¿Hacia un nuevo modelo de crecimiento?

PEILLON_Marie-Pierre
Cedida por Groupama AM

TRIBUNA de Marie-Pierre Peillon, Directora de análisis y estrategia ASG, Groupama AM. Comentario patrocinado por Groupama Asset Management.

Que el mundo se enfrenta a una pandemia, que los equipos médicos están abrumados, que el número de casos y muertes continúa aumentando, particularmente en los países desarrollados, que los métodos de desconfinamiento a día de hoy siguen siendo desconocidos, ¿debemos hundirnos en el pesimismo?

En este periodo soleado, nos permitimos algunos momentos de sueños y esperanzas: ¿y si el COVID-19 constituyó el fin del modelo de crecimiento neoliberal de los últimos 40 años, basado en la globalización y la financiación de la economía? o, en otras palabras, y si el COVID-19 permitió la aceleración de la implementación de un nuevo modelo de crecimiento al que nosotros, inversores responsables, hemos aspirado durante mucho tiempo.

Para tratar de responder a este desafío de avanzar hacia un nuevo paradigma se deben abordar dos preguntas centrales: una sobre las nuevas direcciones de la globalización, y la otra sobre las políticas económicas a seguir.

¿Nuevas direcciones de la globalización?

La globalización ha permitido el surgimiento de una nueva especialización internacional, que lleva a la dependencia del mundo desarrollado de China, que se ha convertido en la fábrica del mundo y en una nueva potencia mundial. Esta globalización, ya sacudida por la guerra comercial y tecnológica librada por Estados Unidos, debe repensarse hoy hacia una mayor regionalización, hacia un mayor dominio de sectores estratégicos (equipamientos de telecomunicaciones, electrónicos, energías renovables, farmacia), y hacia más integración europea.

Esto implica, por un lado, una reubicación de ciertas cadenas de producción para evitar una dependencia excesiva, pero también una transformación de ciertos modelos de negocio que se centran demasiado en el corto plazo. Sin embargo, este retorno a más localización no debe asimilarse a una política soberanista, sinónimo de aislamiento/repliegue. Se trata de reconstruir un equilibrio entre control y dependencia demasiado fuerte a un solo país. Finalmente, estas reflexiones permitirán integrar los desafíos ambientales: combatir el cambio climático debe estar en el centro de las decisiones para repensar el mundo de mañana.

Al mismo tiempo, revisar el modelo de gestión empresarial también está en el centro de las cuestiones. Primero, la gestión estricta de los inventarios se basa en una hipótesis central de continuidad en las cadenas de valor. Sin embargo, la actual crisis sanitaria demuestra la vulnerabilidad de ciertos sectores a los cortes de suministro (farmacia, automóviles). En segundo lugar, la gestión del capital humano en las empresas debe entenderse como una inversión a medio y largo plazo y no como un coste que implica constantemente reestructuraciones y despidos, una evolución aún más necesaria ante el envejecimiento de la población.

Estas dos transformaciones en la gestión de las empresas implican una evolución de su gobernanza, en particular en la remuneración exigida por los accionistas de los grandes grupos cotizados, así como en la remuneración de los directivos de estos mismos grupos. Los excesos deben corregirse: el 100% de distribución de los dividendos o las recompras de acciones, a veces financiadas por deuda, o las ratios de capital que miden la brecha salarial entre directivos y empleados por encima de 250x, no permiten la implementación de estrategias de medio o largo plazo.

¿Nuevas articulaciones de las políticas económicas?

Se han presentado tres grandes ideas. Por un lado, con esta crisis sanitaria estamos presenciando el retorno masivo del papel de los estados a través del fortalecimiento de sus intervenciones para salvar a muchas empresas de la bancarrota y evitar el desempleo masivo. Dada la magnitud de las pérdidas, este fenómeno persistirá más allá del final de la crisis a pesar del fuerte aumento de la deuda pública. Por otro lado, la coordinación entre la política monetaria y presupuestaria, pedida durante varios años en particular por la exdirectora del FMI y hoy directora del BCE, Christine Lagarde, finalmente parece estar tomando forma. Los planes de intervención masiva de los bancos centrales y de los estados occidentales desde el estallido de la crisis lo atestiguan: los primeros proporcionan liquidez para mantener los tipos bajos y continuar financiando la economía a través del sistema bancario (reintermediación), y los segundos lanzan planes colosales para evitar un colapso de la economía. Su respuesta rápida, masiva y coordinada muestra una gran diferencia con la gestión de la crisis financiera de 2007.

Finalmente, a pesar de esta capacidad de respuesta sin precedentes, la naturaleza violenta e inédita de esta pandemia global exige un retorno a una estrategia keynesiana de grandes planes de inversión, centrada en la necesidad de financiar la transición ambiental y digital. Como algunos países decían en el momento del Brexit, Europa tiene una cita con su destino: dar un nuevo impulso, después de la crisis sanitaria, dotándose de medios para salir de su dependencia de las dos principales potencias mundiales mediante el lanzamiento de grandes planes estratégicos.

Estas reflexiones no son utopías, pero describen la evolución necesaria del capitalismo financiero que nos ha llevado a demasiadas crisis. Aunque el comportamiento humano tiende a olvidar rápidamente el pasado reciente una vez que la situación se restablece, consideramos que la violencia de este impacto, repentino e imprevisto, dejará profundas huellas en el inconsciente colectivo y empujará a una construcción rápida de nuevas vías de desarrollo, cuyas premisas surgieron a raíz de la crisis financiera de 2007. ¡Debemos capitalizar las causas y consecuencias de esta crisis sanitaria mundial para redirigir nuestro modelo de crecimiento hacia un modelo de crecimiento más duradero y sostenible!

¡Seamos positivos para el futuro, sigamos invirtiendo para mañana! Y sobre todo, ¡estén bien!


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