La banca en la sombra empieza a salir a la luz

J_Arnal
Cecida

Allá por el año 2007, en la reunión de banqueros centrales que se celebra anualmente en Jackson Hole, el economista Paul McCuley acuñó la expresión “banca en la sombra”. Con dicha expresión, McCuley se refería al sistema de intermediación crediticia con entidades y actividades no incluidas en el sistema bancario ordinario que, de acuerdo con el último informe presentado por el Financial Stability Board, supone ya más del 120% del PIB mundial. Entre los distintos elementos que configuran la “banca en la sombra”, destacan los Fondos del Mercado Monetario (FMM).

Los FMM constituyen una importante fuente de financiación. En Europa, los FMM cuentan con activos por valor de 1 billón de euros, adquiriendo el 22% de la deuda a corto plazo emitida por gobiernos y empresas no financieras y el 38% de la deuda bancaria. Desde el punto de vista de la demanda,  los FMM son relevantes instrumentos de gestión de tesorería que proporcionan altos niveles de estabilidad, liquidez y diversificación a sus partícipes. De hecho, muchos inversores consideran que los FMM son una alternativa más segura y diversificada que los depósitos bancarios, especialmente los FMM de valor liquidativo constante, en los que los activos se valoran a coste de amortización.

No obstante, la realidad es que los FMM son fondos de inversión clásicos con los riesgos propios de cualquier fondo de inversión. Así, cuando los precios de los activos en los que los FMM han invertido empiezan a caer, el valor ofrecido por el FMM deja de ser estable. Esto fue precisamente lo que ocurrió en 2008, cuando la quiebra de Lehman Brothers llevó al FMM estadounidense Reserve Primary Fund a reducir el valor de sus participaciones por debajo de 1 dólar, registrándose entonces el fenómeno conocido como breaking the buck. Este acontecimiento provocó un importante pánico inversor que se tradujo en reembolsos de los FMM estadounidenses por importe de 300.000 millones de dólares (un 14% del total de activos de los FMM americanos). Los FMM europeos no quedaron indemnes, produciéndose también importantes reembolsos.

Las turbulencias de 2008 demostraron que una crisis en el ámbito de los FMM puede tener efectos sistémicos. La financiación a corto plazo de empresas, bancos y gobiernos puede quedar en entredicho. Además, en muchos casos, es probable que el sponsor del FMM (el banco o gestor de activos que está detrás) salga al rescate del fondo en problemas con el fin de evitar sufrir un elevado coste reputacional, lo que, en función de la magnitud del rescate, puede dar lugar a importantes efectos arrastre, contaminando el sector financiero tradicional.

Tanto Estados Unidos como la Unión Europea, conscientes de los potenciales efectos sistémicos de los FMM, han decidido sacar el tema a la luz y adoptar una nueva normativa al respecto.

Así, en Estados Unidos, la SEC aprobó el pasado 23 de julio, por 3 votos a favor y 2 en contra, la reforma de los FMM. Dicha reforma impide a los fondos prime (aquéllos que invierten sobre todo en deuda corporativa) destinados a inversores institucionales ofrecer un valor liquidativo constante.

Por su parte, la Comisión Europea publicó en septiembre de 2013 una propuesta de Reglamento sobre los FMM. Se espera que, a lo largo de 2015, las instituciones comunitarias lleguen a un acuerdo sobre dicho Reglamento.

Las iniciativas adoptadas por las autoridades son una buena noticia. Sin embargo, aún queda camino por recorrer para sacar toda la “banca en la sombra” a la luz.