precios de los activos de inversión ayudaría a mitigar esos efectos. También proporciona legitimidad política a las Abenomics en el corto plazo”, concluye Hasenstab.