"Lo verdaderamente duro de la crisis mundial está por llegar y durará al menos 15 años"

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Cedida por Man GLG

La verdadera crisis mundial no ha empezado todavía. Así de contundente se muestra Jamil Baz, jefe de Estrategia de Inversión de GLG Partners, en su último artículo de opinión. A su juicio, esto se debe a que el desapalancamiento del sector público no ha empezado aún, y la prueba es que las principales economías desarrolladas del mundo tienen un nivel de deuda sobre PIB superior al que tenían en 2007. Baz resume en cinco pesimistas predicciones las consecuencias de esta situación, que califica de “desesperada pero no grave”, citando a un refrán austríaco.

 

El primer augurio es que lo ocurrido en los últimos años no ha sido más que un “precalentamiento” porque la gran crisis está todavía por llegar dado que la necesidad de reducir la deuda es más pronunciado que nunca en la eurozona, particularmente en el sur de Europa, en Estados Unidos y en Japón.

El segundo es que harán falta un mínimo de 15 años para que la economía alcance de nuevo la velocidad de crucero y niveles consistentes de crecimiento saludable. Esto se debe a que es necesario reducir los niveles en al menos 150 puntos porcentuales del PIB y la historia muestra que no se puede más de 10 puntos al año sin provocar una guerra social y política.

En tercer lugar, de advierte que cuando finalmente se empiece a recortar la deuda, el impacto económico será brutal, ya que su reducción supone al tiempo disminuir la capacidad de crecimiento del PIB, cuando es precisamente lo contrario que necesitan los países.

Como cuarto augurio, el estratega de GLG Partners asegura que los activos de riesgo tendrán una negativa evolución durante un largo periodo de tiempo, dado que la evolución empresarial está ligada con los cambios en el endeudamiento. A su juicio, los niveles actuales de valoración de las acciones en los mercados son inasumibles en el medio plazo, ya que han de subir para compensar a los inversores por los riesgos que asumen.

El quinto y último punto es que no hay receta mágica. En el pasado, asevera, los políticos podían recortar tipos de interés o dejar caer sus tipos de cambio para afrontar el impacto de las medidas impuestas para estabilizar los niveles de deuda pero ahora no pueden porque estas medidas han perdido su eficacia. Ni siquiera la inflación podría ayudar, afirma.

Y ante este escenario, ¿cómo jugarán los diferentes tipos de activos? Para Baz, los bonos de los países solventes y sus empresas deberían hacerlo bien en un escenario deflacionista en el que los tipos se mantienen bajos durante mucho tiempo; las acciones verán nuevas bajadas, y las divisas de los mercados más endeudados y mercados de crecimiento deberían ser vendidas.