¿Es un hotel? ¿Un apartamento? No, una Estancia con Arte

Mediodía en el centro de Madrid. Sol de invierno. Gente por la calle y coches intentando circular. Ambos protestan y hacen ruido, cada uno a su manera. Pero todo está precioso. Es esa cosa que no sabemos explicar los que estamos enamorados de la capital. Camino por una de esas callecitas en las que se da dos pasos y todo el bullicio queda atrás. Me enseñan un piso. El edificio es muy antiguo, pero la vivienda ha sido reformada hace poco. Es muy luminoso. Con el espacio aprovechado con inteligencia. Ha sido decorado con mucho gusto, hogareño pero elegante. Muchos libros. Revistas de moda y de arte por doquier. Tele enorme. Accesorios musicales de Apple. Sofá que llama a gritos. Una cocina con cacerolas y sartenes, un ‘tupper’, aceite del bueno, sal, café e infusiones. Mientras observo cada detalle, pienso en que sólo necesitaría un par de horas para mudarme. El tiempo justo de ir a casa, hacer la maleta y volverme.

Estaba visitando ‘El Aposento’, la última dependencia que se ha incorporado a Estancias con Arte. La empresa que lo gestiona propone una forma diferente de hacer turismo en Madrid: un apartamento de ‘alta gama’ listo para entrar que se alquila por unos días. Bueno, no tan diferente, porque la idea de juntar las ventajas de un hotel y de un apartamento en una especie de ‘modelo mixto’ no es nueva. Pero sí es, hasta donde yo conozco, una forma muy adecuada de plasmarlo.

Estancias con Arte cuenta, por ahora, con ocho dependencias. Ninguna va más lejos del Paseo del Pintor Rosales. “El centro de Madrid es lo más bonito que tenemos, da autenticidad”, comenta Cristina Garrido, directora de la empresa, mientras indica quién ha diseñado esa mesilla que pone un toque moderno pero no desentona. Cada uno de ellos cuenta con un nombre que da una pista de su particular historia. Por ejemplo, ‘El Aposento’, que está en la casa-palacio del Marqués de la Vera, de 1605, incluye una réplica de una habitación en las que dormía el servicio en la época. ‘La Casa del Poeta’ se llama así porque Rubén Darío vivió en ella y la terraza de ‘Ópera prima’ se encuentra sobre el Teatro Real. La decoración de cada uno de los pisos también ofrece pequeñas pistas al huésped curioso: una pequeña escultura de una menina, una máquina de escribir Olivetti de coleccionista… Y, además de menaje de cocina y alimentos básicos, se da la bienvenida al cliente con una botella de vino y una cesta con productos de desayuno que aguarda en la nevera.

No son las únicas ‘ventajas hoteleras’ que se ofrecen… Si el visitante lo desea, puede contratar a un ‘chef’ que se desplace hasta el apartamento para preparar la cena y a guías muy experimentados que mostrarán de una forma muy especial algunos museos de la ciudad. Una especie de excursión personalizada que Cristina Garrido considera un añadido de gran valor. Además, en la mayoría de las estancias está permitido fumar y se admiten mascotas siempre y cuando sean “educadas”, como dice la directora de la empresa, que reconoce que la imposibilidad de llevar a la suya es una de las cosas que más la incomodan cuando se aloja en un hotel. Es como una casa, tal y como afirma con rotundidad.

Cada apartamento tiene un tamaño distinto y cuenta con un número diferente de plazas. Los hay de 65 metros cuadrados y para dos personas, como ‘El Estudio de los Libros Olvidados’, en plena calle Huertas, y de 160 y hasta 8 plazas, como ‘El Aposento’. Ése es uno de los factores que influyen en el precio por día, que va de los 90 a los 200 euros. Eso sí, en la reserva por internet se incluye un suplemento de 40 euros, el servicio de limpieza se cobra por separado, se debe entregar una fianza y los fines de semana tienen una tarifa especial.

En mi opinión, es una alternativa para tener en cuenta no para un par de noches, sino para estancias más prolongadas. Ésas que hacen que hacen que uno eche de menos un hogar y coja manía a hoteles que, por otro lado, pueden ser maravillosos.