Europa: Parches y Retazos

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Joel Filipe (Unsplash)

El drama europeo que llevamos semanas comentando aún está en la primera parte de la película. A pesar de que los mercados y las cancillerías del continente están celebrando la sentencia dictada por la cumbre de presidentes, parece que aún queda mucho partido por jugar.

La situación en el antiguo continente sigue siendo extremadamente compleja. El Banco Central Europeo quería aplicar una política de largo plazo de estabilidad monetaria pero dentro de unos parámetros que no rompiesen las reglas del juego establecidas. Es por ello que no querían admitir como colateral deuda de países en suspensión de pagos.

Sin embargo, está claro que no hay solución para Grecia a no ser que su deuda sea reestructurada,  como llevamos meses diciendo en esta publicación. Los países de la Unión no quieren que la enfermedad se transmita al resto de sus miembros, como estaba pasando con Italia y España, y por último, la Canciller Merkel sostiene que no hay solución sin participación en el rescate de los inversionistas privados, posiblemente asumiendo parte de la pérdida. 

Las líneas generales del acuerdo publicado son las siguientes: 1. Los inversionistas tienen distintas opciones de reestructurar sus créditos a Grecia “voluntariamente”; 2. Extensión de plazos y reducción de intereses de la deuda existente; 3. Creación de un programa de inversiones en el país que active la economía, en el modelo del Plan Marshall de la postguerra; 4. Darle nuevos préstamos a Grecia!!!!; 5. Permitir al nuevo fondo europeo (EFSF/ESM) comprar deuda europea en el mercado secundario y ayudar a la recapitalización de los bancos europeos.

En principio, parece que los políticos finalmente están tomando el toro por los cuernos, sin embargo, están desaprovechando la ocasión para hacer las reformas estructurales que Europa necesita. Si bien los mercados han tomado muy positivamente las noticias del plan, en mi impresión, creo que esta euforia será temporal.

No es por ser negativo, pero parece que es poner parches sin arreglar el problema de fondo. El problema de la Unión Europea es que son 27 países, con culturas diferentes, lenguas diferentes e intereses diferentes. Les une un mercado libre de mercancías y personas, pero no comparten todos ellos ni una moneda, ni una política fiscal, ni laboral común.

En los momentos de crisis es cuando se toman las grandes decisiones, y hay que ser valiente para dar los pasos necesarios y finalmente crear una unión económica y política europea con las consecuencias que la misma lleva. Está claro que el electorado alemán no apoya a que ellos sean los que den soporte a la recuperación la región, especialmente después del gran sacrificio que hicieron con la unificación de su país  a principios de los ‘90s.

Como comentaba un editorial del WSJ los pasados días, el plan está unido con alfileres, es muy vulnerable a que la economía griega no se pueda recuperar lo suficiente como para poder pagar sus deudas. Sin conseguir bajar el peso de la misma del 160% del PIB a o por lo menos el 100% del mismo, es prácticamente imposible que puedan hacer frente a la misma.

Todo ello sujeto a que no haya ningún otro de los países de la región que entren en la misma situación, como Portugal o Irlanda (el FMI ya habla de un segundo paquete de ayuda a este último). Cuanto más reduzcan los gastos, menos capacidad de recuperación va a tener la economía y por ello de generación de ingresos para que el fisco pueda pagar sus deudas.

Es por ello, que es imprescindible la reforma de impuestos para  toda la Unión, junto a un plan de lucha contra la evasión fiscal que obligue a todos a pagar los impuestos que deban. Por último, unos comentarios sobre un análisis que hizo en días recientes Jim O’Neill presidente de la gestora de inversiones del grupo Goldman Sachs. En el mismo, destacaba que si se aplicasen hoy en día los parámetros de entrada en el Euro de los acuerdos de Maastricht sobre nivel de deuda y déficit público respecto al PIB, la única nación  europea que los cumpliría sería Finlandia.

Sin embargo, un número importante de los países en crecimiento estarían dentro del EMU, como Canadá, Australia, y la mayor parte de los BRICs. Es por ello que, cuando estudiemos los criterios de riesgo de dónde invertir nuestro dinero, deberíamos cambiar de una vez los conceptos de países desarrollados y países emergentes, por países en crecimiento y financieramente sanos, por aquellos que no lo están. La labor de las agencias de rating claramente tiene que cambiar, y que en un futuro nos den una información más fehaciente de la salud de las compañías y  países que auditan, pero que lo hagan con anticipación, y no a posteriori cuando el daño está hecho.