Ensayando el rumbo económico-financiero de Latinoamérica

Kamil Molendys, Unsplash

La mortaja regional tejida a partir del endeble abanico de riesgo soberano con notas entre B y BBB (acorde S&P; salvo Chile), en apariencia condena valorativa, muta su textura y color frente al avance en la posible regionalización de las mismas agencias de calificación de riesgo, con mayor incidencia participativa en estratégica por parte del empresariado emergente.

En este escenario, el entendimiento entre el mundo del inversor internacional y la dirigencia regional pasará por la capacidad de innovación en materia de ingeniería financiera, con preeminencia de carteras que logren:

1. Complacer la estrategia de desarrollo en economías comandadas o mixtas para una de las regiones menos integradas del globo, con miras a reforzar aquellos sectores que demandan mayor duración en inversiones;

2. Ofrecer aceptables parámetros de retorno-riesgo por la vía de un delicado equilibrio entre la inclusión de activos financieros emergentes - bajo complejas figuras de Project Finance o articulación público-privada – y maduros (en el contexto actual para una tasa de retorno anual neta en USD en un rango entre 8 y 12%):

3. Lograr una instrumentación jurídica que permita mitigar riesgos en materia de restricción a la movilidad de capitales, y en volatilidad, riesgo regulatorio y operativo del mercado de divisas.

En materia monetaria, se intensifica el desafío regional en mantener la histórica tendencia hacia la convergencia en el valor de las divisas. La política económica de reactivación en bloques desarrollados (EEUU y UE) deberá tener especial consideración un nuevo escenario en el que disminuye la capacidad exportable de monedas fuertes a mercados emergentes. Es una faceta positiva del proteccionismo monetario, al permitir proyectar un marco de menor volatilidad cambiaria para una economía real que demanda compromisos de inversión a largo plazo. Por eso, mientras Bill Clinton propone repatriar dólares con miras a la reactivación laboral norteamericana, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner argumenta en espejo mediatizando el rumbo de pesificación de la economía argentina.

Las divergencias en torno al grado de transparencia gubernamental, en el plano mediático-ideológico o político partidario en y entre cada uno de los países incluidos en la región, conforman en rigor una máscara motorizada por un tipo de pretensión distributiva endógeno-nacional, frente al surgimiento en la región de un pragmatismo socio-económico pseudo rebelde, efervescencia de un neo-socialismo latinoamericano que resulta más dócil ‘al mercado global’ sólo mutando desde el clásico e infructuoso sistema de concesiones recíprocas al de construcción colectiva con sindicalización regional en posición negociable.

En resumen, el cuadro permite anticipar un cambio de paradigma financiero-productivo con serias implicancias en el plano del contrato socio-económico, las relaciones económico-productivas entre bloques, y las palancas de valor que orientarán las grandes decisiones de inversión regional a futuro.