Lecciones para el cliente asustadizo: esto es lo que hemos aprendido desde el hundimiento de los mercados en 2008

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KirkOls, Flickr, Creative Commons

Hay experiencias que son difíciles de olvidar y en los mercados financieros no podía ser menos. Han pasado más de ocho años, pero muchos inversores aún tienen presente como si fuera ayer el efecto devastador de la crisis de las hipotecas subprime sobre los mercados. Son menos, sin embargo, los que se acuerdan de las fases de auge. De hecho, nos encontramos en una fase alcista que dura ya más de ocho años y que ha llevado a los índices bursátiles a nivel mundial a alcanzar máximos históricos. Parece como si por algún motivo tendemos a olvidar los movimientos positivos del mercado mientras que las correcciones puntuales nos quedan grabadas a fuego en la memoria.

Los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky afirmaban en un estudio a inicios de los 80 que la decepción ante las pérdidas supera con creces a la satisfacción por las ganancias. Es decir, una pérdida de 100 euros se percibe como una mayor fluctuación en el precio que un aumento por la misma cantidad. Parece como si nuestra faceta más humana fuera nuestro mayor enemigo a la hora de aplicar una estrategia de inversión de éxito. De hecho, Kahneman y Tversky llegaron a la conclusión que este sentimiento de decepción decrece a medida que aumentan las pérdidas. Es más, los inversores tienden a realizar sus ganancias enseguida,  aunque sea precipitadamente, mientras se mantienen reticentes a cerrar a tiempo una posición con pérdidas incluso ante un desplome de los precios. Además, existe una relación inversa entre la reticencia a realizar las pérdidas y la frecuencia con la que los inversores controlan su cartera.

Según Kurt von Storch, cofundador y director general de Flossbach von Storch, los inversores que únicamente tienen en cuenta las fluctuaciones a corto plazo no son conscientes del auténtico riesgo de la inversión. Es decir, lo que realmente importa es si la cartera ha sido capaz de obtener la rentabilidad esperada en el momento en el que el inversor tiene previsto vender. Este riesgo real depende en gran medida del horizonte temporal de la inversión. “Quien tiene previsto vender su participación y recuperar el capital invertido a corto plazo, necesita una cartera con inversiones estables, si quiere minimizar el riesgo de no recuperar el capital invertido. Sin embargo, en un entorno de tipos de interés bajos o incluso nulos es muy probable que este tipo de inversiones no ofrezcan una rentabilidad potencial significativa”.

Es más, el experto señala que nos podemos encontrar ante casos de rentabilidad real incluso negativa, como sucede con algunos planes de ahorro, depósitos y deuda soberana de alta calificación crediticia a corto y medio plazo, si tenemos en cuenta el efecto de la inflación. Especialmente para aquellos inversores que invierten con vistas a mejorar su pensión de jubilación, la rentabilidad real es muy importante de cara a mantener el nivel adquisitivo.

De acuerdo con Kurt von Storch, una opción sería dividir la inversión total entre una cartera con disponibilidad de capital a corto plazo -y bajas expectativas de rentabilidad - y una a largo plazo con exposición a activos con buenas perspectivas de rentabilidad, como la renta variable, y una porción adecuada de volatilidad. “Si analizamos la evolución histórica de varios de los principales índices bursátiles como el S&P 500, Dax, el FTSE 100, el CAC 40 y el Hang Seng entre 1990 y 2014, observamos que la probabilidad de pérdidas del principal en una inversión a 12 años es mínima. Pero tampoco es buena idea mezclar los objetivos de preservación de capital y alta rentabilidad. Existen productos que atraen inversores al prometer alta rentabilidad sin fluctuaciones de precios. La experiencia demuestra que en la mayoría de los casos acaban decepcionados. Por otro lado, las estrategias de inversión que ajustan sus posiciones en base al riesgo, suelen reducir su exposición a renta variable ante fluctuaciones de precios. La oportunidad de un activo de obtener una buena rentabilidad a largo plazo no se mide por su volatilidad a corto plazo”, asegura.

Kurt von Storch cree conveniente que los inversores sean conscientes de esta realidad. “Es importante no dejarse llevar por el miedo ante las fluctuaciones en los mercados. Nuestra experiencia nos ha enseñado que una cartera robusta puede hasta cierto punto superar pequeñas y grandes crisis e incrementar el patrimonio progresivamente”, subraya. Son lecciones que han aprendido los inversores desde el estallido de la crisis de las subprime y el hundimiento de los mercados en 2008.