El Premio Nobel de la Paz para la UE y su significado

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Imagen cedida

El 12 de octubre de 2012 galardonaban a la UE con el Premio Nobel de la Paz, a la vez que el gobierno español sigue dudando (al menos mientras escribo este artículo) de cuándo pedir el rescate financiero y sólo un par de días después de que en Tokio el FMI revelara sus pronósticos de crecimiento a la baja para la UE y la economía mundial en general en caso de no lograr poner freno de una vez por todas a la crisis que venimos sufriendo desde hace ya más de cinco años.

El prestigioso galardón, pero, sobre todo, el significado del momento en el que ha sido concedido, debe hacernos entender al conjunto de ciudadanos e instituciones de la UE que el salir de esta crisis pasa irremediablemente por la toma de medidas y sacrificios conjuntos.

Con la perspectiva que ofrece el tiempo desde que estalló la crisis, sabemos que uno de los principales problemas a corregir es la diferencia de competitividad entre las industrias del sur y del norte de Europa. La entrada en vigor del euro redujo radicalmente los tipos de interés que venían pagando los países del sur de Europa (la ya famosa prima de riesgo entre España y Alemania llegó a ser hasta negativa), lo cual acabó, por ejemplo, en España en una gran burbuja inmobiliaria. Hubo enormes flujos de capital, reflejados en los déficits por cuenta corriente, desde el centro al sur de Europa, que provocaron un aumento de los salarios. En los primeros diez años del euro, los costes unitarios de la mano de obra aumentaron en el sur de Europa cerca de un 35%, mientras que, en Alemania, lo hicieron un 9%. La industria del sur de Europa dejó de ser competitiva.

Las divergencias de competitividad entre norte y sur de Europa están sin duda en los orígenes de la situación a la que nos enfrentamos hoy.

Llegados a este punto y al no tener moneda propia que devaluar, a los países de la periferia europea no les queda más remedio que poner en práctica una dolorosa devaluación interna que rebaje los salarios de sus trabajadores y el precio de los bienes que producen en comparación con los del norte de Europa. Digamos que este es el sacrificio que tienen que estar dispuestos a realizar los ciudadanos de estos países, pues es la única manera que tienen de volver a ser competitivos.

El sacrificio que tienen que estar dispuestos a asumir los dirigentes y ciudadanos de los países del centro y norte de Europa es el ayudar a los países de la periferia en su durísima tarea. Deben entender que a medio y largo plazo se están ayudando a sí mismos.

Entre otras, son necesarias medidas como una fuerte política expansiva por parte del BCE, centrada por lo pronto en compras de bonos soberanos de países en problemas para que puedan volver a financiarse a precios razonables sin exigir ajustes adicionales a los que ya se están aplicando en estos países, además de retrasar el objetivo de déficit para no terminar de hundir sus economías.

Esta política monetaria expansiva debe combinarse, además, con una modificación del objetivo de inflación para la zona euro en su conjunto del 3% o 4%, al mismo tiempo que en los países con saldos acreedores en su balanza comercial se apliquen estímulos fiscales que provoquen una inflación algo superior a la de los países con déficits comerciales y faciliten el retorno de estos últimos a la competitividad.

La completa y efectiva integración fiscal, laboral y financiera llevará mucho tiempo, pero, hasta entonces, y teniendo en cuenta las actuales circunstancias, cada país debe afrontar unos “sacrificios” por el bien de todos, por el bien de la Unión, por seguramente el motivo por el que hemos sido elegidos, este año y no otro, para ganar el Nobel de la Paz.