La renta variable europea defrauda a los inversores

Inversor
Artemuestra, Flickr, Creative Commons

A pesar de lo mucho que prometía el año pasado, la evolución de la renta variable europea ha defraudado en gran medida a los inversores. Estos lo achacan a tres razones principales: el resultado negativo de las elecciones alemanas, la exposición poco significativa de Europa a la tecnología y la fortaleza del euro.

“Por lo que respecta al crecimiento económico en el conjunto de la eurozona, el repunte de 2017 se prolongará durante el primer semestre de 2018, pero se observan claros signos de que el crecimiento está tocando techo, en particular en la economía alemana. Para el conjunto de la eurozona, la previsión de consenso apunta a una ralentización del crecimiento del PIB real del 2,7% del 4T de 2017 al 2,2% para el cuarto trimestre de 2018 y al 1,8% en el cuatro trimestre de 2019”, revela John Greenwood.

Según el economista jefe en Invesco, el sistema bancario de la zona euro sigue siendo un ámbito de vulnerabilidad. “Los ratios de impago son elevados en varios países y el crecimiento de los préstamos es anémico en el conjunto de la eurozona. Si el BCE abandona por completo las compras de activos, es probable que el crecimiento de los depósitos, y por consiguiente de la M3, en toda la región se desplome hasta niveles más bajos, lo que podría afectar al crecimiento del PIB y provocar un retroceso de la inflación hasta cero”.

Para el conjunto de la eurozona, Greenwood prevé un crecimiento del PIB real en 2018 del 2,3% y una tasa de inflación medida por los precios al consumo del 1,5%, todavía por debajo del objetivo del 2%, algo que el experto achaca principalmente a un crecimiento inadecuado de la masa monetaria M3.

Eugene Philalithis, gestor de fondos multiactivos en Fidelity, prefiere ver el vaso medio lleno. “La eurozona también debería beneficiarse de factores como el crecimiento del crédito, dado que los bancos pueden prestar cada vez más atención a sus actividades cotidianas y menos a curar las heridas dejadas por la crisis financiera. El elevado volumen de préstamos morosos de Europa ha descendido con fuerza, lo que ha permitido a los bancos destinar menos capital a cubrir pérdidas. Puesto que la economía europea depende más del crédito que la estadounidense, la mayor disponibilidad de este debería ser un potente dinamizador de la economía y los beneficios empresariales”, subraya.

Por otro lado Philalithis destaca las bajas valoraciones que se observan en la región, las cuales se sitúan cerca de su nivel más bajo de los últimos diez años frente a Estados Unidos. “Dejan mucho recorrido al alza en los valores en el caso de que asistamos a otra fase de tolerancia al riesgo. Al mismo tiempo, las perspectivas para los beneficios empresariales son halagüeñas. Las revisiones de los beneficios han vuelto a territorio positivo en términos absolutos por primera vez en seis meses y los analistas pronostican ahora que las empresas lo harán mejor de lo que se pensaba inicialmente”, afirma.

El experto también considera que la bolsa europea debería contar con apoyos más directos. “Después de dos años, las recompras de acciones han vuelto a crecer y esta tendencia debería mantenerse gracias al efecto combinado de las buenas tasas de crecimiento, la accesibilidad del crédito y la solidez de los balances. Este panorama favorable suscita preguntas lógicas en torno al euro, ya que la divisa se ha revalorizado considerablemente al calor de la mejora de la coyuntura el año pasado. Sin embargo, tanto en Estados Unidos como en Europa los mercados generalmente han descontado el endurecimiento monetario antes de que ocurra, como ocurrió en la zona euro el pasado año o en Estados Unidos en el periodo 2014-2016. La Reserva Federal va a seguir subiendo sus tipos, por lo que parte de la presión sobre el cambio euro-dólar debería remitir durante el año, como hemos empezado a ver durante las últimas semanas”, concluye el gestor de Fidelity.