Mejorar la transparencia de los informes financieros: lecciones aprendidas de la crisis

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Imagen cedida

La decisión práctica de cómo invertir o ceder fondos a terceros sólo puede hacerse si existe suficiente transparencia en la información financiera. Su ausencia puede derivar en pánico en el mercado y la corrección desordenada de precios, a medida que los inversores se van dando cuenta que las empresas se han dedicado a la “creatividad contable”, o que han ocultado sus activos tóxicos. La corrección desordenada ha sido evidente durante la crisis actual.

Al hacer un juicio sobre la transparencia, la primera consideración es si los informes anuales contienen toda la información que los inversores necesitan para tomar, tanto decisiones significativas y bien informadas sobre el perfil de riesgo, como de las perspectivas de rendimiento de las empresas. En otras palabras, cuán completa es la información relevante proporcionada. La segunda consideración se refiere a cuán comprensible y accesible es la información para los inversores. Estos esperan que la información contable arroje luz sobre la complejidad de los modelos de negocio, y mejore su conocimiento de los diferentes riesgos, tanto los asociados al negocio como los financieros. Sin embargo, en muchos casos las normas contables y la información dispuesta por las empresas sólo complica, o incluso oculta, la complejidad subyacente.

Los informes financieros  de la banca tienden a ser, por lo general,  bastante extensos. Pero no debe confundirse volumen de información con adecuación de la misma a los requerimientos de los inversores. La adecuación de los informes financieros de la banca debe basarse  en cómo informan a los inversores con respecto a: exposiciones a riesgos; eficacia de la gestión del riesgo; y  el rendimiento ajustado al riesgo.

Uno de los principales retos del reporte financiero suele ser si la información sobre los riesgos clave es la adecuada. Por ejemplo, cuando los inversores miran a los bancos españoles van a tener interés en su exposición a la deuda soberana de países como Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, y la misma España. Igualmente se interesarán  sobre la exposición al sector inmobiliario y préstamos al sector de la construcción, incluyendo  detalles relacionados con las modificaciones de préstamos fallidos o morosos, especialmente cuando la tasa de desempleo se ha disparado al 25% en España.

Otra categoría de riesgo importante es el riesgo de refinanciación. La cuestión sobre disponibilidad y coste de la financiación es fundamental. Estimaciones de Bloomberg y el Tesoro español muestran que los bancos españoles necesitan 78 mil millones de euros de financiación en 2012 y 84 mil millones en 2013. Dicho esto, el coste de financiación al que se enfrentan los bancos fue aliviado por la inyección de liquidez a largo plazo del Banco Central Europeo (BCE) a finales del año pasado y en febrero de este año. Sin embargo, el empeoramiento de las  perspectivas económicas en Europa y la aversión al riesgo están demostrando que la intervención del BCE será sólo un alivio temporal desde la perspectiva de los costes de financiación.

También, los riesgos de déficit de capital: la Autoridad Bancaria Europea (ABE) ha establecido un umbral de capital Tier 1 que los bancos deben cumplir el 30 de junio de 2012. Esto va a requerir la captación adicional de fondos por parte de varios bancos, y también influirá en la política de distribución de dividendos. Además de la calidad de los activos y el riesgo de refinanciación, interesa destacar el riesgo por el uso de instrumentos derivados, tanto para gestionar riesgos como para hacer trading. Estos instrumentos tienen requisitos complejos de valoración, y la historia demuestra que su aplicación por las empresas pudiera dejar espacio para sorpresas desagradables de los inversores, incluso cuando aquellas afirman usarlos como cobertura.

También cuando se utilizan para gestionar riesgos pueden, inadvertidamente, introducir otros riesgos para las empresas. Un ejemplo clásico de cómo los inversores  se pueden ver sorprendidos por el uso de derivados se proporciona en el libro "The Big Short",  de Michael Lewis. El autor describe un banco líder a nivel mundial cubriendo su exposición a hipotecas de alto riesgo, pero la cobertura costó varios millones de dólares anuales, un par de años antes de que la crisis de crédito golpeara los mercados. Se decidió compensar el coste de la cobertura vía cobro de primas, para lo que el banco decidió vender “credit default swaps”; vendía protección a cambio de una prima. Por desgracia, esta estructura de aparente cobertura total resultó en una mayor exposición del banco, y una pérdida de dos mil millones de dólares. Más recientemente, el amplio eco de las pérdidas de dos mil millones de dólares  de JP Morgan nos recuerda la posibilidad de que los inversores se vean sorprendidos debido a la escasa transparencia existente en torno a las operaciones con derivados.

Para una asignación de capital eficaz, los inversores deben centrarse en la rentabilidad ajustada al riesgo sobre el capital. Los bancos  tienen un riesgo muy alto debido a un elevado nivel de apalancamiento y al uso de instrumentos financieros complejos. Los beneficios reportados por los bancos durante un período de tiempo dado podrían ser ilusorios, ya que se obtienen a cambio de una probabilidad de pérdidas significativas en el futuro. A las empresas de servicios financieros se las describe como tomadoras de pequeños riesgos a lo largo del tiempo, hasta que estos se convierten en una apisonadora y se los llevan por delante. En consecuencia, los inversores necesitan información suficiente para poder juzgar el riesgo inherente a la rentabilidad que obtienen del capital.

Los balances de los bancos están dominados por los instrumentos financieros. Esto hace que su tratamiento contable sea crítico, ya que afecta  al hecho de si los estados financieros reflejan fielmente su realidad económica subyacente. La crisis ha puesto de relieve varias deficiencias de la contabilidad de instrumentos financieros. En primer lugar la innecesaria complejidad  de las reglas para valorar los instrumentos financieros (por ejemplo, aplicar valor razonable o coste de amortización) y de resultas, las múltiples opciones sobre cómo reconocer las ganancias o pérdidas asociadas (es decir, la cuenta de resultados o los ingresos totales). En segundo lugar el saneamiento de los activos financieros, incluidos los préstamos, que  por lo general se producen en poca medida, y demasiado tarde.

CFA Institute viene apoyando la aplicación de valor razonable (fair value) para los instrumentos financieros como el medio más eficaz de eliminar estas deficiencias, junto con el suministro de información que resulte más útil para los inversores. Cualquier inversor o prestamista al hacer una compra, o decisión de venta, sólo puede hacerlo en base al valor razonable. Desafortunadamente, las preocupaciones sobre la prociclicidad de la contabilidad a valor razonable, han limitado la capacidad de los organismos de normalización para abordar, de manera integral, estas deficiencias a través del valor razonable de todos los instrumentos financieros. Por otra parte, esas mismas preocupaciones han probado ser exageradas, según investigaciones recientes.

De cara al futuro, el reto para los organismos de normalización contable sigue siendo la reducción de la complejidad de la contabilidad de instrumentos financieros, así como la mejora de los métodos de amortización de activos. También hay margen para mejorar el análisis de la exposición al riesgo, las estrategias de gestión de riesgos y la eficacia de éstas.