Mal de muchos, ¿consuelo de... otros?

Recuerdo una reunión con un buen amigo, que me comentaba a principios del 2009, sobre una conversación con su banquero. Mi amigo aún estaba digiriendo cuando su asesor, con gran orgullo, le presentó los resultados del ejercicio anterior enfatizándole “Le ha ido muy bien, tan solo ha perdido un 30%, ¡casi un 10% mejor que el S&P500!”.

En ese momento pensé quién será ese fatídico S&P, y qué me importa a mí lo que ganan o pierden los demás y me di cuenta de lo poco que mi banquero conocía de mí y mis necesidades.

Alguna vez que fui a las Vegas con amigos pensé que me había ido bien, ya que fui uno de esos pocos con suerte y gané algún dinero; pero en aquella ocasión tenía muy claro que estaba jugando, que el objetivo era pasarlo bien y que muy probablemente me gastaría/costaría una cantidad de dinero predeterminada. Pero cuando estamos pensando en una planificación patrimonial a largo plazo las bases de entrada tienen que ser totalmente diferentes.

Después de muchos años en la industria de asesoramiento patrimonial aprendí que el objetivo de uno no puede ir ligado al S&P 500, ni a ningún índice de referencia de mercados que nada tienen que ver conmigo. Al final del día todos tenemos que llevar la comida a la casa y pagar a fin de mes una hipoteca. No debería de haber dos objetivos iguales, al igual que no existen dos personas idénticas. En un mundo ideal que en mi opinión es casi posible, el perfil de las inversiones de uno debería implicar los pasos a seguir para ir desde un punto “A” (en donde me encuentro ahora) a un punto “B” a donde quiero llegar con mis inversiones y poder satisfacer las necesidades que se han tenido en el camino. En este mundo imaginario, el asesor debiera ser el encargado de unir estos dos puntos por la distancia más corta posible (que como todos sabemos es la línea recta, sin curvas innecesarias a las que en finanzas llaman volatilidad o riesgo), y esa, su única labor, sin que sea él quien cree productos ni los venda.

Pienso que tan malo es el que te hace perder $1 como el que te hace ganar $11, si el objetivo de uno era terminar con $5. Ambos le hicieron a uno asumir riesgos que quizá fuesen innecesarios.

Se está creando una nueva tendencia en la industria de manejo de patrimonios, que se basa mas en la inversión ligada a unos objetivos personales determinados (“Goals-based Investing”), a diferencia de la teoría “moderna” de manejo de portafolios que desarrollo el premio nobel Markowitz a finales de la década de los 50’. La segunda basaba sus conclusiones en optimizar el nivel de rendimiento que se puede llegar a obtener, mediante la diversificación en diferentes activos, en función del nivel de riesgo que se tome. En la nueva tendencia que estamos intentando aplicar algunos economistas en los Estados Unidos, se busca cumplir con los objetivos concretos de cada inversionista en el tiempo. Voy a intentar desarrollarlo en mayor profundidad.

Cada persona (o familia) tiene unas necesidades y planes, algunas veces sueños, que buscarían cumplir a lo largo de su vida. La primera y principal es cubrir las necesidades básicas para mantener un determinado nivel de vida. Por ello, el nivel de predictibilidad de conseguir este primer objetivo debe ser muy alto, y por ello, las inversiones para alcanzarlo deberían de tener un riesgo bajo y un flujo de caja recurrente. Dentro de un segundo bloque estarían los objetivos a alcanzar en un plazo medio o largo, como podrían ser el tener unos fondos determinados para una buena universidad para nuestros hijos, un buen plan de retiro o un dinero de reserva para una necesidad extrema de enfermedad. Al ser el horizonte de inversión más largo, se podría invertir dentro de instrumentos que tuviesen un retorno objetivo más alto, pero posiblemente un riesgo mayor. El factor liquidez inmediata no sería un determinante tan importante, si bien se debería también considerar ventanas de salida en tiempos determinados. Por último, debería existir un tercer bloque de inversiones que estuviesen dedicadas a cumplir los “sueños” o deseos de cada uno. Entre los mismos estarían el poder dejar una herencia a la siguiente generación, el poder llegar a crear una fundación de carácter filantrópico o el hacer una donación para unos beneficiarios concretos el día de mañana. En este último paquete de inversiones se podrían utilizar vehículos de Capital Riesgo, fondos de inversión alternativa, acciones o bienes raíces, con la finalidad de conseguir retornos altos en el tiempo.

Como podrán ver, lo que se intentaría es tener tres portafolios diferentes, con objetivos muy claros, con la finalidad de alcanzarlos con el mayor porcentaje de probabilidad posible. Por supuesto, las necesidades de cada familia cambian en el tiempo, y por ello la flexibilidad y revisión continua tanto de las inversiones, como de los resultados obtenidos debe de ser una práctica habitual. Si hay desviaciones positivas o negativas del rango donde nos movemos deberían servirnos para ajustar el nivel de riesgo de cada portafolio con la finalidad de volver a la tendencia deseada.

El “benchmarking” o indexación/comparación con lo que hacen los mercados es un factor de peso a considerar, pero lo que realmente debe de importar es el llegara a conseguir cubrir esos tres grupos de necesidades a lo largo del tiempo. Y eso es lo que deberían pedir a sus asesores, y diferenciar claramente entre quienes ponen sus objetivos por delante, de aquellos que únicamente le intentan vender producto.