¿Está la bolsa en territorio de burbuja? Señales para detectarla

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El acrónimo FAANG hace referencia a varias empresas tecnológicas pujantes de relativa nueva creación: Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google. Si se les suma a la más tradicional Microsoft, resulta que las ganancias que han registrado conjuntamente en el último año equivalen a casi la mitad de la rentabilidad total del S&P 500, aunque sólo supongan un 15% de la capitalización del índice. Esto lleva a Paras Anand, director de inversiones del área de renta variable en Europa de Fidelity International, a preguntarse si todavía estamos ante un mercado alcista, o más bien ante la formación de una nueva burbuja.

Antes de llegar a una conclusión, el experto advierte que “comparar lo que está ocurriendo con las burbujas anteriores probablemente arroje un resultado engañoso”, puesto que considera que las motivaciones actuales de los inversores son muy distintas a las que tenían entre 1999 y el 2001. Anand recuerda un viejo aforismo bursátil que afirma que ”la historia no se repite, pero sí rima”. Bajo su punto de vista, la revalorización actual de los valores tecnológicos estadounidenses es diferente a la vista durante la burbuja punto com pues recuerda que, por aquel entonces, “las empresas de comunicación y telecomunicaciones se pusieron a la cabeza del mercado empujadas por una oleada de salidas a bolsa con precios inflados”.

Otro aspecto diferencial es la inversión empresarial actual, que “palidece comparada con el boom de la década de los 90, que giraba en torno a las infraestructuras físicas en la misma medida que el software, y creó las infraestructuras de telecomunicaciones modernas necesarias para prestar servicios de Internet”. Constata asimismo que la financiación es diferente a la vista hace más de 15 años, “ya que las empresas jóvenes permanecen en manos privadas durante mucho más tiempo”, antes de salir a financiarse a bolsa. Por tanto, concluye Andand, “si el último boom de la tecnología no nos ofrece una analogía útil para lo que está pasando, tenemos que buscar explicaciones en otra parte”.

Para el director de inversores de Fidelity, las valoraciones han llegado en este punto del ciclo a niveles tan elevados sin estar acompañadas de la sensación de euforia o la actitud de búsqueda del riesgo vistas en ciclos anteriores. De hecho, Anand afirma que los motivos de los inversores para seguir comprando acciones podrían ser incluso opuestos, y lo expone así: “Escaldados todavía por la crisis financiera, desean fervientemente evitar las pérdidas de capital, incluso a corto plazo, y necesitan rentabilidades estables de ese capital. La creencia generalizada de que las perspectivas de la economía mundial siguen siendo muy inciertas —percepción amplificada por un panorama político marcado por una inestabilidad sin precedentes— no estimula precisamente la confianza”.

¿Qué motivaciones tienen los inversores?

Anand recuerda que, mientras que la mayoría de mercados alcistas y burbujas se nutren del énfasis de los inversores en las plusvalías y su consiguiente miedo a quedar fuera de las ganancias, en cambio la fase actual de mercado “se ha visto impulsada por un deseo abrumador de conseguir seguridad para el capital o, quizá, unas ganancias moderadas”. Es decir, que las inversores que han atraído mayores flujos en los últimos años han sido aquellas que ofrecen “certidumbre en los rendimientos (con independencia de los activos subyacentes) o en el crecimiento (los colosos tecnológicos)”.  

Esta aversión generalizada al riesgo ha sido el principal motivo, continúa el experto, para elevar los precios de los activos “hasta niveles alarmantes”. Este comportamiento ha creado, además, una paradoja: “Los precios de activos aparentemente seguros y estables se han disparado, lo que significa que quienes poseen activos con vistas al largo plazo se enfrentan a un mercado realmente difícil donde la seguridad nunca antes había tenido tanto riesgo”.

La situación se complica al incorporarse nuevos compradores de última hora al mercado. “Es habitual que las fases de auge en los precios de los activos terminen atrayendo a los inversores que al principio eran escépticos. Así ocurrió ciertamente con la burbuja tecnológica original, cuando los escépticos que se habían quedado al margen estaban asumiendo cada vez mayores cantidades de riesgo vinculado a los índices, y también riesgo profesional, hasta que la mayoría de ellos se vieron obligados a sumarse a la fiesta”, rememora el director de inversiones. En su opinión, la diferencia ahora es que “esta vez no son los escépticos lo que están subiéndose al carro”.

¿Cómo influyen los vehículos de inversión de nuevo cuño?

Bajo el punto de vista del experto, otro factor que tiene todavía más importante es “el auge de los nuevos vehículos no discrecionales, como los fondos pasivos, los fondos cotizados y las estrategias cuantitativas”. Esto se debe a que las decisiones de asignación de activos que se toman en estos vehículos “generalmente no se basan en una actitud de tolerancia al riesgo, sino que representan un deseo de tener un acceso barato al mercado, nada más”.

Anand pone como ejemplo de esta dinámica el crecimiento de las estrategias que invierten en activos de baja volatilidad para conseguir rentabilidades absolutas moderadas. En su opinión, el problema que revisten este tipo de estrategias es que “cuando los inversores entran en masa en activos concretos durante periodos prolongados, la volatilidad que registran esos activos desciende, ya que las pérdidas de valor se reducen por las persistentes compras”.

La primera conclusión a la que llega el representante de Fidelity tras efectuar este análisis para justificar las altas valoraciones de las acciones tecnológicas es que “las entradas continuas en los colosos tecnológicos estadounidenses están alimentando un ciclo que se perpetúa a sí mismo”, habida cuenta que estos valores presentan una volatilidad realizada menor que los valores de consumo básico o de servicios públicos.

La segunda conclusión de Anand es una hipótesis: “Podría ocurrir que los valores que no resultan atractivos para aquellos que sienten una fuerte aversión a las pérdidas de capital terminen siendo, paradójicamente, los que mejor aguanten”. Es decir: “Si el precio por evitar la volatilidad es elevado, podrían obtenerse réditos económicos asumiendo la volatilidad que otros rechazan”.