Miedos, esperanzas e incertidumbres en EEUU para el segundo semestre del año

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Imagen cedida

Las noticias económicas procedentes de Estados Unidos siguen decepcionando en casi todos los sectores y, una vez transcurrida la mitad del año, vale la pena determinar si estas tendencias persistirán en el segundo trimestre de este 2012.

El impulso de crecimiento se ha frenado claramente desde el comienzo del año según la Oficina de Análisis Económicos, que confirmó la desaceleración económica en el segundo trimestre al publicar que la tasa de crecimiento adelantada del PIB se sitúa en 1,5% trimestral anualizado y desestacionalizado. Es una tasa ligeramente inferior a la del crecimiento registrado en el primer trimestre, que tras su revisión al alza pasó del 1,9% al 2%.

La desaceleración del segundo trimestre se debió en gran medida a la caída del consumo privado, además del menor crecimiento de la inversión fija residencial y no residencial a pesar de que los datos sobre el gasto en construcción fueron algo más positivos.

Las exportaciones se aceleraron, pero no lo suficiente como para compensar el avance de las importaciones durante el trimestre. Si el consumo no aumenta lo suficiente como para compensar la reposición de inventarios, podríamos ver una producción más lenta en los próximos meses.

Aunque el crecimiento del segundo trimestre fue ligeramente inferior a lo previsto, todavía seguimos dentro de un objetivo para el año del 2,1%, lo que supondría una aceleración en la segunda mitad del año, que esperamos que sea más fuerte una vez que desaparezcan determinados factores temporales.

En un escenario optimista, la debilidad económica no se agravaría, el crecimiento se estabilizaría y el impacto de la incertidumbre política o del deterioro de las condiciones sería mínimo. Además, las presiones inflacionarias serían limitadas, en línea con una previsión de inflación en torno al 2%, que reflejaría que los precios de las materias prima están por debajo de lo previsto y que la elevada capacidad ociosa de la economía debería contribuir a frenar los costos laborales y de producción.

El crecimiento del empleo parece haber repuntado en julio, pero la subida de la tasa de desempleo indica, sin duda, la persistencia de la debilidad en el mercado de trabajo, lo que obviamente no es bueno.

Dados los recientes altibajos en los datos económicos, no es de extrañar que la Reserva Federal mantenga su cautela sobre la sostenibilidad de la recuperación. El último comunicado tras la reunión del FOMC no incluyó ningún anuncio sobre medidas adicionales en política monetaria, pero sí señaló que las perspectivas económicas son más débiles. El hecho de que no haya cambios significativos en la declaración tras la reunión y la falta de medidas políticas ponen de manifiesto el intenso debate que hay dentro del FOMC.

La Fed está a la espera de que el Congreso aborde el inminente abismo fiscal, y un QE3 será cada vez más atractivo a medida que pase el tiempo sin que se hagan progresos en materia fiscal. En última instancia, la Fed contemplaría seriamente tomar nuevas medidas, pero necesita constatar más datos y tener más tiempo para el debate.

Es muy posible que las tome en septiembre si las condiciones económicas siguen deteriorándose, en cuyo caso el escenario más probable sería una nueva flexibilización cuantitativa. Hay otras alternativas, como una reducción de la tasa de interés de las reservas, pero creo que son menos probables. Sin embargo, estas medidas no son los sustitutos perfectos y su impacto sobre la actividad económica sería muy incierto.

Sigo siendo relativamente optimista y creo que las recientes tendencias apuntan sólo a una desaceleración y no a un estancamiento del crecimiento. No obstante, si se intensifican la incertidumbre política, el ajuste fiscal y la crisis de Europa, la economía podría caer en recesión en un entorno deflacionista. Sin embargo, esa posibilidad a día de hoy no es muy probable y por descontado deseable.