El regreso de los fondos garantizados: ¿oportunidad u oportunismo?

Diagonal_Inversiones_Marc_Ciria
Cedida

Las pérdidas que sufrieron en 2018 todos los activos de riesgo han sido la excusa perfecta para que la banca haya aprovechado la ocasión para volver a potenciar la comercialización de los fondos de inversión garantizados.

En su web, la CNMV define un fondo garantizado como “aquellos fondos de inversión que aseguran a una fecha futura, como mínimo, la conservación de la totalidad del capital invertido inicialmente. En algunos casos, además, aseguran cierta rentabilidad”. Por definición, un fondo garantizado es un producto que debería ser adecuado para inversores de perfil muy conservador cuyo objetivo principal sea la preservación real del valor patrimonial y, para lograrlo, debería ser necesario que el producto compense, como mínimo, el impacto de la inflación y poco más, pero siempre inflación.

Pero el entorno actual de tipos de interés, hace imposible que ningún fondo garantizado, diga lo que diga su documento comercial, sea capaz de lograr de la consecución de este legítimo derecho de consecución de mínima rentabilidad. Como referencia, los tipos de interés de la deuda española están en negativo hasta el plazo de 4 años y están por debajo del 1% hasta los 9 años. Si la referencia la tomásemos con bonos alemanes, nos encontramos con tipos negativos hasta el plazo de 9 años.

Ante este panorama de tipos y las comisiones de gestión y depósito que asume el fondo, la banca se ve en la obligación de emitir fondos garantizados a plazos muy largos y, además, haciendo habitualmente la inversión en bonos de baja calidad crediticia para intentar ofrecer una rentabilidad mínimamente positiva a los ojos del inversor, que no olvidemos que suele ser un cliente muy conservador.

Para intentar endulzar esta baja rentabilidad y hacer más atractivo comercialmente el producto, suele ser habitual que el fondo incluya el gancho de una rentabilidad adicional vinculada al comportamiento de alguna cesta de acciones (fíjense que suelen ser de diferentes sectores ya que esto abarata aún más el coste de una opción ya de por sí muy barata por su baja rentabilidad esperada) y que, si analizamos el  propio folleto de emisión del fondo, tiene una rentabilidad esperada cercana a 0 con una altísima probabilidad.

Otra variable que no se debe obviar es el hecho de que la garantía que ofrece el fondo es únicamente válida al vencimiento del producto por lo que, dado que se trata de un fondo que como se ha comentado anteriormente, invierte en bonos a largo plazo y, habitualmente, con una baja calidad crediticia si el cliente, por la razón que sea, necesitase recuperar su inversión antes del vencimiento estaría asumiendo  no solo el coste de la comisión de reembolso (que suele ser muy elevada y muy superior a la TAE del fondo) sino también el riesgo de valoración del fondo ya que los fondos garantizados, al igual que cualquier otro tipo fondo de inversión, deben valorar a precio de mercado todos los activos en los que está invertido y, con el nivel de tipos y spreads de crédito actuales, el riesgo de vender con pérdidas es muy elevado.

Entonces, si nos encontramos con un producto de muy baja rentabilidad esperada, que incumple el objetivo principal de un inversor conservador (la preservación real del valor patrimonial), con un plazo de inversión muy elevado y con un riesgo importante de pérdidas en caso de reembolsar las participaciones antes de vencimiento, podríamos preguntarnos si la garantía es realmente para el inversor o si, por el contrario, es para el banco comercializador del producto que se garantiza la cautividad de un cliente y de unos ingresos recurrentes a través de las comisiones de gestión y depositaría durante muchos años aprovechándose de la coyuntura que nos dejó el mercado el pasado año.

Si bien es cierto, podríamos encontrar sentido en algún producto de fondo garantizado en dólares, por el tipo de interés actual en Estados Unidos. Son varias las gestoras internacionales que proponen fondos garantizados en dólares, pero no olvidemos que entonces el riesgo es la divisa y su cotización, que se puede comer la rentabilidad esperada de un plumazo con la variación de precio respecto a euro. Por tanto, sería únicamente aplicable a aquellos inversores que apuestan por tener siempre dólares en sus carteras, o aquellos que viven en dólares.

Como asesor financiero siempre me pregunto si un producto se lo ofrecería o no a mi mejor amigo. Si la respuesta es que no, no sería coherente ofrecérselo a un cliente y, con el entorno actual de tipos, los fondos garantizados no se los ofreceríamos a ningún amigo, a ningún cliente. Y en mi humilde opinión, aquí reside la clave real de la independencia en el asesoramiento.