En busca de una taxonomía para poner orden en los productos ASG

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Funds People

Hay muchos ámbitos en los que ya es imposible debatir sobre el futuro sin mencionar palabras como sostenibilidad, responsabilidad medioambiental, buen gobierno o lucha contra el cambio climático. Uno de ellos es el financiero, un sector que está inmerso en un proceso de transformación que lleva un doble ritmo, el que el mismo se ha marcado, y el que impulsa la regulación.

El grueso de esta regulación se condensa en el Plan de Finanzas Sostenibles que presentó la Comisión Europea (CE) en 2018 como parte de su estrategia para la Unión de los Mercados de Capitales. Un Plan de Acción cuyas implicaciones y relevancia han analizado varios expertos en un desayuno organizado por Funds People y patrocinado por BNP Paribas Asset Management.

El plan se ha analizado desde fuera, y también desde dentro. Helena Viñes es deputy head of Sustainability, head of Research and Policy en BNP Paribas AM, pero también miembro del Grupo Técnico de Expertos en Finanzas Sostenibles que asiste a la CE en el desarrollo de una taxonomía que sirva para la definición de las etiquetas de productos financieros verdes y en la implementación del mencionado Plan de Finanzas Sostenibles.

Es una hoja de ruta que no tiene precedente en la historia de las finanzas, ni en Europa ni fuera de Europa”. Esto es lo que opina Helena Viñes del Plan de Acción de la CE, y añade que “es al sector financiero lo que fue el Acuerdo de París para la lucha contra el cambio climático: el Acuerdo de París lo que realmente dijo fue que se ponía fin al modelo económico existente, que es el que se basaba en las energías fósiles, y que caminamos hacia un modelo económico totalmente transformado e hipocarbónico o de bajo carbono; y el Plan de Acción lo que dice es que la finanza clásica tradicional ha llegado a su fin, y vamos hacia una finanza sostenible, es decir, hacia la integración de los factores ASG en la totalidad de la cadena de valor financiera”.

El proceso acaba de comenzar. El Plan de Acción de la CE es simplemente un primer paso, algo de lo que quizá no todo el mundo sea consciente. “Es una primera hoja de ruta 2018-2019 para ponerla en práctica en 2020 y en algún aspecto práctico en 2022, pero a este plan le va a seguir otro, de la misma forma que estamos ya en el séptimo Plan de Acción medioambiental. Es decir, está para quedarse”, afirma la responsable adjunta de Sostenibilidad en BNP Paribas AM.

Para el sector financiero en general, y para la industria de fondos en particular, la elaboración de una taxonomía es particularmente relevante y lo es porque “el desarrollo que han tenido todos los temas de sostenibilidad en los últimos años ha dado como resultado la aparición de multitud de conceptos, de multitud de iniciativas, lo que ha generado confusión en el inversor institucional, y más aún en el minorista”, explica Ignacio Perea, director de Inversiones de Tressis, que añade que, además, tampoco hay una homogeneidad de conceptos, “incluso entre países los conceptos no son comparables: lo que te requieren para ser sostenible en Francia es una cosa, en España otra…, por lo que a la hora de elegir un producto tampoco se tiene muy claro si se están comparando cosas similares”.

Por este motivo, Ignacio Perea considera muy loable el esfuerzo de dar un marco homogéneo: “El definir el marco, definir de alguna manera qué tipo de estrategias quieres tener y que además los productos sean comparables creo que es muy importante porque ahora mismo hay una gran disparidad, hay una cierta confusión a la hora de saber en qué se está invirtiendo.

Enrique Blasco, gestor de Inversiones en Bankia AM, pone el énfasis en la necesaria formación y educación financiera que tiene que acompañar a todo este proceso. “Al final la Inversión Socialmente Responsable (ISR) es una especialización de la inversión, y creo que, por tanto, va a requerir de esa paciencia, y esas ganas de enseñar para que realmente se logre entender, se conozca, y el cliente valore y sepa en lo que realmente está invirtiendo”.

Esta formación y educación financiera debe contribuir a cambiar la mentalidad del inversor, ya que, según destaca Enrique Blasco, “al final el cliente es conservador y cortoplacista, una actitud que choca un poco con el largo plazo que requiere este tipo de inversión ISR”. 

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Dolores Ybarra, responsable de Inversiones y Productos de Santander Private Banking a nivel global, coincide en que ahora “hay muchas carencias, empezando por la falta de bases de datos y de homogeneización de la información que proveen las compañías”. Explica que se habla de producto “hoy en día se está trabajando para que los gestores sean capaces de generar productos comparables porque todavía las bases de datos son distintas, lo mismo que las metodologías y ratings. Cada gestora intenta diferenciarse desarrollando sus propios métodos de ratings y en el futuro esto se debería homogeneizar”.

Considera que hay que ir poco a poco, homogeneizar esas bases de datos y poner etiquetas ASG con el fin de, posteriormente “tener suficiente producto para poder construir carteras ASG para nuestros clientes. Ahora mismo hacer una propuesta de valor pura ASG a un cliente, ya no retail sino de banca privada, es difícil porque la oferta es todavía limitada”. Dolores Ybarra advierte también que el camino no es limitar demasiado el concepto ASG, “sino que realmente deberían ser conceptos que sean imbuidos dentro de la propuesta valor.  Es precisamente en este ámbito donde estamos trabajando en el Grupo Santander, incorporar los criterios ASG al análisis de las compañías desde el principio”.

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Helena Viñes explica un poco más en detalle cual es la función del Grupo Técnico de Expertos encargado, entre otras cosas, de elaborar esa taxonomía que la industria de fondos demanda. Oficialmente el rol es desarrollar cuatro informes para la CE, que son de recomendación: uno sobre la mencionada taxonomía, otro sobre benchmarks, el tercero es sobre el estándar para obligaciones verdes, y el cuarto son las líneas directrices respecto a la divulgación de información financiera sobre el cambio climático, que es un complemento a la Directiva de divulgación de información no financiera.

Respecto a este último punto destaca que se ha producido un cambio fundamental en el concepto de riesgo ASG. “Hoy por hoy la mayor parte de la industria interpreta riesgo ASG como un factor ambiental o social que pudiera tener un impacto material en la inversión. Es decir, hay un riesgo financiero. La CE va más lejos y también incluye el riesgo que puede suponer un impacto negativo para la sociedad”.

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