Las claves que explican el decidido avance de la gestión pasiva

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En 2011 la gestión pasiva representaba a nivel global el 14% del mercado, hoy ese porcentaje es ya de entre el 26% y 27%, y se espera que en 2020 supere el 31%. ¿A qué se debe su éxito? No son ni una, ni dos, sino muchas las claves que están detrás del auge de la gestión pasiva. Las explican gestores de fondos en un
desayuno organizado por Funds People y patrocinado por Fidelity.

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La tecnología ha sido el motor principal del avance de la gestión pasiva en los últimos años para Fernando Aguado, director de Inversiones de Fonditel, y lo ha sido desde varios puntos de vista: “Desde el del producto, que se ha hecho escalable, rápido, confiable, seguro; desde el de la automatización, que ha permitido abaratar los precios; y desde el de la penetración o la distribución de productos en la red minorista”.

Guillermo Hermida, director general de Inversiones de CaixaBank Asset Management, coincide y destaca que internet ha servido para popularizar la gestión pasiva, lo que se ha traducido en mejoras de los procesos productivos que han servido para lanzar vehículos que se adecúan más a la visión de una inversión ligada a índices frente a otro tipo de estrategias como pueden ser estilos o búsqueda de sectores: “Es un jugador importante entre los distintos instrumentos con los que podemos hoy en día formar las carteras, y eso es un elemento nada desdeñable y que hay que agradecer porque permite tomas de decisiones más
tácticas respecto de otras estrategias para posiciones menos estructurales”.

Este experto considera que plantear el debate en términos de gestión pasiva vs. gestión activa es “simplemente un elemento de mercadotecnia”. Según explica, la gestión pasiva permite reforzar la gestión activa con instrumentos que son más eficientes para esa toma de decisiones, para jugar con la liquidez, para tener, en principio, menos impacto de mercado.

Más foco en las betas y no tanto en el alfa

En la misma línea, Jaime Martínez, responsable global de Asset Allocation de BBVA Asset Management, asegura que para gestionar de manera activa es útil utilizar vehículos pasivos. Considera que cada vez queda más patente, sobre todo en los fondos de asset allocation, que la clave es la construcción de la cartera, no
tanto el exceso de rentabilidad de cada activo respecto de su mercado: “Se pone el foco en las betas y no tanto en el alfa”. Según comenta, lo que busca un gestor que intenta combinar activos es tener bloques que constituyan las carteras, y que sean lo más eficientes posibles. A veces se querrá que sean bloques activos y otras que sean pasivos.

Además de la tecnología y la evolución de la forma de construir las carteras, hay otros factores estructurales que van a provocar que la gestión pasiva incremente su peso respecto a la gestión total. Uno de ellos que destaca este gestor es la actitud del regulador, que quiere promover que pequeños ahorradores tengan acceso a vehículos de gestión baratos. Y uno más es el entorno de bajas rentabilidades esperadas para los activos tradicionales, “que también ayuda a poner más en valor el coste de cómo se invierte”.

También ha influido en el despegue de la gestión pasiva la menor consistencia de los resultados de la gestión activa en la última década, algo que Sebastián Velasco, director general de Fidelity para España y Portugal, relaciona precisamente con los costes. Considera que si la rentabilidad de la gestión activa no satisface es porque los costes de esa gestión suponen un lastre demasiado grande: “Al final no se trata de un tema de si la gestión activa gusta o no, sino de cuáles son los costes que se debería de pagar por la gestión activa. Muchas veces me pregunto si aquellos inversores que optan por la gestión pasiva frente a la activa mantendrían esta elección si los costes fueran exactamente los mismos”. Afirma que seguirían siendo unos cuantos los que la elegirían, “al final creo que es un tema de objetivos de inversión”.

Hay más claves que han apoyado el crecimiento de la gestión pasiva. Guillermo Hermida destaca la profesionalización del negocio de la gestión de activos. En los años 60 del siglo pasado se dedicaban a él pocas personas, lo que permitía tener unos márgenes más elevados. “No había nada con lo que medirse. Pero con el
desarrollo de los sistemas de medición (benchmarking), que permiten saber si los resultados son buenos o malos, se empezó a ver que había gente mejor y gente peor haciendo la selección de valores o la selección de los bonos”. A su juicio esta evolución ha contribuido también al desarrollo de los instrumentos pasivos.

La evolución de la gestión del riesgo

Otro elemento a tener en cuenta es el avance que han realizado los gestores respecto a la gestión del riesgo. Fernando Aguado comenta que cuando se compra un producto de gestión activa se adquiere un riesgo inherente contra el índice de referencia, contra el objetivo de inversión, “un riesgo no controlable para los
compradores; a día de hoy los gestores elaboramos y controlamos presupuestos de riesgo muy detallados, y queriendo maximizar la rentabilidad asociada al riesgo que asumimos, hemos ido poco a poco disminuyendo ese riesgo adicional y no controlable, sustituyéndolo por más actividad presupuestable en riesgo en la asignación de activos”.

bffidelity

Sebastián Velasco apunta otra circunstancia que está dando alas a la gestión pasiva. El actual contexto de bajos tipos de interés ha empujado a las entidades financieras a dirigir a los inversores a recursos fuera de balance, lo que supone en muchos casos entrar en fondos de inversión: “Esos volúmenes tan elevados no
son fáciles de acomodar en fondos de inversión de gestión activa, y eso lleva a que las opciones pasivas puedan ser más atractivas como resultado de ese crecimiento en volumen que se está destinando a invertir fuera de depósitos tradicionales y productos a plazo”.

Todos estos factores y motores de crecimiento ponen de relieve que la gestión pasiva no es una tendencia pasajera derivada de una o varias circunstancias coyunturales; ha llegado para quedarse. Jaime Martínez lo resume así: “El hecho de que la gestión pasiva este cogiendo más peso respecto al total no es una cuestión de que los gestores activos no hayan conseguido batir en los últimos tres o cuatro años al Standard & Poor’s. Eso ha ayudado, pero no es el motivo. Los verdaderos motivos son estructurales: un entorno de rentabilidades a la baja, un regulador que promueve que los participes tengan acceso de forma barata al mercado o un mayor foco de los que construimos carteras en que lo importante es cómo combinar las betas y no el alfa que hay dentro de cada una de esas betas”.