El paraíso hipócrita

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Cedida

El mundo está lleno de hipocresía. No puedes ir a más de 120 km/h por la carretera pero, sin embargo, el Gobierno permite que existan coches que alcanzan los 180 km/h sin despeinarse. Se puede comprar tabaco pero no se puede fumar. Incluso mi portero me saluda pero yo sé que no me soporta. La hipocresía nos invade y vivimos con ella.

Hay una contradicción que, personalmente, me llama muchísimo la atención, y es la actitud que los gobiernos tienen frente a lo que consideran paraísos fiscales ("offshore countries", en inglés). Es una actitud cínica en muchos aspectos que no deja de sorprender. Si no quieres que existan esos paraísos, está en tu mano que así sea. Pero si los aceptas, ¿por qué te rasgas las vestiduras hablando de los demás y, sin embargo, no metes mano al problema que tienes cerca?. En todo gran país existe un alter ego en el mundo offshore, siendo los Estados Unidos la mejor muestra de ello. Con la llegada de Fatca, reclaman una transparencia a otros que no se aplican a sí mismos, permitiendo que Miami o Delaware se constituyan en paraísos para los investment advisers de los hedge funds y refugio de ciudadanos latinoamericanos a cuyas autoridades no reportan de vuelta, como si aquello que reclaman no pudiera serles exigido a ellos. En Reino Unido tenemos las Islas del Canal o Gibraltar; en Francia tenemos a Mónaco; en Italia a San Marino... Y la lista continuaría hasta poder afirmar que todo país tiene su “espejo offshore”.

Lo curioso de este caso es que también se dicen muchísimas barbaridades. Jugando con los términos, se habla de paraísos cuando, realmente, lo que existe en algunos casos es una legítima guerra fiscal entre los países que mantienen una presión fiscal insostenible y los países que atraen capital a base de grandes descuentos y una estructura presupuestaria mucho más sensata. Se juega con los conceptos y se acuña el término "paraíso fiscal", como si el paraíso fuera algo malo cuando, por otro lado, en algunos casos esos países resultan tener unos estándares de transparencia que, en muchas ocasiones, superan los del G7, G9 o G20. Una contradicción más.

Mientras existan impuestos y gobiernos, seguirá habiendo arbitraje y seguirán existiendo distintas políticas fiscales. Pero está claro que, si los gobiernos quisieran acabar con muchos de estos centros offshore, deberían empezar por barrer la casa que tienen más cercana antes de exigirle al resto de la humanidad que no sea traviesa. Dicen que la diplomacia es un ejercicio continuo de hipocresía, y en esto hay mucha... diplomacia.