Los retos que afronta China en el Año del Gallo

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Swiss James, Flick, Creative Commons

El nuevo año lunar que empezó este fin de semana se corresponde según el horóscopo chino con el gallo de fuego. Este animal está considerado como un incomprendido por la astrología china, pero también como inteligente, vanidoso y excéntrico.  China empieza el año del gallo envuelta en dudas, por las polémicas políticas proteccionistas prometidas por Donald Trump en campaña, pero también porque sigue endeudándose masivamente; 2016 fue el segundo año de mayor crecimiento de la deuda en el país en términos históricos, después de 2009. Además, las autoridades chinas seguirán afrontando el trilema conocido como Trinidad Imposible, es decir, teniendo que conjugar una política monetaria independiente con un tipo de cambio fijo y la apertura de la cuenta de capitales.

Brendan Mulhern, estratega de Newton (parte de BNY Mellon Investment Management) atribuye la escalada del apalancamiento al incremento el año pasado de los estímulos fiscales, “en gran parte mediante ingeniería financiera”, que permitieron la consecución del objetivo oficial de crecimiento del 6,5%. “Es probable que el impulso económico generado por esta dosis de estímulos se vaya debilitando a lo largo de 2017, teniendo en cuenta que las autoridades chinas ya han empezado a reducir las medidas de apoyo, conscientes de los riesgos que supone el creciente endeudamiento”, advierte Mulhern. Éste añade que “en ciertos aspectos, la burbuja crediticia china ya ha superado las de Japón, Irlanda, España y EE. UU.”.

El país afronta otro dilema de grandes dimensiones: “Aunque las autoridades chinas han declarado su intención de llevar a cabo reformas estructurales para abandonar la demanda financiada con deuda, se ven limitadas por la necesidad de crear empleo, una limitación que seguirá muy presente en 2017”. Para el estratega, teniendo en cuenta que en el tercer trimestre se celebrará el XIX Congreso del Partido Comunista, “no hará falta que la economía pierda mucho fuelle para que las autoridades vuelvan a poner en marcha los estímulos”. El dilema surge porque “hay señales de que al gobierno le resulta cada vez más difícil mantener la economía a flote y el estrés del sistema financiero es cada vez más evidente”.

“China es un riesgo clave en el medio plazo, pero es improbable que lo sea en 2017”, afirma Philippe Ithurbide, responsable global de análisis de Amundi. El estratega señala que la inmensa mayoría del endeudamiento se encuentra dentro del país, y concretamente que el 150% de la deuda está en el sector privado. Más que la proporción o la localización, lo que verdaderamente preocupa al experto es la falta de eficiencia de la nueva concesión de crédito: “Antes, por cada unidad de deuda, en China se conseguía media unidad de crecimiento: ahora, esta proporción ha caído a un cuarto”.

Dicho esto, Ithurbide defiende que “China está cumpliendo con el guion adecuadamente. Es lógico que presente un crecimiento más débil que en el pasado, pero la estructura de ese crecimiento ha cambiado radicalmente”. Según sus cálculos, el país debe de estar creciendo en torno al 5% y “no sería un problema si creciera a ese ritmo en los próximos tres a cinco años”.

Nuevo capítulo en la relación chino-estadounidense

El estratega termina con una observación y una advertencia: “La internacionalización del renmimbi va a ser cuestión de tiempo. China no quiere devaluarlo, sino atraer flujos de capital de forma natural. No obstante, si EE.UU. le impone aranceles, entonces no dudarán en devaluar”.

“Pese a que desde hace tiempo se ha venido primando la estabilidad económica, China podría verse forzada a defenderse si la política comercial estadounidense le resulta desfavorable, por lo que las prioridades del país podrían verse cada vez más condicionadas por factores externos”, coincide Rob Simpson, gestor de deuda emergente en Insight (parte de BNY Mellon).

Sobre la reciente decisión de Trump de cancelar la participación de EE.UU. en el Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TTP), Simpson opina que “podría ampliar significativamente la influencia de China en los próximos años si el resto de los integrantes del TTP decide apoyarse en la segunda economía más grande del mundo para salvar el acuerdo”.

Claudia Calich, responsable de deuda emergente de M&G Investments, pone las relaciones comerciales chino-estadounidenses en contexto con la celebración del Congreso del PCCh:Los actuales dirigentes y los nuevos líderes de China deberán abordar la desafiante relación que se avecina con EE.UU. este año y el próximo, además de intentar solucionar otros problemas del país”. La experta aclara que, hasta que se elijan las nuevas caras del Partido a finales de año, el consenso no espera que los líderes actuales emprendan reformas de gran calado: “El objetivo será mantener el statu quo”.

Actualización de la renta variable china

Matthew Vaight, gestor de M&G, declara que “China es un actor muy relevante de la economía mundial y, con el tiempo, cabría esperar que su mercado de valores creciera tanto en tamaño como en importancia para reflejar adecuadamente la envergadura económica del país”. De hecho, el mercado de acciones A (las que cotizan en Shanghái) es ya el segundo más grande del mundo por capitalización, “pero próximamente se abrirá a los inversores internacionales, por lo que atraerá más capital y se verá reflejado en los índices bursátiles mundiales”.

Actualmente la economía china se divide en dos grandes bloques: la Vieja China o economía tradicional, “basada fundamentalmente en la producción de bajo coste y la inversión en infraestructuras”, y la Nueva China, “centrada en los sectores terciarios, el consumo e Internet”. Esta división también se refleja en el mercado de valores: “Las empresas expuestas a la economía tradicional no atraen mucho interés y, por ello, parecen contar con unas valoraciones baratas, si bien es probable que estas valoraciones reducidas estén justificadas. Las empresas expuestas a la nueva economía resultan mucho más interesantes y, por ello, presentan unas valoraciones más elevadas”.

Para el gestor, esta brecha de valoración “constituye un desafío al que se enfrentan los inversores a la hora de invertir en China: las empresas de valor parecen constituir posibles trampas de valor, y las firmas de mayor calidad con mejores perspectivas presentan unas valoraciones que difícilmente podemos justificar”.