Implicaciones reales del cambio de Administración en EE.UU. para la estructura de la Fed

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dayblakelydonaldson, Flickr, Creative Commons

Hace unos meses se especuló por primera vez si sería posible que una Casa Blanca comandada por Donald Trump tuviera un impacto potencial sobre la Reserva Federal, habida cuenta de que éste reclamó en campaña que la institución adoptara un tono más hawkish. Es necesario recordar que la Fed es una institución independiente del poder ejecutivo, así que no estaría sometida a los designios del Gobierno actual… al menos directamente. Valentine Ainouz y Bastien Drut, estrategas y analistas de Amundi, analizan las maneras en que la Administración Trump podría interferir sobre la autoridad monetaria.

En primer lugar, los expertos se fijan en que la plataforma creada por Paul Ryan, actual portavoz de la Casa Blanca, ha dedicado una sección a la Fed en la que, si bien admite que debe seguir siendo independiente, también afirma que “la economía estadounidense se comportaría mejor si la Fed fuera más predecible en su forma de gestionar la política monetaria y más transparente en su toma de decisiones”. Esa misma sección se remata con esta afirmación: “Necesitamos modernizar la Reserva Federal”.

De hecho, la Cámara de Representantes ya ha aprobado una proposición para modernizar la institución, conocida abreviadamente como FORM Act. Ainouz y Drut comentan que su aprobación final conllevaría “más explicaciones del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) sobre sus decisiones de política monetaria”. Concretamente, “requeriría que el presidente del Consejo de Gobernadores explicase al Congreso por qué sus decisiones sobre los fondos federales difieren de la Regla de Política de Referencia, en otras palabras, de una Regla de Taylor tradicional”.

Composición del FOMC y posibles cambios

Otra forma de intervención de la nueva Administración sería a través de los nombramientos. Normalmente, tienen derecho de voto en las reuniones del FOMC doce personas, aunque la última vez que esto sucedió fue en julio de 2013. De ellas, siete son miembros del Consejo de Gobernadores; el presidente de la Fed de Nueva York tiene derecho a voto permanente y el resto de votos son efectuados por cuatro de los once presidentes restantes de la Fed, en turnos rotatorios.

Los cuatro presidentes de la Fed con derecho a voto en 2017 son Charles Evans (Fed de Chicago), con fama dovish, y tres miembros que no han votado con anterioridad: Patrick Harker (Fed de Philadelphia), Robert Kaplan (Fed de Dallas) y Neel Kashkari (Fed de Minneapolis). Kaplan se ha posicionado públicamente en el bando de los halcones, mientras que Kashkari fue previamente candidato de los republicanos por California en 2014 y ha mostrado su desacuerdo con la ley Dodd-Franck. Kaplan trabajó durante 23 años en Goldman Sachs y ha mostrado preocupación por asuntos como la ley estudiantil o las tendencias demográficas.

Actualmente el Consejo sólo dispone de cinco miembros, porque el Senado (que ratifica los nombramientos) bloqueó las propuestas de Obama para ocupar los asientos vacíos. Uno de los nombres que suenan para formar parte del FOMC es el de John Allison, que está a favor de la Regla de Taylor. Lo más curioso es que otro de los futuribles es John Taylor, el propio creador de esta norma. “Las nominaciones que hará Donald Trump cambiarán enormemente el equilibrio de poder dentro del FOMC”, aseveran los expertos.

Sin embargo, puntualizan que “la adopción de una Regla de Taylor (que calcula el tipo de interés nominal en relación con la inflación, el PIB y otras variables) es altamente controvertida”. Uno de los detractores de la regla es el ya citado Kashkari, “principalmente porque la tasa neutral se ha debilitado mucho en los últimos años”. También se ha mostrado en contra otro de los miembros del Consejo de Gobernadores, Jerome Powell, que dio un discurso el 9 de febrero de 2015 en el que dudaba de que “se puedan reducir decisiones importantes a una única ecuación”.

Paralelamente, los expertos de Amundi han analizado el lenguaje recogido en las últimas actas de la Fed – que reflejan la reunión de diciembre- para dilucidar qué postura mantiene el FOMC sobre el nuevo gobierno. “Por decirlo suavemente, los miembros del FOMC no saben dónde posicionarse”, afirman. Asimismo, llaman la atención sobre que “la mitad de los participantes de la reunión del FOMC del 14 de diciembre incorporaron una estimación de política fiscal más expansiva a sus predicciones, pero la otra mitad no lo hizo”. Además, en la conferencia posterior a la reunión Janet Yellen recordó que no era necesaria la aplicación de estímulos fiscales para regresar al pleno empleo. 

Posibles consecuencias

El ciclo económico actual ha estado marcado por una paradoja en EE.UU.: los márgenes han alcanzado máximos históricos, pero el crecimiento ha sido débil a lo largo de todo el ciclo. “Este crecimiento de los beneficios es debido al débil crecimiento de los salarios y a la aplicación de recortes significativos de costes tras la Gran Recesión”, indican desde Amundi.

Estos altos beneficios no se han traducido en un aumento de la tasa de inversión, sino que muchas empresas aprovecharon que las condiciones de financiación ultra laxas para emitir deuda con la que financiar operaciones de adquisición o recomprar acciones. Drut y Ainouz enfatizan que “las políticas monetarias ultra acomodaticias han sido incapaces contener esta tendencia”.

Así, concluyen que “es improbable que la política fiscal sea tan proactiva como se espera actualmente, y acelerar la normalización de la política monetaria podría ser contraproducente en esta fase del ciclo”. Uno de los factores en contra es la debilidad del crecimiento global: “Como las políticas monetarias del BCE y el BoJ todavía son bastante acomodaticias, una subida de tipos en EE.UU. apoyaría inevitablemente la apreciación del dólar, lo que dañaría la previsión de crecimiento e inflación”

En segundo lugar, la economía estadounidense está cerca del final de su ciclo: la deuda corporativa no financiera está aumentando y el pleno empleo está muy próximo. “Implementar el plan de Trump (estímulos fiscales y medidas proteccionistas) podría desencadenar tensiones en torno a los salarios. Un reequilibrio de beneficios a salarios podría ser negativo en el corto plazo para los beneficios corporativos, pero serían excelentes noticias para la economía estadounidense”, observan los expertos. “Incrementar una demanda robusta es indispensable para apoyar la recuperación de la inversión”, concluyen.