Guía para calmar a los inversores asustados por la volatilidad estival del mercado

Asesor Manos
Nik MacMillan, Unsplash

Empieza el mes de septiembre y con él el regreso a la rutina de muchos inversores que, si no lo han hecho antes, se llevarán una sorpresa nada positiva sobre la evolución que han tenido sus carteras en el mes de agosto. El susto será mayúsculo en el caso de los más arriesgados, los que más porcentaje de renta variable destinan a sus carteras, ya que los grandes índices han retrocedido en apenas un mes entre un 4 y un 6% anulando cualquier efecto positivo que pudiera haber tenido la decisión de la Fed de finales de julio de volver a activar la política monetaria acomodaticia materializada con su primera bajada de tipos desde 2008.

En el ánimo de los inversores ha pesado más los nuevos capítulos que se han ido conociendo sobre la guerra comercial que mantienen EEUU y China pero que impacta en todas las economías, la inversión de la curva como indicador adelantado de una próxima recesión y los decepcionantes datos económicos que se han conocido en varios países de la eurozona, con la contracción alemana del segundo trimestre del año como gran protagonista. Y eso por no mencionar el auge de la posibilidad de que la desconexión de Reino Unido de la Unión Europea acabe sin un acuerdo.

Ante este panorama quizá muchos inversores acudan estos días ante sus asesores financieros con una idea clara: la de reducir el riesgo en sus carteras y aumentar sus posiciones en una liquidez que lo único que les garantice sea la pérdida de poder adquisitivo, más teniendo en cuenta que, según explica Hans- Jörg Naumer, director global de mercados de capitales e inversión temática de Allianz Global Investors “en la eurozona el 60% de los bonos gubernamentales está en territorio negativo y a nivel global uno de cada tres bonos ofrece rentabilidades negativas”.

Y puede que para muchos sea la solución teniendo en cuenta que si hay algo que los expertos tienen claro de cara a esta última parte del año es que la volatilidad seguirá siendo la reina en un mercado que tiene muchos frentes abiertos y que no todos los inversores están dispuestos a aceptarlo. Pero antes de que ello se produzca conviene plantearles una serie de cuestiones antes de tomar decisiones motivadas solo por los eventos de corto plazo.

“En estos momentos muchos inversores están tentados a dejarse llevar por el pesimismo reinante, pero la historia nos dice que es precisamente en los momentos en los que todo el mundo huye de los activos de riesgo, cuando mejores oportunidades surgen”, apunta Felipe López, analista de Self Bank, al tiempo que recuerda lo que sucedió el pasado mes de diciembre: “Llevados por el miedo, los inversores redujeron de manera masiva su exposición a renta variable. Pasamos de un escenario en el que parecía que se iba a acabar el mundo (según la prensa), a uno de los mayores rebotes en bolsa que se recuerdan”.

Es por ello que desde Tressis recomiendan hacer una serie de preguntas a ese inversor asustado que quiere huir del mercado para asegurarse de que está tomando la decisión acertada. Según explica Ignacio Perea, director de inversiones de Tressis, lo primero que hay que preguntarle es por su objetivo de inversión. “Hay que preguntarle si su objetivo de inversión ha cambiado en algo y si la volatilidad afecta a ese objetivo de inversión”, afirma.

Si el objetivo es el mismo, la siguiente pregunta que hay que hacer es si ha variado el plazo que el inversor se da para conseguirlo ya que “si invierto a diez años, lo que haga la bolsa en seis meses no me debería de afectar”, apunta. De hecho, según recuerdan desde Fidelity, la volatilidad puede generar grandes oportunidades de inversión para los que cuenten con horizontes (u objetivos) de largo plazo. “Con amplitud de miras y una perspectiva de inversión a largo plazo que acepte la volatilidad a corto plazo, los inversores pueden empezar a adoptar una visión más cerebral. Eso no sólo contribuye a no perder de vista los objetivos de inversión a largo plazo; también ayuda a los inversores a aprovechar los precios bajos, en lugar de anotarse pérdidas vendiendo a precios bajos movidos por las emociones”, apuntan en la gestora.

La siguiente pregunta que debe hacerse el inversor es si ha cambiado su percepción del riesgo. “Hay que preguntarse si esta percepción del riesgo ha cambiado por causas objetivas o vicisitudes que se han producido a mi alrededor (separación, herencia…) no porque haya hablado Trump. Aquí es donde entran los sesgos conductuales y a la manera de evitarlos. Es importante estar bien perfilado para evitar esos sesgos”, afirma Perea.

De hecho, esa perfilación que tan de moda se ha puesto en el sector en los últimos años requiere de un seguimiento tanto por parte del asesor como por parte del propio cliente. “La tercera pregunta que deben hacerse es si mi cartera está evolucionando acorde al riesgo comparable para medir no solo la percepción del mercado si no si en quien he depositado mi confianza me está gestionando bien la cartera”, afirma Perea. No en vano, aunque no hay ránking de rentabilidad en lo que respecta a carteras perfiladas, los datos de Morningstar dentro del universo de fondos mixtos, donde se incluyen los fondos perfilados, muestran diferencias entre los mejores y peores del año que van desde los 13 puntos porcentuales en el caso de los más defensivos en euros a los 21 puntos en los perfiles más moderados.

Atendiendo a estos perfiles, lo previsible es que sea en los más moderados donde pueda tener más sentido reducir el peso en activos de riesgo, ya que su nivel de tolerancia a las caídas es inferior al de los más arriesgados. “Sí que sería recomendable reducir riesgo en los casos en los que inversores con perfil moderado no hayan llegado a asimilar esta reciente caída. El problema es que en estos momentos, en un entorno de tipos ultrabajos, los perfiles muy conservadores están prácticamente abocados a obtener una rentabilidad real negativa. Los inversores con perfiles agresivos ya estarán acostumbrados a fuertes caídas, de manera que esta no les va a quitar el sueño”, apunta Felipe López. O al menos, no deberían.