Hacia una gestión más humanista

Si el estallido de la burbuja especulativa de las empresas punto.com en 2000 ya puso de manifiesto los límites de la gestión por índices, la crisis financiera de 2008 ha mostrado definitivamente los peligros de un enfoque de las finanzas regido únicamente por los instrumentos matemáticos. Desgraciadamente, el origen de estos descontroles a menudo ha sido la avidez de ciertos directivos, alentada por la presión de accionistas impacientes por realizar ganancias a corto plazo. La lección ha resultado especialmente dolorosa, pero, esperamos, facilite que los valores y la gestión humana recuperen su lugar en la gestión patrimonial, permitiendo que, por fin, se tomen en cuenta de forma más apropiada los verdaderos intereses de los inversores.

Porque el ser humano no es una máquina: la satisfacción que le proporciona una ganancia no compensa la angustia producida por una pérdida equivalente. En otras palabras, aunque evidentemente se busque la mejor rentabilidad posible, la protección del capital debe seguir siendo el objetivo número uno. Frente a la ceguera de los ordenadores, hay que volver a poner a un piloto al timón, pues frente al riesgo, lo que cuenta no es la complejidad de la fórmula matemática, sino la capacidad de reaccionar rápidamente ante los imprevistos y de responder de forma adecuada y responsable a los mismos.

Sin embargo, para que pueda surgir un enfoque que vuelva a colocar el factor humano en el centro de todo hace falta un modelo bancario que deje de oponer los objetivos de la banca a los de los inversores. Esta comunidad de intereses se expresa por ejemplo en la especialización en la gestión patrimonial, o a través de una remuneración ligada al rendimiento obtenido por el cliente.

Administrar la fortuna de sus clientes de forma responsable y sin renunciar a la rentabilidad: a nuestro modo de ver, en eso consiste la auténtica modernidad.