Inversión socialmente responsable: ya no es ética sino coste de capital

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Cedida por Pictet AM

TRIBUNA de Sébastien Eisinger, director general adjunto de Pictet AM. Comentario patrocinado por Pictet Asset Management.

Los datos financieros siempre serán una guía vital del futuro de las empresas, pero tendrán menos influencia en la asignación del capital a medida que las actitudes de los inversores cambia respecto al medio ambiente, el bienestar social y gobierno corporativa.

De hecho las empresas están descubriendo que el daño reputacional puede resultar fatal. Tendrán que adoptar estos criterios para atraer clientes e inversores y en su caso evitar una intervención pública repentina y costosa.  Cinco de las petroleras más grandes del mundo ya se han visto envueltas desde enero de 2018 en una demanda multimillonaria de la ciudad de Nueva York, que alega que la industria contribuye al calentamiento global -hay más de cien litigios sobre cambio climático al año-. Mientras es visible el fuerte incremento de energías renovables y cierta estabilización de emisiones de CO2. Además las tecnológicas están intensificando los controles sobre la privacidad de datos. Por su parte los fabricantes de alimentos y bebidas están bajo la presión por el contenido calórico. Puede ocurrir que las empresas tengan que desempeñar un papel en la renta universal para combatir la desigualdad y que haya impuestos a los robots para compensar la pérdida de puestos de trabajo debido a la automatización.

De hecho ya no es cuestión ética, sino de coste del capital. Así, de la misma manera que hace años se discutía si la inversión pasiva tenía sentido y, con el aumento de su popularidad sus activos globales se han multiplicado por diez desde 2005, actualmente la inversión socialmente responsable pasa de discusión a necesidad a la que la que adaptarse. Crece al 15,5% de manera compuesta anualmente. En concreto esperamos que las consideraciones ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG) se incorporen a más de la mitad de los activos bajo gestión en el mundo para finales de este 2018 y a dos tercios para 2020 (aunque no en todos los casos con la misma profundidad).

Además los proveedores de índices pueden excluir las empresas menos sostenibles, haciendo mucho más difícil su financiación. Dado el crecimiento de la inversión pasiva, el impacto puede ser mayor. En última instancia las empresas excluidas pueden generar menor rentabilidad, fomentando salida de inversores. Mercer estima que esta tendencia puede reducir la rentabilidad del sector del carbón en 1,7% anualmente, impulsando hasta 10,1% la de las empresas de energías renovables. A ello se añade que los estudios académicos vinculan atributos positivos ASG a una menor variabilidad de las ventas y mayor rentabilidad y menor volatilidad de las acciones a largo plazo. Por su parte Standard & Poor's ya ha citado los riesgos medioambientales como una razón principal de 299 de sus revisiones de calificación crediticia los últimos dos años.

Ahora bien los desafíos a esta tendencia incluyen la necesidad de informes rigurosos y estandarizados para las empresas públicas y privadas, que midan con precisión los logros en sostenibilidad. Mientras los gobiernos, con restricciones fiscales y creciente necesidad de gasto social, cada vez más alientan a las empresas e inversores a adoptar estos principios y, con el interés en luchar contra el cambio climático y la contaminación y grandes inversores promoviendo estándares hay potencial para que se convierta en el nuevo normal. A medida que estos criterios se hagan modelo de facto los inversores premiarán las empresas verdes, otorgando mayor valor a sus activos intangibles, a expensas de las menos sostenibles.