La luz que brilla dentro de la inversión colectiva

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Imagen cedida

Cercano ya a los dos años de inicio de la crisis financiera, el parte de guerra para la industria de la inversión colectiva es realmente desolador. La industria tradicional ha sufrido una contracción sin precedentes en la mayoría de los países occidentales y la gestión alternativa, tras sufrir en 2008 el peor año de su historia, necesitará de varios años para volver a los niveles previos a la crisis en términos de activos gestionados.

En ambos ámbitos la desaparición de entidades gestoras (bien sea mediante procesos de venta, fusión, adquisición o liquidación interna en el caso de algunos de los grandes grupos financieros) se está convirtiendo en algo habitual. No deja de ser, en todo caso, un paso más dentro del proceso de normalización que toda burbuja trae consigo una vez que estalla. Podemos pensar que hemos visto lo peor, pero me temo que nos encontramos al principio de este proceso. El sector sigue sobredimensionado y será necesario mucho tiempo para que vuelva a un estadio de crecimiento sostenido.

La principal excepción en este entorno viene del crecimiento imparable que los ETF están viviendo en la actualidad. Todavía gestionan una parte pequeña dentro del pastel de la industria de inversión colectiva, pero su creciente popularidad e implantación dentro del mundo institucional nos sugieren que será el área de mayor crecimiento en los próximos años. La adquisición de BGI, incluyendo la división de iShares, por parte de BlackRock, es sin duda un buen ejemplo.

Entre los factores que han propiciado este auge en los últimos nueve meses están la caída de Lehman Brothers y el consiguiente aumento del riesgo de contrapartida que supuso uno de los detonantes claros para el traslado de posiciones en estructurados y swaps a ETF.

Otro de los catalizadores fue la fuerte volatilidad de los mercados de renta variable en 2008, dónde vimos como, por ejemplo, en el SP500 en 18 días el índice se movió más de un 5% arriba o abajo. Esta situación favorece claramente el trading, algo imposible de realizar con los fondos tradicionales.

Por último, y quizás a largo plazo el más importante, es la dificultad de los gestores tradicionales de superar a sus índices de referencia. Según Standard & Poor´s tan sólo el 28% de los fondos americanos de grandes compañías superaron al SP500 en los últimos 5 ejercicios completos (2004-2008). En el caso de los fondos de pequeñas y medianas compañías los datos empeoran significativamente.

Como he comentado, el éxito se debe principalmente al interés del inversor institucional. El inversor minorista, básicamente el europeo, participa de una manera minoritaria en el crecimiento de esta industria. La razón fundamental la encontramos en el sistema de remuneración de las redes y estructuras comerciales. Mientras que en Estados Unidos está más extendido el sistema de comisión por asesoramiento, lo que hace que las ventas de ETF estén repartidas al 50% entre institucionales y minoristas, en Europa funciona claramente el sistema de pago de comisiones de distribución, lo que hace que la división de ventas de ETF entre institucionales y minoristas sea del 90%/10%. La modificación de esta estructura sería el punto de partida definitivo para el auge de los ETF entre los inversores minoristas, pero, también hay que decirlo, supondría la ruptura de un modelo profundamente arraigado en el viejo continente con fuerte consecuencias entre las grandes gestoras y sus redes comerciales.